Hay en la Argentina auténtica pasión teatral por Samuel Beckett, de cuyo nacimiento se cumplen 110 años. Ya en 1954 se publica en Buenos Aires la primera traducción al castellano de Esperando a Godot, en versión de Pablo Palant, revisada por Beckett. En 1956 Jorge Petraglia monta la primera puesta de la misma pieza, también en Buenos Aires. Desde entonces, las obras de Beckett se llevan a escena una y otra vez, y cada vez con mayor frecuencia, sea en las salas abiertas al público o en la intimidad de los talleres y clases de teatro. Hace unos meses comentamos en el Suplemento Cultura de Tiempo Argentino la versión de Esperando a Godot del director Rubén Pires y la presencia de Beckett en Terrenal de Mauricio Kartun. 

Los textos de Beckett aparecen reelaborados en la dramaturgia nacional de muy diversas maneras, baste recordar La espera trágica de Eduardo Pavlovsky, El viejo criado de Roberto Cossa o La China de Sergio Bizzio y Daniel Guebel. Beckett y sus creaciones han dado nombre a revistas, salas teatrales y bares. Desde hace diez años se realiza el Festival Beckett Buenos Aires, con dirección de Patricio Orozco, autor de una biografía del escritor irlandés. Pero el interés por la producción de Beckett excede el teatro, es integral: abarca la narrativa, los ensayos, la poesía, el cine. Así lo demuestran las páginas de la Revista Beckettiana, creada por Laura Cerrato en la Universidad de Buenos Aires, de la que acaba de salir un nuevo número. También la reciente publicación bilingüe de Asunción, el primer cuento de Beckett, bajo el flamante sello EUFyL, Editorial Universitaria de la Facultad de Filosofía y Letras (Universidad de Buenos Aires). “Assumption” se publicó en 1929 en transition, revista de literatura experimental editada y distribuida en París por Shakespeare & Company, entre 1927 y 1938. El hermoso libro impreso por la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA rescata el texto original en inglés y lo acompaña con la traducción al castellano de José Francisco Fernández (conocido por su traducción de las novelas de Beckett Mercier y Camier y, junto con Miguel Martínez-Lage, de Sueño con mujeres que ni fu ni fa), una introducción de Lucas Margarit (profesor de Literatura Inglesa en la UBA) y un revelador epílogo de James Donald O’Hara –traducido por María Inés Castagnino–. Profesor de la Universidad de Connecticut, O’Hara relaciona el texto de Beckett con “dos fuentes insospechadas”: el novelista Honoré de Balzac y el filósofo Swedenborg.

  Asunción es un relato fascinante, en el que ya están inscriptas imágenes y preocupaciones de la producción posterior de Beckett. La voz narrativa refiere a un artista encerrado en su habitación, que apartado del mundo –como en una epojé cartesiana, tan frecuente en obras beckettianas de años siguientes–, reflexiona con angustia sobre la creación artística, la auto-percepción y las relaciones entre el mundo y la conciencia. De pronto su soledad es interrumpida por la presencia de una mujer, en cuyos brazos el personaje acaba muriendo.

 Asunción es, por un lado, un cuento meta-literario, una elíptica y profunda reflexión sobre el proceso creador, la escritura y el asumir –de allí el título– la existencia del artista. “El arte más excelso” –piensa el personaje– no es el que busca estrategias para conseguir determinados efectos en el público lector, sino el que “reduce su significado hasta alcanzar esa perfección inexplicable que nos hace estallar”. El personaje opone “el placer de lo Bonito” a “el dolor de lo Bello” y persigue la conexión entre micro y macrocosmos, percibe “su deseo de ser liberado en un soberbio grito ebrio que se fundiera con el desorden cósmico”. Dejar entrar el caos, construir ausencia, despalabrarse, convertir en poética la experiencia del fracaso de “ese proceso absurdo, extravagantemente absurdo, como cocer un huevo en una hoguera”. Por otro, Asunción parece un texto alegórico, que opone corteza y meollo, que hay que leer en clave interpretativa, en el que hombre y mujer asumen la conexión con moldes míticos, arquetípicos, o la representación de contenidos filosóficos. La muerte final no es real sino simbólica, implica asumir una transfiguración y renacimiento espiritual. En esta dirección escribe O’Hara: “Asunción tiene que ver con asuntos espirituales, cuya presentación Beckett basa en Les Proscrits (1831), Louis Lambert (1832) y Séraphita (1834-1835), de Balzac. Estos asuntos espirituales son evocados en Les Proscrits por medio de lo que se llama ‘la Mística’, que incluye ‘la gran secta de los Extáticos’, y de su personaje principal. En las otras novelas los personajes y acontecimientos ponen en práctica y disertan sobre ideas tomadas de los voluminosos escritos de Swedenborg. Las tres novelas de Balzac fueron a menudo publicadas como Estudios filosóficos”. 

En suma, una edición que contribuye a multiplicar la pasión argentina por Beckett, en esta ocasión en busca de los orígenes del escritor.