Era la última semana del 2019 y el entonces flamante gobernador bonaerense, Axel Kicillof, esperaba aprobar una reforma tributaria, en rigor, una actualización de los impuestos que cobra la provincia de Buenos Aires, centralmente el inmobiliario rural y el urbano. Una semana antes había logrado aprobar la emergencia económica. Pero de qué servía esa emergencia sin los recursos que se recaudan por impuestos. La actualización que proponía Kicillof no era tan diferente a la del resto de las provincias, ni a otras que había aplicado su antecesora María Eugenia Vidal. Sin embargo, un aumento de impuestos siempre es antipático para la opinión pública y una oportunidad para la oposición, en este caso la liderada por Cambiemos que tiene mayoría en el Senado provincial. Era un escanario en el que la coalición derrotada en las elecciones podía  mostrar músculo y unidad. Además, a pesar de lo extraño que parezca en este caso tratar de correr por “izquierda” al gobernador.

Fueron días tensos. Los medios de comunicación del bloque conservador castigaron a Kicillof, acusándolo de “principiante”, entre tantas otras cosas.

El gobernador bonaerense es un objetivo en la mira telescópica de la derecha. Es una pieza clave del ala del Frente de Todos que el aparato comunicacional de establishment se propone destruir. La figura principal de los ataques sigue siendo la ex presidenta Cristina Fernández y, a pocos pasos, le sigue Kicillof, que además es visto como «cristinista».

El juego de apostar a la fractura del FDT tiene un punto débil que sus promotores no logran percibir. Existe en la coalición panperonista  un ala más “tradicional”, por llamarla de una manera, y otra más “progresista”. No son rasgos singulares del FDT sino habituales en cualquier coalición o partido político que representa a grandes mayorías. Incluso en el iniciático krichnerismo pueden encontrarse: la alianza entre Néstor Kirchner y Eduardo Duhalde encarnó lo mismo que el acuerdo trípode entre los gobernadores, el kirchnerismo y el massismo.

El punto débil de quienes apuestan a la fractura del FDT es no entender que buena parte del poder político del presidente Alberto Fernández radica en ser el vector de esa alianza, el articulador, el garante de la unidad.  Todos los sectores lo reconocen en ese rol, en eso se funda buena parte de su liderazgo y su fortaleza hacia adentro. Es decir: la invitación que cotidianamente le hace la derecha al presidente para que “rompa” con el kirchnerismo, con su vicepresidenta, es proponerle que dinamite uno de los imanes de su poder, que es justamente ser el garante de la pax peronista.

Volviendo a la provincia, luego de haber sorteado la zancadilla de la reforma tributaria, Kicillof tuvo que enfrentarse a un nuevo escenario aprovechado para esmerilarlo. La Provincia tiene un cronograma de vencimientos de deuda igual de inviable que el de la Nación.  El gobernador está encarando un proceso de reestructuración y tenía que definir qué hacía con el bono BP21 que vencía el 26 de enero por U$S 250 millones. Hubo tensiones, idas y vueltas. El ala comunicacional del bloque conservador volvió con la narrativa del “improvisado”, que aceleraría un proceso de default a escala nacional. Y finalmente, al no poder lograr un canje del bono, Kicillof decidió pagarlo antes de defaultear. Luego circularon análisis que sostenían que la Nación, que se había negado a auxiliar a Provincia, en realidad no veía con tanto desagrado una cesación de pagos de ese bono como botón de muestra a los acreedores privados de que si no aceptan una renegociación, el costo es mayor. Es posible que ese escenario haya existido. La negociación que debe llevar adelante Martín Guzmán es monumental y compleja. Si los acreedores creen que el gobierno hará cualquier cosa para evitar el default no tienen estímulo para aceptar una restruturación.

Kicillof, más allá del ataque mediático, sorteó nuevamente el obstáculo y esta semana pudo comenzar a mostrar más control de su gestión. Las paritarias provinciales son tirantes, pero la negociación con los docentes, la más sensible en términos sociales, transcurre en un clima en el que las tensiones no rompen la cuerda. Esta semana el Ejecutivo bonaerense anunció  que el 12 de marzo se pagará el remanente de la cláusula gatillo que estaba incluida en la paritaria del 2019. No es la idea, pero incluso ese pago estuvo en dudas cuando la reforma tributaria no lograba su aprobación 

No se trata de un día soleado en una playa del Caribe, pero sí de un escenario mejor al que sueñan quienes quieren que un tsunami arrase con el gobernador y todo lo que encarna. «