A raíz del caso de Constanza, la teta volvió a ser protagonista de la escena en los medios y las redes sociales. Esta vez no vendía ningún producto comercial, ni era exhibida cosificando los cuerpos de las mujeres en el Bailando por un sueño ni en ninguna publicidad, sólo cumplía con uno de los hechos más naturales que puede darse entre una madre y sus hijxs: amamantar.

Lejos de promover la lactancia, tal como lo establecen las leyes vigentes en nuestro país y la OMS, el Estado habilita que las mujeres seamos objeto de maltrato y discriminación, en este caso, por parte de agentes policiales que debierían velar por nuestra tranquilidad y derechos en el espacio público, contribuyendo de esta manera a que sigan vigentes prejuicios y condenas morales infundadas contra los cuerpos de las mujeres.

Nos preocupa la alta carga de hipocresía que encierran las opiniones que pretenden hacer del acto de amamantar una exhibición erótica. A esas voces les decimos que la teta que amamanta sólo busca alimentar y nutrir a lxs niñxs cuando estxs lo demanden, sin importar dónde o cuándo.

Históricamente los cuerpos de las mujeres han sido prisioneros de una cultura que no se ajusta a nuestros deseos y menos aún a nuestras necesidades, negándonos así nuestros derechos como humanas. Con la misma intensidad, hemos resistido y puesto nuestros cuerpos como la principal herramienta de intervención para exigir mayor autonomía y libertad.

Es importante resignificar la desnudez de las mujeres en tanto decisión soberana de las mismas. Nuestra sociedad está acostumbrada a ver cuerpos de mujeres desnudas, principalmente en los medios de comunicación, en donde se nos exhibe como objetos de decoración o de deseo sexual de otros.

Tan naturalizada está esa imagen que nadie observa algo malo en ello, siempre y cuando la desnudez sea parte de una estrategia de venta de un producto de consumo determinado. Asistimos como invitadas a una escena que no busca más que cosificarnos. Pero cuando somos las mujeres las que tomamos la decisión de disponer de nuestros cuerpos en el espacio público, muchos se horrorizan y nos denigran.

En definitiva, lo que no se tolera es que seamos nosotras quienes decidamos libremente sobre nuestros cuerpos. «