A las seis de la mañana hora del este (11.00 GMT, 8.00 de Argentina) abrieron las urnas para la crucial elección de medio término que podría marcar el ritmo de la segunda parte del gobierno de Donald Trump -que disfrutó de dos años con mayoría en ambas cámaras del Congreso- o incluso indicar su declive para la posibilidad de aspirar a un nuevo período en 2020. Y en esa tónica se desarrolla la renovación de los congresistas, ya que el comicio es por Trump o contra Trump.  Por un lado, porque no todos republicanos adhieren 100% a la gestión de su presidente y a regañadientes aceptan el endurecimiento del discurso racista del magnate inmobiliario. Por el lado de los demócratas, porque todavía no terminaron de digerir la derrota de 2016 y llevan en sus listas a muchos representantes inclinados a la izquierda o que se declaran directamente socialistas, por lo que el único mensaje unificador es oponerse al actual mandatario.

Hay en juego 435 bancas en la Cámara de Representantes, 35 en el Senado, 36 gobernaciones y un número importante de alcaldes, jueces y jefes de policía locales, además de iniciativas particulares en algunos distritos, como consultas sobre aumentos de impuestos para financiar a los homeless en San Francisco, controles a los precios de los alquileres en Los Ángeles o aumentos de salarios mínimos en Misuri y Arkansas.

El clima general, sin embargo, es de crispación. Trump exacerbó al máximo las siempre latentes concepciones racistas de la sociedad y el culto del armamentismo. Así, la caravana que desde El Salvador intenta llegar a Estados Unidos cruzando México se convirtió en un hecho de campaña por la violencia de la respuesta del presidente, que amenazó con disparar con fusiles contra los migrantes.

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Dos hechos marcan este estado beligerante: una parte importante de los líderes opositores, incluido el ex mandatario Barack Obama, recibieron paquetes explosivos. El otro tema, más dramático, fue el ataque de un simpatizante de Trump a una sinagoga de Pittsburgh causando la muerte de 11 personas que asistían a un bautismo.

Desde la Casa Blanca la respuesta fue que si el templo hubiera tenido las puertas cerradas y guardias armados en la puerta no habrían sufrido el ataque o hubieran tenido cómo repelerlo.

Pero también el presidente apela a la estadística económica para intentar seducir a los que lo votaron hace dos años. En un editorial firmado por Trump para Fox News podía leerse que Estados Unidos «tiene la mejor economía de su historia» y que «la esperanza finalmente ha vuelto a las ciudades y a los pueblos» del país.

El otro tema económico tiene más relación con la política internacional y se relaciona con el endurecimiento de sanciones contra Irán, un hecho que comenzó a regir desde este lunes y que va contra los acuerdos firmados en 2015 por Obama con los países que integran el consejo de Seguridad de la ONU, Alemania y el país persa. Al mismo tiempo lanzó otra ronda de castigos a Venezuela, Cuba y Nicaragua. En el caso de la isla caribeña, también contra la política de su antecesor de reanudar relaciones diplomáticas y comerciales.

En la Cámara baja, los republicanos tienen una cómoda mayoría (236 curules contra 193 demócratas, con seis vacantes). Para recuperar el control, la oposición debe ganar 23 bancas adicionales, algo que en los números previos no parece tan lejano.

En el Senado las cosas son más ajustadas. De 100 escaños (a razón de dos por cada estado) el oficialismo tiene 51 bancas y los demócratas 49, habiendo en disputa 35 lugares. Acá en la previa los republicanos tienen ventaja.

Esta es la elección más cara en la historia y se estima que se movieron 5200 millones de dólares. La revista Forbes analizó el costo de cada una de las postulaciones a nivel federal y encontró el caso de varios supermillonarios que aparte de los fondos de donaciones particulares, pusieron ingentes sumas de dinero de sus propios bolsillos.

A la cabeza de estos «tycoons» está el republicano Rick Scott, gobernador de Florida, que aspira a una banca en el Senado y puso 51 millones de dólares. Bob Hugin, el ex CEO del gigante biofarmacéutico Celgene también se postula para la Cámara alta, por Nueva Jersey, y «se puso» con 27.5 millones. Hace dos años, Trump había declarado 66,1 millones propios para llegar a la Casa Blanca.

En Florida, precisamente, hay una disputa que promete controversia. En ese distrito, en 2000 George W. Bush le arrebató la presidencia al demócrata Al Gore con un fraude escandaloso. Ahora, el republicano Ron DeSantis, de 40 años, pretende reemplazar al millonario Scott, pero debe competir con un ascendente Andrew Gillum, de 39 años, alcalde de Tallahassee, demócrata y negro.

Trump apoya con todo a DeSantis y dijo que si gana Gillum, La Florida se convertirá en Venezuela.

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