Primero, Orlando. Después, Dallas. Detrás del análisis que se pueda hacer de cada episodio en particular, subyace de fondo un problema estructural que atraviesa a toda la sociedad estadounidense. «Lo de la noche del jueves fue más de lo mismo: desigualdades raciales con armas a disposición de todos. Por un lado la policía, que tiene un altísimo índice de asesinatos de negros, y ahora, durante una manifestación pacífica para visibilizar la violencia armada que la policía blanca despliega sobre la comunidad negra, francotiradores que asesinan a policías blancos. En cierto modo es más de lo mismo.» Quien se lo asegura es Martín Angerosa, miembro cofundador de la Red Argentina para el Desarme y ex delegado del Renar Córdoba. Y lo dice luego de visitar Nueva York, en calidad de experto de la sociedad civil elegido por Iansa (International Action Network on Small Arms) para coordinar una conferencia de la ONU que se propuso «evaluar la implementación del Programa de Acción de Naciones Unidas para prevenir, combatir y erradicar el tráfico ilícito de armas pequeñas y ligeras, en todos sus aspectos.» Mientras discutía cómo prevenir el tráfico de armas, lo sorprendió la masacre de Orlando: 50 muertos, el horror en primer plano. Y sus efectos, que explotaron en la cara de una sociedad ensordecida. «Lo nuevo de esta semana es que en California finalmente se aprobaron leyes de control de armas que se estaban debatiendo hacía meses, pero Orlando puso en evidencia la urgencia de actuar legislativamente. El gobernador Jerry Brown promulgó seis leyes de control de armas, incluyendo una que impone el requisito de que los compradores de balas se sometan a un control de antecedentes, y la prohibición de la venta de rifles automáticos y de cargadores que contengan más de 10 balas.»

–¿Cómo reacciona la sociedad ante estas matanzas?–Después de la masacre de Orlando se vieron dos posturas. Por un lado, una reacción muy fuerte de quienes han perdido seres queridos en las miles de masacres que se han sucedido y que piden por la aplicación del sentido común a las leyes sobre armas. Por ejemplo, se estaba haciendo una campaña desde hacía un año que critica que haya personas sospechadas de terrorismo a las cuales las leyes no les permiten tomar un vuelo en EE UU, por el peligro que representan después del atentado a las Torres Gemelas, pero sí se les permite comprar un rifle de guerra automático y todas las balas que quiera, con el que pueden matar a la misma cantidad de personas que si estrellaran un avión. Es de sentido común, pero no se aplica a la legislación sobre armas porque el lobby de los comerciantes e industriales de armas opera en el Congreso y ha bloqueado todas y cada una de estas iniciativas. Por otro lado, se hizo hincapié en el terrorismo, y el candidato republicano Donald Trump pidió la renuncia de Obama por no haber endurecido algunas leyes antiterroristas. Algunos medios tomaron esta línea y se montaron en el asunto desde esa perspectiva.
–¿Cuán profundo es el debate sobre la posesión de armas?

–Desde hace pocos años, el tema de la posesión de armas empezó a formar parte de la agenda pública. Después de cada masacre, la respuesta más extendida solían ser las vigilias donde la gente se juntaba a rezar y los funcionarios de gobierno elevaban plegarias por las víctimas. Pero pronto surgió un movimiento que pidió dejar de rezar y empezar a actuar. La organización «Madres Demandan Actuación» arrancó con esta consigna, y poco a poco los gobiernos demócratas empezaron a enviar proyectos de ley al Congreso que, aun rechazados, instalaron la discusión pública a nivel nacional. El debate se dio mucho más rápidamente en un grupo de estados, como Nueva York, que lideraron la aprobación de leyes que requerían un control de antecedentes criminales a quien quisiera comprar un arma. Este requisito hoy por hoy no es exigible en buena parte del interior estadounidense. También tomó fuerza la iniciativa de dar un tiempo de reflexión de cinco días entre el momento de querer comprar un arma y poder retirarla del comercio. El desarme, en cambio, es un tema que prácticamente no se toca.
–¿Por qué?
–La diferencia con otros países radica en el fácil acceso a las armas de fuego y su proliferación. En todo el mundo hay personas que odian a otras, hay alcohólicos, gente con enfermedades mentales, con resentimiento, con adicciones, fanáticos. Pero la diferencia es que en EE UU a esas personas les dan fácilmente armas de fuego y balas, incluso armas automáticas diseñadas para la guerra. Entonces, el problema de los muertos y heridos no es por el odio. El problema son las armas de fuego y sus municiones, disponibles en una sociedad conflictiva y con violencias de todo tipo. Y la proliferación es a niveles demenciales: en EE UU hay 90 armas cada 100 personas. Hace algunos años hablábamos con nuestros colegas expertos de las organizaciones de la sociedad civil estadounidense, y decíamos que probablemente las cosas podrían empezar a cambiar cuando hubiese una masacre de una gran cantidad de personas, o cuando maten a gente que asiste al cine o cuando un enfermo mental use armas para matar personas en una discoteca. Pero todas esas cosas finalmente sucedieron y no vemos que las cosas mejoren.
–¿Hay diferencias entre la política de cada Estado?

–Enormes diferencias. De las tasas de muertos por cada 100 mil habitantes por año, Nueva Orleans (68,4), Detroit (35,9), Baltimore (29,7) y Miami (23,7) son las que tienen los problemas más graves. Estas ciudades se asemejan a las tasas de los países con mayor violencia armada de Latinoamérica, como podría ser Honduras (68,4), El Salvador (39,9) o Colombia (27,1). Pero también hay lugares donde las tasas son menores a 10, como Portland (2,2) y Nueva York (4).
–¿Cuál es el país más avanzado en el tema desarme?
–La campaña australiana fue una de las más exitosas, por la cantidad de armas recibidas y por el resultado posterior. Entre 1996 y 1997, casi un sexto del arsenal privado de Australia fue destruido. La nueva ley de desarme modificó la noción de «derecho» a tener un arma por la del «privilegio» de tenerla. La «autodefensa» no se considera razón válida para tener un arma; las armas automáticas y semiautomáticas están prohibidas para civiles; y las particulares deben ser guardadas descargadas, en un lugar cerrado y separadas de las municiones. El número total de muertes por arma de fuego cayó un 43 por ciento. «

Argentina: desarme paralizado

“La Argentina recibió en las Naciones Unidas el premio Future Policy Award a la mejor política de desarme en 2013 y también es uno de los países que están a la vanguardia, no sólo del desarme sino también en el control del mercado legal de armas”, explica Angerosa. Sin embargo, respecto de la política de Cambiemos al frente del Renar, sostiene que “es muy pronto todavía para evaluar seriamente la gestión, ya que recién asumieron en febrero o marzo. Han dado unos primeros pasos correctos y la apertura hacia la sociedad civil es por el momento meramente protocolar. Las organizaciones expertas de la Red Argentina para el Desarme esperan que se pueda ir construyendo confianza mutuamente y avanzar en la reglamentación de la Ley 27.192 que disolvió el Renar y creó una nueva Agencia de Control de Armas ANMAC, que hasta ahora sólo se hizo parcialmente. De cualquier modo, el Plan de Entrega Voluntaria de Armas y Municiones está parado desde noviembre del año pasado. El 8 de junio se le dio media sanción al proyecto que busca hacer del Plan de Desarme una política permanente del Estado, lo cual es una excelente noticia. Falta la sanción de Diputados. Y luego habrá que trabajar en la implementación seriamente y después evaluar los resultados”.

–¿Cuántas armas hay en la Argentina y cuántas son ilegales?

–Hay registradas alrededor de 1.200.000 armas en manos de unos 650 mil tenedores civiles. Sin embargo muchos de estos se encuentran con la licencia vencida. Se estima que existen entre dos y cuatro millones de armas no registradas en circulación en el país.