De haberse jugado esta final apenas seis meses antes, la atención que hubiesen acaparado los entrenadores de entonces no sería la de hoy. Pablo Guede y Jorge Almirón distan mucho de los perfiles de Edgardo Bauza y Guillermo Barros Schelotto, los técnicos de San Lorenzo y Lanús hasta el último diciembre. Y no sólo por lo que significan en la conducción tanto el Patón como el Mellizo. Sino fundamentalmente por el reconocimiento que alcanzaron  como futbolistas y que luego extendieron como entrenadores. Trayectorias absolutamente  disímiles a las recorridas por quienes hoy se darán la mano deseándose suerte mutuamente, aunque no pugnando por lo mismo, como lo supieron hacer en la temporada 1996-1997, durante sus casi ignotas etapas como jugadores. En aquellos dos torneos los técnicos que disputarán la final compartieron vestuario en Deportivo Español.
En total fueron cuatro los partidos en los que aquel veloz delantero que hoy dirige al Ciclón y el por entonces mediocampista polifuncional que condujo al Granate a clasificarse a la definición dos fechas antes de finalizar la ronda, jugaron juntos desde el arranque. Conducidos por Oscar Cavallero coincidieron entre los once iniciales por primera vez el 3 de noviembre de 1996, en la derrota 2 a 1 ante Gimnasia La Plata, y repitieron la titularidad en los dos partidos siguientes, en los empates ante Unión y Banfield. Aquel 18º puesto de Deportivo Español en el Apertura que ganó River y en el que el máximo goleador fue el delantero de Ferro Gustavo Reggi, anunciaba la debacle futbolística e institucional que sufriría el club después de diez años de encanto en la máxima categoría.
La tempestad se profundizaba en el equipo del Bajo Flores y mucho más en la institución. Las mieles de la Primera División a la que accedió por segunda vez en su historia en 1984, con dos terceros puestos, la disputa de las Copas Conmebol 92 y 93 y el dolor de cabeza de muchos de los equipos grandes por el especial desempeño ante los gigantes del fútbol argentino, empezaron a desvanecerse. Su mecenas Francisco Ríos Seoane dejó la presidencia de Deportivo Español, tras 18 años, envuelto en causas por estafa, fraude y hasta por la muerte de un dirigente opositor, que incluso lo llevó a la cárcel por más de dos meses. Ese panorama con su punto de ebullición en 1997, posiblemente haya sido el detonante de la continuidad de las carreras de Jorge Almirón en México y de Pablo Guede en España.
Claro que antes vivirían el traspaso de la presidencia a Manuel Rilo y de la conducción técnica a manos de Roberto Rogel. El Negro, nacido en San Miguel en 1971, siguió sumando presencias en el conjunto titular, aunque sólo una vez más junto a Guede entre los 11. El 1 de junio de 1997 fueron parte de uno de los últimos grandes golpes de Español en la máxima categoría. El Gallego derrotó 3 a 1 a Boca en la Bombonera y el ex entrenador de Independiente fue el encargado de abrir el tanteador, como también el disparador de la singular frase del Bambino Veira, por entonces entrenador Xeneize. Almirón aprovechó un error de Sandro Guzmán y estampó el 1 a 0 con el que se fueron al descanso. En el entretiempo el DT sustituyó al arquero por el Pato Abbondanzieri y luego justificó el cambio al declarar: «Lo saqué para protegerlo.»

Español sólo mejoró una posición respecto al anterior campeonato. El invierno calentó la situación y entre las partidas, Jorge Almirón se fue a jugar al Atlas de México. Mientras tanto, seis de sus recientes compañeros, pedían la libertad de acción. Uno de ellos era Pablo Guede y la negativa de la institución al pedido de los jugadores derivó en una de las huelgas más recordadas de la historia del fútbol argentino. Además del hoy DT del Ciclón, Gustavo Campagnuolo, Marcelo Pontiroli, Eduardo Fuentes, Sergio Castillo y Mauro Potenzoni lograron la libertad de acción. El futuro del club siguió el camino que llevaba y el desenlace fue la quiebra.

El rumbo de Guede fue la segunda división de España, donde jugó hasta 2006. En 2012 debutó como entrenador en ese país y ya vuelto a la Argentina, el ascenso a la B Nacional que logró dirigiendo a Nueva Chicago potenció su carrera, especialmente por su propuesta audaz y ofensiva. Algo similar a lo que le sucedió a Almirón en Godoy Cruz, tras su campaña en México tanto como jugador y DT. Si bien ambos pregonan privilegiar el juego, el resultado de hoy no sólo resolverá al campeón del fútbol argentino. También sacará a uno de ellos definitivamente del anonimato.