Es oficial: la Argentina está en recesión. Según las cifras entregadas esta semana por el «nuevo» Indec –a cargo del economista Jorge Todesca– el Producto Bruto Interno (PBI) lleva tres trimestres con cifras negativas. O más, porque el cálculo no incluye el derrumbe registrado en los últimos tres meses, donde pegó fuerte el tarifazo en el bolsillo de las Pymes, los asalariados, los comercios, las cooperativas, las autogestionadas y los consumidores en general.

Según el instituto estadístico oficial, la caída comenzó en el tercer trimestre de 2015, al calor de la contienda electoral. Las cifras muestran que, luego de un 2014 en rojo, el PBI acumuló dos trimestres de repunte –1,7% positivo en el primero, 1,4% en el segundo– para caer al -0,1% en el tercero y cerrar el año con una baja del -0,4 %.

El efecto de la devaluación y los despidos en el sector público se hizo sentir en el primer trimestre del gobierno PRO, que derrumbó el PBI al -0,7% a fines de marzo. Pero los especialistas de distintas orientaciones coinciden en que lo peor está por llegar: según las estimaciones privadas el primer semestre, cerrará con una caída cercana al 3% del PBI, un pozo que el gobierno deberá remontar rápido si –como prometió– quiere llegar a fin de año con el país en marcha.

No es poco lo que Mauricio Macri se juega en este mentado segundo semestre: más allá de que aún goza de simpatía –en buena medida prestada por la sucesión de escándalos que golpean a su antinomia K–, el gobierno sabe que necesita llegar al año electoral con la economía en marcha. Los cerebros políticos del oficialismo –que los hay– intuyen que, a la hora de los votos, poco servirá el desfile opositor por tribunales si el bolsillo –la víscera más sensible de los votantes– llega flaco a las urnas. Uno de los pocos funcionarios con más calle que Excell que habita la Casa Rosada resumió el desafío así: «(Carlos) Menem fue preso en junio de 2001. Seis meses después, (Fernando) De la Rúa salió eyectado en helicóptero. Si nos creemos que meter en cana a Cristina nos da indemnidad estamos jodidos», sentenció el funcionario, con la piel de gallina por el recuerdo. Se entiende: vio aquella huida desde un despacho cercano al que ocupa hoy.

Las especulaciones y estrategias del ala política del gobierno suelen chocar con la impronta de los tecnócratas, que en el Gabinete son multitud. Un ejemplo palpable de eso fue el tarifazo, ejecutado por el ministro de Energía Juan José Aranguren con la delicadeza política de un orangután. Ese desastre, por cierto, no se podría haber hecho sin la anuencia del propio presidente Mauricio Macri, director de una orquesta a la que ordenó ejecutar una sinfonía que el propio ministro de Economía Alfonso Prat-Gay intituló: «Trabajo sucio.»

El torniquete ortodoxo disparó las alarmas de todos los indicadores sociales. Crecimiento récord de la pobreza –con un incremento del 13% en el primer semestre PRO, según un relevamiento del Instituto Gino Germani–, destrucción del empleo (ver recuadro), caída en el poder adquisitivo de los salarios y fuerte retracción del consumo. Un informe elaborado por el Centro de Economía Política Argentina (CEPA) le puso cifras a la crisis:

Inflación: «Se constata que la escalada inflacionaria del mes de abril de 2016 fue la más elevada de los primeros cinco meses de nueva gestión. Considerando el IPC CABA, la inflación de diciembre de 2015 ascendió a 3,9%, en enero 4,1%, febrero 4,0%, marzo 3,3%, abril –con gran impacto de los aumentos tarifarios– tuvo una inflación de 6,5% y para mayo la proyección que aquí se asume es de 3,5%. (…) En el caso de índice de inflación medido por «Congreso», en abril el aumento de precios minoristas fue 6,7%, y de acuerdo a IPC de la Consultora Bein y Asociados, la inflación de abril fue 7,2 por ciento.»

Consumo: «La evolución de las ventas minoristas experimentó, desde diciembre de 2015, una fuerte caída; tendencia que se profundiza en 2016, arrojando una caída de 9,2% en mayo. La medición marca el quinto mes consecutivo de caída de las ventas minoristas en nuestro país, registrando más de 28% de retroceso acumulado.»

Producción industrial: «(El sector) expone una caída de 4,7% para las pequeñas y medianas empresas (PyMEs) en todo el territorio nacional. Si se analiza desde el mes de diciembre, la caída acumula 19%, con impactos directos en la destrucción de empleo registrado. Según la encuesta de la CAME, de las 250 empresas consultadas en todo el país, 60% sostuvo que finalizó el mes con rentabilidad negativa.»

Salarios: «(Desde octubre de 2015) se observa una caída que se acelera hacia febrero de 2016, cuando ya se refleja en los precios la devaluación de diciembre de 2015 (pass-through), ubicando al salario real en niveles similares a los que existían en 2013. En abril de 2016 el promedio del salario real privado registrado ha retrocedido 11% respecto de octubre de 2015 y se ubica en niveles similares a los de 2011. El salario mínimo, por su parte, se encuentra por debajo de los niveles de 2006.»

El gobierno suele explicar el derrumbe económico del primer semestre de su mandato por la inercia de la «herencia». Es cierto: la dinámica inflacionaria y algunas distorsiones acuñadas por la gestión K sirvieron para mantener el consumo a flote, pero sofocó el crecimiento y la producción. Sin embargo, el remedio que escogió el gobierno tiene el sabor de un veneno conocido: ejecutar una transferencia regresiva de ingresos a la espera de que la bonanza de los sectores favorecidos –campo, bancos, servicios y productores concentrados– «derrame» sobre las mayorías. Una teoría de probada ineficacia en países como la Argentina.

Apegado a la práctica política más elemental, el gobierno ejecutó el ajuste bajo la promesa de un futuro mejor. El problema es que ese futuro llegó con más palos que rosas, y el macrismo enfrenta ahora al desgastante y peligroso fantasma de la decepción.

«Lo del segundo semestre fue un invento de los periodistas, que siempre están apurados», dicen ahora en los pasillos de la Casa Rosada, ávidos por bajar la expectativa que el propio gobierno creó. Fuera de micrófono, esas mismas voces aclaran: «A partir de la baja de inflación, que ya empezó, habrá mejores perspectivas económicas, porque la inflación hace muy difícil planificar para las empresas. El problema es la energía: ahí tomamos las medidas más antipáticas y va a ser difícil explicarle a la gente que en verano, aunque estén pagando las tarifas nuevas, van a seguir los cortes de luz. Se necesitan dos años para componer la situación.» La gran pregunta, adentro y afuera del gobierno, es si cuentan con tanto tiempo de gracia. «La gente entiende la situación catastrófica en la que estaba el sector energético y que la suba de tarifas era algo necesario, pero si las cosas no empiezan a mejorar vamos a estar en problemas», reconocen los funcionarios que hablaron con Tiempo bajo estricto pedido de anonimato.

El propio Mauricio Macri estrenó el nuevo relato oficial en el inicio de su gira por Francia, Alemania y EE UU. «No dije que la Argentina iba a estar con todos sus problemas resueltos en el segundo semestre», le dijo a los medios alemanes, aunque reconoció: «Dije que el segundo semestre iba a ser mejor que el primero. Este es un camino largo, las cosas no pasan de un día para el otro sino dando pequeños pasos todos los días. Y estamos dando pequeños pasos todos los días.» Es probable. La incógnita es el destino. A la reactivación o al abismo se puede llegar de a pie.

Un escenario con mayores pérdidas de empleo

La Argentina perdió 167 mil puestos de trabajo en el primer semestre de este año. El dato surge de un estudio del Centro de Economía Política. Julia Strada, investigadora de ese centro, le dijo a Tiempo que «hay una tendencia descendente ya que la ola de despidos comienza a morigerarse», aunque aclaró que para este segundo semestre podría darse un escenario de despidos de las pymes.

Strada aseguró que en lo que va del año, el sector privado registrado perdió 70 mil puestos de trabajo en particular provenientes de grandes empresas. A ello se le agregan otros 40 mil puestos destruidos en el sector público. Todo ello, sumado a la pérdida de puestos en los sectores autónomo y no registrado lleva a la cifra de casi 170 mil puestos perdidos.

La especialista indicó que los sectores productivos en los que se constató una mayor destrucción de puestos fue en la construcción, la siderurgia, el automotriz y el electromecánico.

Strada observó que las estadísticas del Ministerio de Trabajo son contradictorias pues mientras una semana atrás el Boletín de Indicadores Laborales marcó que en abril prácticamente había un equilibrio en el empleo respecto a un año atrás, anteayer salió a la luz otro estudio de la misma cartera que conduce Jorge Triaca en el que se admitió que 42 mil personas habían perdido el empleo en el sector privado registrado en el mismo mes respecto de un año atrás.

Strada consideró que el segundo semestre no traerá aparejado un cambio en la tendencia. Aseguró que la persistencia de las altas tasas de interés, la recesión y el tarifazo golpearán de lleno a las pymes, muchas de las cuales ya están en una situación compleja. «Es posible que asistamos a un segundo semestre en el que las pymes expulsen trabajadores, y ello se notará menos porque no trasciende en los medios y esos trabajadores están menos sindicalizados», concluyó.