Cuando quedó claro que en el segundo semestre de este año no se produciría el crecimiento económico, el gobierno nacional comenzó a apuntar al año próximo como el momento en el que el salto de la actividad sería visible. Sin embargo, factores externos e internos están interviniendo y podrían impedir que se cumpla ese deseo.

En las usinas del gobierno siempre apostaron a un contexto internacional favorable en 2017, marcado por dos ejes. De un lado, Brasil recuperaría el tono muscular y cerraría este año con una caída leve de su PBI para pasar a un crecimiento del 1,1% en 2017. Sin embargo, los últimos datos marcan que la caída de este año será del 4% (superior a la de 2015, del 3,8%) mientras que la recuperación de 2017 será nula. Los industriales argentinos advierten que en este contexto será más difícil introducir productos argentinos en Brasil y que, por el contrario, es dable esperar un fuerte incremento de la presencia de productos brasileños en la Argentina y a bajos precios.

El otro eje era que las tasas de interés se mantendrían bajas. «El escenario de bajas tasas ha tendido a fortalecerse», aseguraban en el Ministerio de Hacienda y Finanzas en octubre pasado. Sin embargo, el ascenso de Donald Trump a la presidencia de EE UU ha hecho trizas este pronóstico. La expectativa del mundo especulador es que este miércoles 14 se ejecute la primera de una seguidilla de subas que podrían duplicar la tasa de referencia de EE UU en un año. Las consecuencias de esta expectativa se visualizan en la caída en la cotización de los bonos emitidos en pesos por el Estado argentino (incluidos los que ajustan por la inflación) y en la suba del dólar, que pasó de $ 15,50 a 16,20.

La suba de la tasa de interés en EE UU encarecerá la deuda externa con la que el gobierno espera financiar el déficit de 2017, además de que restringirá las fuentes de crédito. Según Aldo Pignanelli, economista que asesora al Frente Renovador, las necesidades de financiamiento externo del año que viene rondarán los U$S 40 mil millones. Este escenario explica la bajada de línea de Mauricio Macri a sus ministros para reducir los «gastos superfluos» o las «superposiciones». El economista indicó que «no parece que por esa vía reduzcan un déficit que llegará al 5% del PBI en 2017».

El efecto Trump puede traer otras dos consecuencias desagradables para las expectativas de reactivación que mantiene el gobierno. La primera es que la concepción del mandatario electo es que sean las propias empresas de su país las que motoricen el crecimiento estadounidense. De esa manera, con el estímulo de tasas de interés más elevadas, muchas de las multinacionales originadas en ese país volverán a volcar sus fondos y sus máquinas en Estados Unidos, desdeñando otros emplazamientos. Si eso se cumple, las inversiones extranjeras que el gobierno esperaba para este segundo semestre y que en la visión del oficialismo estaban demoradas podrían evaporarse definitivamente.

La segunda complicación que trae Trump es que si coloca barreras a las importaciones, como anunció, los principales actores del comercio exterior (entre ellos China, con fuerte respaldo estatal) buscarán volcar sus excedentes a nuevos mercados. Con lo cual los perjuicios para las empresas nacionales por la avalancha de productos asiáticos, que ya aqueja fuertemente a sectores como textil, calzado y juguetes, podrían ser aún mayores.

Todos estos elementos hacen pensar que 2017 será mucho menos resplandeciente en materia económica de lo que Macri pensó hace un año, cuando asumió la presidencia. «

La inflación no cede

El jueves se conocerán los datos del Indec sobre la variación de precios de noviembre. A la espera de esa novedad, ya se conoció el IPC Congreso: los relevamientos de las consultoras que lo integran promediaron 1,9%, con lo que la inflación interanual fue 43,4%. Aunque el gobierno espera una desaceleración, la meta del 17% anual parece una utopía.