En Cardiff, una ciudad más habituada al rugby que al fútbol, Real Madrid logró un nuevo mandato para su gobierno en Europa. Haberse quedado con la segunda Champions consecutiva, la duodécima de su historia blanca, puede servir como estadística para su colección. O para dimensionar la clase de logro: con el nuevo formato, impuesto en 1992, ningún otro equipo la había ganado dos veces seguidas. Pero el Real Madrid que diseñó Zinedine Zidane consiguió algo más, se alimentó como equipo leyenda, con un segundo tiempo descomunal, un juego que barrió de la cancha a la Juventus.

No pudo haber discusiones para la imagen final, con Sergio Ramos levantando la orejona, el trofeo de la Champions. Real Madrid lo tuvo todo y, sobre todo, a un Cristiano Ronaldo furioso en su versión de jugador de área. Sólo hubo un descanso después del primer gol del portugués, cuando la Juventus empató el partido con un golazo de Mario Mandžukić, una serie de toques por el aire que el croata paró de pecho y remató de chilena. Sólo esa espectacularidad le quitó algo de protagonismo al Real Madrid. Y algún remate desde afuera que hizo revolcar a Keylor Navas. Lo demás en la Juve fue gris, incluso (o sobre todo) los argentinos Paulo Dybala y Gonzalo Higuaín.

Real Madrid consagró con el título europeo un estilo que podría ser la envidia de los catalanes. Si el Barcelona era lo que había que ver en la última década, el equipo de Zidane es la nueva criatura a la que hay que atender. El francés es el primer entrenador que consigue ganar dos copas de Europa en sus dos primeras temporadas, y es el hombre que hizo los retoques necesarios para eso. Uno de ellos fue reubicar a Cristiano en el área, sin necesidad de salir de esa zona, y le potenció su virtud goleadora. Otro fue optar por Isco para conformar el rombo del mediocampo, el espíritu del equipo, con Casemiro, Modric y Tony Kroos, la respiración del Real Madrid. Para Gareth Bale, el banco. Para James Rodríguez, la platea. Esas decisiones muestran que Zidane privilegia un juego de posesión que la verticalidad. Y que el criterio futbolístico prima por sobre el marketing.

El segundo tiempo fue un ballet madrileño. El gol de Casemiro desde afuera –un rebote previo- abrió el aluvión que siguió con el segundo gol de Cristiano y la sentencia de Asensio. Un cierro magnífico para un equipo que pretende marcar una época, el que se lleva la foto de los papeles de colores, el reinado de Europa. El que acaba de ganar la Liga. El que va ahora por la triple corona si repite lo de 2016, ganar el Mundial de Clubes.