Las pretensiones de los dos candidatos más votados el martes pasado en Israel de liderar un nuevo gobierno sumieron al país en una parálisis política que el presidente, Reuven Rivlin, intentará comenzar a poner hoy en movimiento. 

El panorama casi definitivo que presentó el viernes la comisión electoral se ajusta a las previsiones: 33 escaños para el partido de centro Azul-Blanco de Benny Gantz y 31 para el derechista Likud del todavía primer ministro Benjamin  Netanyahu, de los 120 que tiene el Parlamento.

En tercera posición quedó la Lista Árabe Unida de los partidos árabes israelíes, con 13 diputados, seguida de la formación ultraortodoxa sefardita Shass, que obtuvo nueve. El partido laico nacionalista Israel Beiteinu, del exministro Avigdor Lieberman, consiguió ocho escaños, los mismos que el partido ultraortodoxo asquenazí Yaadout Hatorah («Judaísmo Unificado de la Torá»).

Ni Gantz ni Netanyahu consiguen, uniéndose a sus aliados, el número decisivo de 61 diputados. El jueves, ambos se mostraron a favor de dialogar para formar un Gobierno «de unión nacional». El objetivo es evitar que se repita el escenario de las legislativas del mes de abril: ambos rivales quedaron igualados y el presidente Rivlin encomendó al primer ministro saliente la tarea de formar una coalición gubernamental. Pero Netanyahu no lo logró, y decidió disolver el Parlamento y llamar a nuevas elecciones antes de dejar que Gantz intentara formar una coalición.

Ahora, Israel volvió a línea de largada. El presidente Rivlin prevé iniciar las consultas con los partidos del Parlamento, que tendrán que recomendar un candidato para la formación del Ejecutivo. Las alianzas podrían conducir a la emergencia de dos bloques: por un lado, Gantz y sus aliados reales (la izquierda) y potenciales (lista árabe), que sumarían 57 escaños. Y por otro, el bando de los partidos de derecha y religiosos, liderados por Netanyahu, con 55 diputados. En medio, Avigdor Lieberman y su partido nacionalista laico, hostil tanto hacia los partidos árabes como a los judíos ultraortodoxos, juega la carta del «independiente».

La lista de los partidos árabes, tercera fuerza política del país, afirmó que quiere cortarle el paso a Netanyahu, de quien critica su ley sobre el Estado Nación que hace de Israel un Estado judío. Sin embargo, tampoco indicó si apoyará a su rival, Benny Gantz, que era jefe del ejército durante la guerra de Gaza de 2014.

Como nunca, el voto árabe se tornó decisivo al momento de formar alianzas gracias al retorno de los árabes israelíes a las urnas, que representan el 18% de los habitantes de Israel.

Hace cinco meses, en las anteriores elecciones legislativas, los partidos árabes se presentaron divididos en dos listas y no lograron movilizar a su electorado, cuya abstención superó el 50%. Entonces, obtuvieron diez escaños en la Knéset, el Parlamento israelí.

En esta oportunidad, los partidos árabes se presentaron unidos bajo la candidatura «Lista unida» (árabes y de izquierda), que obtuvo doce diputados y se convirtió en la tercera fuerza.

El aumento de la participación entre los árabes israelíes resultó uno de los hechos significativos en los comicios del martes, hasta el punto que un diputado del Likud (partido de Netanyahu) aseguró que «ahora debemos vigilar a los árabes, porque utilizan su derecho a voto».

En las ciudades árabes, el electorado se movilizó harto de las discriminaciones y estigmas acentuados durante los diez años de gobierno de Netanyahu. La participación alcanzó el martes el 55%, mientras que en abril fue del 40 por ciento. La Lista unida obtuvo más del 90% de los votos de sus habitantes. «