La docencia universitaria lleva 34 días de paro desde el inicio del año. Desde noviembre del año pasado sólo hemos cobrado un 5% de incremento en mayo y se impondrá un 5,8% en agosto, ante una inflación del 35 por ciento. El quid de mantener esta «pauta salarial» es ni más ni menos que reducir el gasto público. Este derrumbe salarial que pretende el gobierno le significa un ahorro de más de 15mil millones de pesos. Un aporte directo de los trabajadores al ajuste del FMI, de Macri y de los gobernadores.

Pero los organismos multilaterales exigen más. Literalmente: Vidal manifestó que sobran universidades en la provincia de Buenos Aires. Al igual que con Atucha II, el Conicet o Arsat, piden el desmantelamiento del complejo científico-tecnológico y su privatización. En la universidad se realizan alrededor de dos tercios de los trabajos de investigación del país. El recorte presupuestario de más de $ 4000 millones y el atraso de más de tres meses en el pago de insumos de investigación, becas e incluso el gas y la luz completan el ataque al sistema universitario.

El paro docente pone en crisis el ajuste. En la semana que pasó, trepó hasta el 90% de acatamiento. El 22 de agosto se realizaron actos y movilizaciones en 60 ciudades, con la participación de 30 mil personas: un verdadero movimiento nacional en defensa de la universidad estatal, laica, científica y gratuita, con marchas de antorchas en Tucumán, movilizaciones masivas en Posadas, Bahía Blanca y otras 50 ciudades, mostrando que el movimiento se sostiene firme.

La parálisis absoluta de las obras de infraestructura universitaria hizo desaparecer edificios enteros, como el nuevo hospital que le prometieron a Alberto, rector de la UBA. Incluso se llegó al contrasentido de que en Neuquén, a pocos kilómetros de Vaca Muerta, debieran restringir los horarios en la Universidad del Comahue por no contar con conexión de gas.

Con el atraso en los pagos a los proveedores y el corte de los convenios con el Estado, las autoridades universitarias entraron en pánico al terminarse los «fondos propios» que manejan a su antojo. Esto generó en los rectores tanto de Cambiemos como de la oposición un movimiento para «abrazar» las universidades, del que participaron más de 7000 personas en la Universidad Jauretche, en Florencio Varela, más de 5000 en Quilmes, 2500 en Neuquén, más de mil en San Luis, cientos en Paraná, donde se decretó un paro estudiantil.

Lo que la huelga universitaria pone en cuestión no es otra cosa que el acuerdo con el FMI.