Invitado por la Dirección General del Libro, Bibliotecas y Promoción de la Lectura, el famoso fotógrafo venezolano Vasco Szinetar visitó Buenos Aires donde, bajo el título genérico La intimidad de un fotógrafo presentó tres muestras: Frente al espejo y Cheek to cheek en la Biblioteca Ricardo Güiraldes y Descoloridos en la Biblioteca Casa de la Lectura. Realizó, además, una serie de actividades, entre las cuales se cuenta una presentación en la Feria del Libro. 

Durante los últimos 40 años se ha dedicado a retratar a personajes fundamentales de la cultura, especialmente a escritores, de Borges a García Márquez, desde Vila-Matas a Juan Villoro, de Arthur Miller a Salman Rushdie. Precursor de la selfie, se ha retratado a sí mismo junto a otros notables  en el reflejo de un espejo que, por lo general, estaba ubicado en el baño de un hotel, de un aeropuerto o una cafetería. Esas fotografías se integran en uno de los múltiples apartados en los que se clasifica el extenso cuerpo de tu obra fotográfica.

 “El cruce entre la literatura y la fotografía –dice Javier Martínez, director general del Libro, Bibliotecas y Promoción de la Lectura- construye un lenguaje propio que genera un intercambio infinito de ideas y miradas. Esa relación constituye una herramienta poderosa para promover la lectura desde un espacio de disfrute y de múltiples interpretaciones. La intimidad de un fotógrafo es una muestra que reúne a grandes protagonistas de la escena literaria y cultural, retratados a partir de prácticas de autorretrato (luego selfie) que logran transmitir en los protagonistas una expresión -y complicidad- especial. El Vasco crea imágenes que dan la sensación de actualidad y atemporalidad, como si todas sus fotografías hubiesen sido tomadas ayer, generando así una sensación de proximidad única. Su obra invita al espectador a sumergirse en la intimidad de esos encuentros.” 

Tiempo Argentino mantuvo un extenso diálogo con Vasco Szinetar, un fotógrafo trashumante que logra convertir en eternidad la fugacidad de un instante. 

-¿Cómo fueron sus comienzos? ¿Usted eligió la fotografía o la fotografía lo eligió a usted?

-Un niño en la modernidad es muy posible que comience sus días con una camarita fotográfica. Cuando tenía 13 años me regalaron una pequeña cámara y comencé a hacer fotografías como un hobby, como una diversión. No pensé ni me imaginé en ese momento que iba a ser fotógrafo. Posteriormente hice el bachillerato e impregnado por la época decidí estudiar cinematografía. Posteriormente me fui a Colombia donde estudié dos años y luego a Inglaterra. 

-¿Por qué a Polonia, tiene que ver con sus orígenes? 

-No, yo soy de ascendencia húngara-castellana, más precisamente, venezolana, judío-católico.

 -¿Su madre era católica y su padre, judío? 

-No, ellos eran comunistas, que es peor (risas). Vengo de una familia de intelectuales y políticos.  MIi abuelo fue el último caudillo que tuvo el siglo XX en Venezuela 

– ¿Quién era su abuelo? 

-José Rafael Gabaldón, un general de la época que se hizo en el campo de batalla. A los 21 años lo nombraron general en una guerra intestina. Fue gobernador de Estado, embajador aquí, en la Argentina, en los años 40 y luego se convirtió en un personaje muy cercano a los comunistas, tenía una relación excelente con el mundo socialista y me consiguió una beca en Polonia? 

-¿Aunque sea una broma, por qué dice que ser comunista es peor que ser católico o judío?

 -Bueno, porque la experiencia comunista en el mundo ha sido nefasta. 

-Quizá no más más nefasta que el neoliberalismo, ¿o usted considera que sí? 

-No se trata de elegir una cosa u otra. El comunismo como experiencia totalitaria es el horror. El capitalismo no es perfecto, pero permite que los comunistas sobrevivan en las sociedades capitalistas. En Francia, en Italia, en España, conviven. Pero ésa es otra discusión. 

-Es otra discusión. Volvamos a Polonia e Inglaterra, donde usted fue a estudiar.

 -Cuando terminé mi estudio volví a Venezuela y empecé a hacer fotografías de escritores que eran amigos míos, hice cine –montaje- y ese proceso de diálogo con el mundo intelectual se fue expresando en retratos que se publicaban y en la medida que se publicaban tenía más exigencias de otros retratos y esa dinámica me fue llevando a decir un día: yo soy fotógrafo. Las cosas son así, uno va explorando el mundo hasta que encuentra una forma en que se puede expresar holgadamente. 

-Usted tenía y tiene amigos escritores porque usted también escribe, ¿no es así? 

-Sí, soy poeta y admiro a los escritores porque me parece que son unos tipos importantes en el mundo social, independientemente de que sean buenos, malos, regulares, extraordinarias personas o miserables. La actividad del escritor es importante en la sociedad y yo crecí admirando el universo de artistas, pintores. Se dio la oportunidad de ir construyendo un discurso y descubrí que era retratista. Uno es lo que hace y en la medida que voy haciendo retratos todo el tiempo, soy retratista. 

-Usted ha retratado a los más grandes escritores, de Leonardo Padura y Salman Rushdie y Borges y ha recorrido el mundo con la fotografía. Ver una foto de 1981 de Emil Cioran reflejada en el espejo de un baño, resulta muy curioso porque la filosofía de Cioran es terrible, muy oscura y es difícil imaginar que se haya prestado a un acto que tiene que ver con el humor como fotografiarse en un baño. ¿Cómo lo convenció? 

-Paradójicamente, a veces, esos personajes son los más risueños, los que tienen mayor sentido del humor, los que tienen una capacidad mayor de entender el mundo, porque cuando un filósofo trata con temas tan densos como la muerte, como la miserabilidad humana, etcétera, está provisto de los instrumentos para entender y eso le permite tener un gran humor. Cioran era una personalidad muy abierta con gran sentido del humor. Recuerdo que fui con una gran amiga, Carol Prunhuber, escritora y él se volvió loco por esta muchacha y les tomé fotos juntos, él en una ventana haciendo el papel de enamorado. Tenemos siempre una mirada un poco idealizada de los personajes públicos y los personajes públicos son tan extraordinarios u ordinarios como cualquiera. 

-También lo retrató al escritor portugués Antonio Lobo Antunes, alguien a quien entrevisté por lo que sé que no es una persona fácil. Incluso en la reseña que leí de la foto se dice que tiene un “carácter tenso”. En ese caso sí me parece insólito que haya aceptado sacarse una foto con actitud lúdica. 

-Es una persona complicada. Nos encontramos la primera vez en Bogotá y traté de hacerle una sesión de retratos y no pude. Él no quiso, no hubo espacio. Tengo como principio que todo llega y a él le llegaría su hora. Posteriormente lo encontré en México, en Guadalajara, y un amigo editor me lo llevó al baño como un corderito y lo retraté. El tema es saber esperar el momento porque la gente no está dispuesta todo el tiempo a participar en algo tan íntimo, tan trascendente, tan importante como es un retrato.

 -Además, no es cualquier retrato. 

-No es cualquier retrato, sino que es parte de una performance.

 -Usted retoma en la fotografía algo que viene de lejos, como es la incorporación de la propia imagen del autor en el trabajo, como Velázquez se incorporó a sí mismo en Las Meninas. Pero usted lo hace de manera particular: toma la imagen reflejada en el espejo de un baño. ¿Por qué elige ese lugar? 

-Generalmente los personajes que retrato los retrato viajando. Me encuentro con ellos en hoteles, en una cafetería y en esos lugares el espacio más viable para conseguir un espejo es el baño. Es decir que la realidad se impuso como discurso, me impuso un espacio que es el baño. No necesariamente todos tienen que ser allí porque lo importante es el espejo, pero una gran mayoría de esos espejos está en el baño.  Además, los baños tienen una iluminación que me permite funcionar fotográficamente.

 - Ahora usted muy conocido, pero quizá en un principio la propuesta de sacar una foto en el baño debe de haber sonado rara.

-Sí, pero yo soy una persona con sentido del humor y he desarrollado también unas estrategias lúdicas para seducir a mis personajes e invitarlos de una manera gozosa al baño. 

-¿Y cuáles son esas estrategias?

 -Son muy rápidas. No son conscientes, son un estilo de abordaje, una forma de relacionarse con el otro. La gente está deseosa de atención, de ser tomada en cuenta, de que se la escuche, de que se le dé afecto. Todos estamos buscando afecto, entonces, en ese ámbito, si uno sabe establecer el diálogo correcto, las cosas fluyen. 

-Leí que conocer a Borges fue para usted como tener a Dios frente a usted- ¿Fue un punto de inflexión en su trabajo? ¿Cómo fue el encuentro? 

-Sí, fue así. Borges estaba en Venezuela para asistir a una corrida de toros que es un evento muy típico allí. Ya Borges estaba ciego, es decir, que era un sinsentido. Fuimos todos a la corrida de toros y luego un hubo una reunión en la casa del escritor Miguel Otero Silva que era el director del diario El Nacional. Fue un grupo importante de gente y lo entrevistó Tomás Eloy Martínez… 

…de quien también tiene una foto.

-Sí y mientras lo entrevistaba Tomás Eloy Martínez, me puse a conversar con María Kodama, le hice unos retratos y la convencí para que me llevara a Borges al baño. Entonces fue todo muy fluido porque no tuve que hablar con él, no tuve que convencerlo. Fue, se rio, lo disfrutó porque, de alguna manera, le estaba devolviendo su performance con los toros: lo llevé a esa situación como él nos llevó a nosotros a una corrida de toros que no podía ver.

 -Sí, eso es insólito. También ha viajado en globo con María Kodama, creo que en el 83 y luego esa experiencia fue publicada en fotos y notas de viajes. Cuesta entender de qué manera vivía él esas cosas siendo ciego. 

-Creo que era un performista: ponía en escena situaciones. Era un gran bromista, por lo que esos eran actos conscientes. 

-¿Y cómo logró retratar en el baño a García Márquez? 

-Lo retraté gracias a la intermediación de Tomás Eloy Martínez que fue el que lo presentó aquí en la Argentina cuando se presentó Cien años de soledad. Era muy amigo de García Márquez y yo era muy amigo de Tomás y me dijo: “Vasco, vente”. Fuimos a una cena que había en la casa de Soledad Mendoza, la hermana de Plinio Apuleyo Mendoza. Me llevó y entonces tuve la oportunidad en un espacio íntimo de amigos, en medio del tráfago de una feria, de hacerle unos retratos en el espejo. Esos retratos me han ayudado mucho en mi trabajo, porque cuando retratas a esas personalidades, ya se convierten en una referencia. 

-También le tomó una foto a una gran escritora argentina, Luisa Valenzuela.

A Luisa la retraté en Cartagena de Indias en el Hay Festival y posteriormente la foto en el espejo se hizo en Bogotá a ella y a otro escritor, Jotamario Arbeláez que no sale en la foto porque quise escoger la que estaba ella sola. 

– Aunque los escritores están acostumbrados a las notas, hacerse fotografías, en general, no les resulta fácil porque su instrumento de trabajo no es el cuerpo. 

-Son, como todos, sumamente vanidosos y quieren ser reconocidos las 24 horas, como nosotros, como todos los seres humanos. Pero, además, yo ya tengo un oficio de muchos años y conozco mucha gente. Tengo una forma de vincularme que es tranquila, amorosa, entonces se van rompiendo las barreras. 

-¿Y cómo fue con José Saramago, que parecía una persona tan pudorosa?

Saramago fue a Venezuela y le tomé unos retratos. Posteriormente, estando yo en Madrid, en el mismo hotel que él, me lo encuentro y le digo: “Vamos a ir al baño” y allí hicimos la foto. 

-Usted expone aquí Frente al espejo, Cheek to cheek y Descoloridos. ¿Estos trabajos los realizó de manera simultánea o sucesiva? 

Tengo muchas formas de sacar fotos, diversos cuerpos de trabajo. Tengo un proyecto, por ejemplo, que se llama Cuerpo de exilio. Yo estuve exiliado en Colombia dos años, de 2010 a 2012 y surgió este proyecto. También tengo uno con artistas visuales en el que ellos nunca miran, aparecen con los ojos cerrados o se los tapan. Lo que quiero decir es que me muevo en diversos registros de manera simultánea, pero todo está ordenado porque el que no tiene orden es un fracaso. 

-En Descoloridos usted incluye un retrato de Alan Pauls. ¿Por qué “Descoloridos”? 

-Los fotógrafos hacen blanco y negro o color. Yo vengo de la fotografía en blanco y negro. La fotografía en color es sumamente vistosa y mi trabajo aspira a ser mucho más silencioso, más íntimo, más cercano. De una manera natural, cuando comencé a hacer este trabajo de Cuerpo de exilio, decidí des-saturar la imagen, bajarle un tono de luminosidad al color y dejarlo en ese espacio ambiguo donde creo que el sujeto puede expresarse de una manera mucho más plena, más fuerte. 

-Ese retrato de Alan Pauls es muy sugerente. 

-Es que para mí en el retrato lo fundamental es crear una atmósfera que permita que el otro se exprese de manera plena, sin ruidos. Para eso hay que estar muy atento al espacio visual donde se desarrolla el retrato. Entra a jugar el tema de la luz, de la composición. Tiene que ser un espacio que no compita con algo fundamental que es el alma del retratado y permita que el sujeto dialogue con quien va a ver su retrato. 

-¿Por qué son tan particulares los retratos fotográfico de fines del siglo XIX y principio del XX? Es un tipo de fotografía que tiene algo particular más allá de los vestidos de época o los decorados

-Son una maravilla. El retrato es una expresión que está vinculada a la cultura de manera irremediable desde lejanos tiempos hasta la contemporaneidad. El retrato o una tajeta de visita son formas de trascender, de vivir en el tiempo. Es un rito. Se retrata para no morir, para dar testimonio del paso por el mundo. Es un momento trascendente. Esos retratos a los que te refieres tienen esa atmósfera, esa impronta. La gente iba y se retrataba en el estudio. Era una cita importante de la familia en un momento de sus vidas. Yo trabajo mucho el tema de los archivos. Soy curador-director de un archivo privado en Venezuela que se llama Archivo Fotografía Urbana y he tenido la suerte de trabajar toda la memoria fotográfica, desde el daguerrotipo hasta hoy. Y he tenido la suerte también de descubrir fotógrafos que estaban en la sombra y de llevarlos desde el anonimato a tener una presencia en el mundo de la fotografía. Trabajo cotidianamente en eso que me fascina. Sería capaz de pagar para trabajar allí, pero esto que no lo sepa mi jefe (risas).

-Pero también ha hecho muchas otras cosas 

-Como todos los seres humanos en mi vida he hecho muchas cosas. He tenido una trayectoria como gerente cultural, dirigí una galería de arte, un museo de arte contemporáneo, un centro de fotografía, he hecho periodismo. Soy viejísimo.