Si bien no son pocos los que sostienen que las prácticas del poliamor -bajo otro nombre- existen desde tiempos inmemoriales, no son menos los que señalan que las diferencias entre aquel remoto pasado y los tiempos más contemporáneos son que las prácticas ya no están relegadas a las aristocracias. La modernidad, con sus nuevas formas de producción sintetizadas en el capitalismo, abrieron las fronteras de diversas experiencias sexuales a más sectores sociales que los de antaño. La individuación creciente llevó a la caída de las censuras sobre los comportamientos eróticos ajenos, y así no sólo las aristocracias pudieron disfrutar de esos placeres.

Tan novedoso como curioso (tal vez una cosa debido a la otra), el cine puso el foco sobre los comportamientos que antes de su llegada al mundo parecían, en el mejor de los casos, excéntricos, en el peor, encarnaciones del mismísimo diablo. Pero lejos de ejercer algún juicio moral, como buen arte, intentó dar cuenta de algunos de sus motivos y generar empatías con personajes y situaciones, y en esa búsqueda constante que caracteriza al arte, hacer menos doloroso este mundo. Así que aquí, un puñado de films, en orden de aparición en la cartelera, que da cuenta de distintos modos de ejercer el poliamor, que pese a la prensa y sus sucedáneos, no es una práctica tan homogénea como se la presenta: después de todo, pocas cosas más singulares que el placer.


Jules et Jim (François Truffaut, 1961. 104 min). Un clásico de los clásicos cuando se quiere hablar de relaciones amorosas vinculares no convencionales. Jules (Oskar Werner) y Jim (Henri Serre) se conocen en 1912, tiempos de ideas anarquistas, y se hacen amigos inseparables. Y se enamoraron de la misma mujer, Catherine (Jeanne Moreau). En medio de la post Primera Guerra, forman un trío entrañable. Basado en una historia real, el personaje de Catherine está inspirado en Helen Grunt, una alemana que al viajar a París conoce a Franz Hessel y a su amigo Henri-Pierre Roché, dos literatos.


Sammy and Rosie Get Laid (Stephen Frears, 1987; Sammy y Rosie van a la cama en Argentina). Un matrimonio poco convencional en una Londres desconocida para el espectador medio, dominada por el pleno crecimiento del thatcherismo. Ellos comparten todo, menos el sexo. Bueno, no es que no lo tengan, pero mayormente lo viven fuera del matrimonio. Y se cuentan todo. En su momento las crónicas recordaron la pareja que supieron formar Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, aunque las biografías no hablaban de que ambos se contaran de sus affaires. Con la maestría de Frearse para meterse en los temas culturales más controvertidos.  , su complicidad es tal que llegan a hacerse confidencias de sus aventuras extramatrimoniales.


À corps perdu (Léa Pool, 1988; Straight for the Heart en inglés). Un delicado film que muestra, acaso, el lado menos amoroso del poliamor: cuando la relación se rompe.  Pierre Kurwenal (Matthias Habich) es un destacado que cubrió la guerrilla de la Contra Nicaragüense, donde registra sus abusos. La labor lo hace ganador del Pulitzer, y así de triunfante vuelve a su Canadá natal. Pero al llegar a Montreal descubre que los otros dos miembros de su relación de tres, ya no están.


Eu Tu Eles (Andrucha Waddington, 2000. Yo, tú, ellos en Argentina). Uno que muestra al poliamor como una necesidad para hacer frente a la sobrevivencia, tanto material como sentimental. Darlene vive con tres hombres bajo el mismo techo: Osias, el marido oficial, dueño de la casa; Zezinho, el tierno; y Ciro, el enigmático seductor. Así y todo, su vida emocional no está del todo satisfecha; a veces los hombres creen que con el sexo alcanza.



Professor Marston and the Wonder Women (Angela Robinson, 2017. El profesor Marston y Wonder Woman en la Argentina). Fresca en la memoria para los que la vieron, representa una de las historias más clásicas del poliamor en tiempos del patriarcado (tal vez en otro orden cultural serían dos hombres con una mujer, o varias géneros todos juntos). También basado en un historia real, cuenta cómo fue que el Dr. William Marston, un psicólogo y teórico de Harvard, ayudó a crear el detector de mentiras y el famoso personaje de la Mujer Maravilla (que tenía el lazo que detectaba las mentiras), mientras compartía una relación con su mujer en matrimonio oficial, Elizabeth (también docente) y Olive Byrne (hija de Ethel Byrne y sobrina de Margaret Sanger, dos sufragistas y feministas famosas de principios del siglo XX), a quien contrata como asistente de investigación. Y todo en plena década del 30.