Mientras buena parte de la prensa se quedó con la dedicatoria que hicieron los futbolistas argentinos a los putos periodistas tras asegurarse la clasificación al Mundial de Rusia 2018, la noticia parecía estar en otro lado: a la Argentina por fin le llegó su vestuario ganador. Después de las tres finales perdidas de maneras consecutivas sin marcar si quiera un gol, en la altura de Quito llegó el premio para esta Selección: logró transformar la tensión en alegría. El desafío es que ese clima festivo se repita en el 15 de julio del año que viene en el Estadio Olímpico Luzknikí, en Moscú.

Que Lionel Messi sea argentino no es la única ventaja con la que cuenta la Selección. Además de tener en el plantel una base de futbolistas que al menos ya jugaron un Mundial –Sergio Romero, Nicolás Otamendi, Javier Mascherano, Marcos Rojo, Lucas Biglia, Ángel Di María, Enzo Pérez, Sergio Agüero, el propio Messi– el cuerpo técnico también tiene experiencia mundialista. Con el antecedente de haber dirigido a Chile en Brasil 2014, Jorge Sampaoli y sus numerosos ayudantes ya tienen en la cabeza el plan para llegar a junio próximo de la mejor manera. «Sabemos cómo se juega un Mundial, por lo que hemos vivido en Brasil. Ahora hay que prepararse en estos últimos meses que quedan, para llegar a Rusia e intentar dar el golpe», reconoció Javier Mascherano en las últimas horas.

En cualquier receta para volver a tocar la Copa del Mundo figura como ingrediente fundamental encontrar al mejor Messi. Ese, también, es el anhelo de Sampaoli y uno de los mayores desafíos que lo llevó a ponerse el buzo de AFA, además del profundo sentimiento nacionalista y futbolero que siente desde siempre el entrenador. «Messi no le debe un Mundial a Argentina. El fútbol le debe un Mundial a Messi», fue la definición del técnico en Quito después de la clasificación y de la gran actuación del capitán argentino.

Allí también contó parte de la charla previa al partido decisivo ante Ecuador. «No podemos dejar a Messi sin Mundial», les dijo a sus dirigidos. El hombre de Casilda está convencido de que la manera de que el mejor del mundo se sienta cómodo es ofrecerle situaciones de juego similares a las que vive en Barcelona, donde juega desde los 13 años. Repite eso en cada conferencia de prensa. Y no es casualidad que entre sus ayudantes también esté Matías Manna, un periodista rosarino que desde 2004 estudia los movimientos tácticos del Barcelona, de Pep Guardiola y de Johan Cruyff en su blog Paradigma Guardiola. La idea es rodear al 10 desde la comodidad, no desde la sobreprotección.

Entre las distintas teclas que debe tocar para tener la mejor versión de Messi, Sampaoli está convencido de que debe generar las mejores sociedades para que el 10 pueda tener opciones de pase y espacios para poder resolver su jugada, tal como ocurrió en Quito. Enzo Pérez para el primer pase, Di María para asistir y Benedetto para atraer marcas fueron algunas de las buenas sensaciones que dejó la victoria ante Ecuador de visitante.

Pero es sólo una prueba. La búsqueda durante estos ocho meses que restan hasta el inicio del Mundial será que todos sepan encontrar el mejor camino a la zurda de Leo. Que los defensores encuentren el pase vertical cuando lo vean libre. Que los extremos se acostumbren a tirar el centro atrás, raso y a la medialuna, como se lo sirven en Barcelona. Y que los puntas le tiren las diagonales que le generen el espacio. Esos movimientos –que dieron resultado en Quito, pero que también se vieron en las presentaciones fallidas de la Argentina ante Perú, Venezuela y Uruguay– serán trabajados en los amistosos y también en los viajes que tiene previsto el entrenador para los primeros meses del año.

Antes de asumir oficialmente, Sampaoli ya estaba convencido de que la sociedad entre Messi y Dybala –dos de los cinco mejores futbolistas del momento– sería imbatible. Ensayó con esa fórmula en el amistoso ante Brasil, en Singapur, y en los partidos de Eliminatorias ante Uruguay y Venezuela. Apenas hubo una pared. Esas pruebas frustradas y la sinceridad de Dybala («Es difícil jugar con Messi», admitió el cordobés) llevaron al entrenador a dejar en pausa esa sociedad. «La apuesta por Paulo la tenemos bien clara. Entendemos lo que dijo. Es una posición que por ahí se choca con la de Leo. Ahora no hay tiempo para trabajar las maneras que pueden volver útil esa relación», dijo el técnico antes del partido con Perú. En los últimos dos juegos, el zurdo de Juventus no tuvo minutos. En estos ocho meses que faltan hasta el inicio de la Copa del Mundo sí habrá tiempo para explorar esa sociedad.

Apenas dos semanas de preparación tendrá Sampaoli para llevar al campo todo lo que imagina en su cabeza y todo lo que pueda ver a través de videos o de charlas con los protagonistas antes de definir la lista del plantel mundialista. Argentina jugará el sábado 11 de noviembre, ante Rusia, en Moscú, en la reinaguración del estadio Olímpico Luzkniki, donde se jugará la final del Mundial. La idea del cuerpo técnico es que en ese viaje también se reconozca y se cierre el alquiler del que será el búnker nacional durante el mes de la Copa del Mundo: el Broonitsy Training Base, a 55 kilómetros de Moscú, la capital rusa.

El deseo de Sampaoli es que el otro amistoso de esa ventana de FIFA sea ante un equipo europeo de primer nivel, como Polonia (clasificado al Mundial) o Ucrania (se quedó afuera del repechaje).

El siguiente encuentro con los futbolistas sería en marzo, en Milán, para disputar la Copa Artemio Franchi: jugarían el campeón (Portugal) y subcampeón (Francia) de la Eurocopa y el campeón (Chile) y subcampeón (Argentina) de la Copa América. Por los cruces, el duelo sería Messi-Ronaldo. El morbo ideal para despertar la furia del mejor jugador del mundo, la misma que mostró en Quito para dar el primer paso de este largo camino de nueve meses que todos esperan que termine el 15 de julio en Moscú.