Nació en Segovia, España. Tiene 27 años. A los 15 creó su propio blog y a los 21 publicó su primer libro de poesía. Subiendo sus poemas a las redes sociales se convirtió en la protagonista de un fenómeno literario: los lectores, sobre todo los jóvenes, se multiplicaron por miles. Sus recitales de poesía son siempre a sala llena.

Escribió su primera novela, Días sin ti, y con ella ganó el Premio Biblioteca Breve de Seix Barral. Viajó a Argentina para presentarla y para participar como invitada en el Congreso de la Lengua. También allí recibió la ovación del público cuando leyó su poema Somos Mujeres. La respuesta fue la misma en la lectura que hizo junto a Andrea Valbuena en el Teatro Astral, donde el público colmó la capacidad de la sala. Defiende la causa feminista. Según publicó en Instagram, la emocionó ver en la marcha del 8M a una chica que alzaba una pancarta con el fragmento de un poema suyo: «Miradnos y nunca olvidéis, que el universo y la luz salen de nuestras piernas».

En Días sin ti, la autora pone en escena dos voces, la de la abuela Dora, maestra que comenzó a ejercer durante la República, y la de su nieto, Gael, que es escultor. A través de estos dos personajes indaga con una sabia sensibilidad sobre el amor, el dolor de la pérdida, la forma en que la historia de un país irrumpe con prepotencia en la intimidad y sobre la memoria del pasado como punto de encuentro entre distintas generaciones.

–¿Podrías darme la dirección de tu cirujano plástico? Es increíble que con tanta sabiduría sobre los sentimientos parezcas una persona de 27 años (risas). ¿De dónde sale tanta experiencia?

–Creo que viene de la lectura. He leído mucho, sobre todo de niña, que es cuando uno se empapa con más facilidad de lo que lee y está menos contaminado. He vivido mucho a través de los libros.

–¿Cómo surgieron las dos historias que narrás?

–De manera sencilla. Es verdad que antes de escribir la novela me documenté mucho sobre técnicas narrativas porque era algo que no controlaba. Pero creo que en la narrativa son los personajes los que se van escribiendo a sí mismos. Sí me apetecía hacer un contraste entre una persona mayor y un chico joven. Deseaba, además, que el protagonista fuera un hombre.

–¿Por qué?

–Porque no quería que hubiera una identificación demasiado evidente. Quería alejarlo de mí porque cuando se escribe en primera persona tendemos a creer que quien está hablando es el autor. Es evidente que Gael tiene cosas mías, pero que fuera hombre me sirvió para alejarlo. La poesía es autobiográfica pero no quería que la narrativa lo fuera tanto.

–La novela habla de la memoria, de las deudas no saldadas con el pasado franquista, de la búsqueda de justicia. Son temas muy sensibles para los argentinos. ¿Cómo lo vive tu generación en España?

–Es algo que me ha preocupado siempre. El tema de la Guerra Civil no es lejano para mí porque mis abuelos han estado ahí. Es algo que está vivo. En España se ha saltado sobre ello, se ha tapado, se ha echado arena encima tanto literal como metafóricamente y se ha escondido todo lo que pasó. No se ha hecho justicia, sobre todo en el tema de los desaparecidos. Hay familias que siguen buscándolos, hay cuerpos que han aparecido muchos años después, cuando su familia ya no estaba, por lo que esas familias nunca han podido encontrar la paz. A mí y me avergüenza porque pasa en mi país y pasa porque las instituciones no ayudan y no permiten que esto se arregle. En este sentido me parecía una responsabilidad aprovechar el altavoz de la literatura para llegar a la gente y contar esa historia.

¿Tenés militancia política?

–Creo que todos los ciudadanos deberíamos tener una responsabilidad social y política, debería ser algo obligatorio. No soy militante de ningún partido, pero me considero militante de mis propias ideas, que son cambiantes, lo que creo que es positivo porque me parece  peligroso cerrarnos mucho en una ideología. En este sentido utilizo las redes sociales para compartir noticias, información, para despertar a la gente joven y ahora que estamos en elecciones, para llamar al voto.

–¿Cómo fue el paso a la narrativa?

–Vi que tenía cierta seguridad con la poesía, me sentía cómoda en ella y me pareció que soy demasiado joven para sentirme segura en las letras. Siempre tengo la necesidad de seguir aprendiendo, de continuar planteándome retos, de proponerme hacer lo que no sé hacer. La narrativa surgió así. Me propuse escribir una novela, cosa de la que me sentía totalmente incapaz. Al final, salió bien.

–¿Qué te pasó cuando la premiaron?

–Eso fue una locura. Fue una oportunidad increíble por la gente que integró el jurado y la calidad que tiene la editorial, eso es ya un premio en sí. Eso me dio la seguridad que es necesaria cuando estás empezando algo nuevo. La respuesta de la gente fue muy bonita. Además, conseguí algo que no era mi objetivo pero sí algo que me gustaba: unir a nietos con abuelos.

–Tu prosa es muy poética. Si el lector no supiera que escribís poesía, podría deducirlo a partir de tu escritura.

–Eso exactamente fue lo que dijo Lola Larumbe, uno de los miembros del jurado. Se dio cuenta de que esa novela era de un poeta aunque he tratado de alejarme cuanto he podido de la poesía porque no quería caer en la prosa poética, no quería hacer un poema narrado, quería hacer un libro nuevo, diferente de los anteriores.

–Tu poesía se dio a conocer a través de las redes sociales y tuvo mucha repercusión, sobre todo entre los jóvenes. Sin embargo, en Argentina se dice que la poesía no vende o no interesa. ¿Cómo se la considera en tu país?

–Aunque en España está comenzando a cambiar, todavía hay gente que se resiste a la poesía. Hubo un momento en que la poesía se alejó de la gente, se volvió muy elitista, difícil de comprender. La poesía contemporánea no se acercaba a la gente joven. Yo no he inventado una forma de escribir. Soy lectora de gente como Benjamín Prado y Luis García Montero, a los que en su momento se criticó por escribir de una manera «sencilla», que no es simple. Lo que sucede es que en España no se estudia poesía contemporánea en los institutos, no se enseña a poetas actuales. Aquí se difunde la poesía más que en mi país. No quiero decir que hay lectores más cultos, pero sí que hay una mayor cultura de la poesía. Los jóvenes no se ven representados por los poetas clásicos y piensan que la poesía es solamente eso. A través de las redes sociales la poesía ha llegado a gente que no sabía que le gustaba la poesía y que a partir de eso se ha puesto a investigar, a buscar.

–¿Cómo se integran literatura y redes sociales?

–Son dos soportes distintos. Cuando me dicen si escribo en las redes sociales contesto que no escribo en las redes sociales, sino que comparto en ellas lo que escribo. Las redes sociales son un medio de difusión, no un estilo de escritura. Para mí no es complicada esa relación. Sacas una foto de un poema tuyo y la subes a las redes. Creo que de ese modo se aprovecha lo mejor de ellas.

¿Cómo fue tu participación en el Congreso de la Lengua Española? Sé que recibiste una ovación.

–Para mí fue un honor participar porque había mucha gente importante. Pero también por eso me sentí un poco una intrusa. Me encantó ver que estaba llena de gente porque en España no funciona así. En cuanto a mi ponencia, me habían propuesto hablar de poesía y diversidad cultural y luego me propusieron hacer una lectura de mis poemas. No iba a leer el poema que leí, de corte feminista, pero luego me vi en la mesa con tanto hombre y vi tanto hombre en el público que me dije que iba a aprovechar ese momento.

–¿Cuál es tu posición frente al feminismo?

–Creo que la que debería ser la de todo el mundo. Me emociona mucho lo que sucede en Argentina con el feminismo. No se cansan de la lucha, no dejan de pelear. En España, cuando nos dicen que no dos o tres veces seguidas ya nos cansamos. Por eso leí ese poema en el Congreso de la Lengua Española, para devolver un poco de todo lo que me ha enseñado la lucha social que hay aquí. Es un ejemplo en el que nos miramos todas.

–¿Cómo fue tu experiencia en el teatro Astral?

–Fue una locura. El año pasado había venido a Argentina con Andrea Valbuena. Nosotras siempre pensamos en pequeño y leemos en salas pequeñas. Leímos en la sala Siranush y tuvimos que hacer tres funciones más. Por eso este año nos animamos al Astral, pero jamás pensamos que lo íbamos a llenar. Fueron más de 1200 personas y lo importante no fue tanto el número como la emoción que se respiraba en el teatro.

–¿Qué opinión te merece que en España y otros países aún existan reyes?

–Soy antimonárquica, creo que la monarquía es una institución obsoleta que genera gasto, pero no voy contra las personas, sino contra la institución misma. También es cierto que hacen mucho por lo cultural mejor que muchísimos políticos. De todos modos, me gustaría que algún día la monarquía desapareciera. «

Cambiar las palabras

Cuando se le pregunta a Elvira Sastre acerca del lenguaje inclusivo contesta: «No tengo aún una posición muy formada porque en España no se dio tanto este fenómeno. Aquí hasta hay muchos periodistas que lo usan en sus entrevistas. Eso es algo que no he visto en España y, por lo tanto, no tengo las herramientas para poder formarme una opinión porque no convivo con eso. Me fascina que cambiar las palabras constituya una lucha social. Eso denota que hay algo que está pasando aquí que es muy fuerte. Pero me parece que antes de cambiar el lenguaje habría que cambiar las mentalidades, porque la política está más en los discursos que en las palabras. Me siento un poco desconcertada. Ya veremos en qué resulta todo esto. Por el momento me parece que el esfuerzo habría que ponerlo más en cambiar el pensamiento y el discurso y no la morfología de una palabra. Creo que es la intención con que se dice esa palabra lo importante, no tanto la palabra en sí. Eso es lo que creo hoy, pero no me gusta pensar que mis ideas no pueden cambiar.