Guido Herrera pide que el llamado sea a las 16:30 puntual porque a las 17 se ocupa en otros asuntos. El arquero de Talleres, el menos vencido del campeonato con apenas nueve goles en contra en 20 fechas, tiene que volver a la Boutique, el predio donde se entrena el equipo que está segundo a seis puntos en el torneo y que hoy a las 17:45 jugará con Boca, el puntero, un partido clave. Esa tarde a Herrera no lo esperan los guantes ni los botines, sino libros y cuadernos: está terminando el secundario junto con empleados del club y otros compañeros del plantel como Javier Gandolfi, Fernando Godoy, Carlos Quintana y Marcelo Torres. «Arrancamos la semana pasada. Cursamos los martes y los jueves. Me quedan tres años –cuenta Herrera, de 26 años– pero, como es acelerado, en teoría a fin de año terminamos la secundaria si presentamos todos los trabajos prácticos. El psicólogo nuestro lo propuso. Es una etapa que tenemos que cerrar y estamos en ese camino».

–Se dice que los arqueros son particulares. ¿Por eso el psicólogo?

–¡Sí! Eso que dicen es así. Por eso también al psicólogo le gusta estar encima de nosotros, aunque trabaje con todo el plantel. Le gustan los arqueros, sobre todo por el tema del error: nosotros convivimos con el error. Él se enfoca en eso. En el entrenamiento te pasan miles de esos bloopers que a veces aparecen en la cancha y él está ahí para después preguntarte qué viste vos, dialogar, hablar; te hace aprender.

–¿Qué aporta un psicólogo a un equipo de fútbol?

–Es un psicólogo deportivo, Christian Rodríguez, que viene de trabajar en México. Suma mucho. El que quiere tiene charlas individuales, pero es parte del cuerpo técnico. Viaja, está en las concentraciones. El fútbol son momentos. Y esto te ayuda a que, si estás en la buena, tu cabeza no vaya más rápido de lo que tenés que ir. Yo, por ejemplo, soy muy ansioso. Y gracias a esto empecé a hacer sopas de letras. Eso te calma, te das cuenta de que tenés que estar tranquilo para terminarlas. Cuando pasás dos semanas haciendo eso, te das cuenta de que te sirvió mucho.

–En estas dos semanas de espera para visitar a Boca debe haber sido difícil de controlar esa ansiedad.

–Es lógico. Justo tocó el parate por los partidos de la Selección. Hubiera sido lindo jugarlo al otro día de que le ganamos a Defensa. La última vez que jugamos ahí, ganamos, lo dimos vuelta. Fue muy lindo. Nosotros sabemos que si hacemos las cosas bien le podemos hacer partido. Y si estamos mal, podemos perder contra Boca o contra cualquiera. Es un rival de muchísima jerarquía, con jugadores que te definen un partido. Pero nosotros tenemos gente muy rápida, y trataremos de pensar el partido con la cabeza en el arco de Boca y no en el nuestro.

–¿Talleres puede ser campeón?

–Tenemos un estilo de juego que lo venimos respetando hace años. Nos pusimos en la cabeza ir partido a partido, tenemos un objetivo claro, que es entrar en la Copa Libertadores. A siete fechas del final, estamos a seis puntos del primero. Es algo hermoso. Pero no podemos ir más allá de disfrutar el momento. Sabemos que la gente está ilusionada. Nosotros también. Si llegamos a ganar el partido, quedamos a tres. Pero también hay que saber que si perdemos quedamos a nueve. Es lindo ilusionarse, pero sobre todo hay que disfrutar el momento, porque no todos los días se juega contra Boca. Está bueno que la presión la tenga el otro para que nosotros juguemos más tranquilos. Ojalá a partir de mañana hablen de nosotros por lo que hemos hecho.

Más allá de su juventud, su personalidad y su buena pegada, a Herrera lo describen sus números. Ha coleccionado récords en el arco de la T: de las 62 veces que atajó, en 31 partidos terminó con la valla invicta; lleva 13 en un mismo torneo, algo que no ocurría desde 1986, y mantiene el récord histórico de imbatibilidad en el club con 701 minutos sin que le puedan convertir. «Los números son eso: números, estadísticas. Siento que estoy en un buen momento pero va todo de la mano. Tengo un amigo que se encarga de contarme cada vez que pasa algo. Le gusta mucho el fútbol y sabe todo. Pero no es lo que uno piensa cuando entra a la cancha», relativiza el cordobés que se formó en Belgrano, de donde quedó libre en 2013. Entre tanto número, el arquero tiene una particularidad: nació el 29 de febrero de 1992. «De chico me fastidiaba cuando me cargaban, pero ya me acostumbré. Se festeja el 1 de marzo porque nací el día después del 28», explica.

–Guiñazú dijo que sos el mejor arquero del campeonato.

–Escuché cuando el Viejo habló y la verdad es que para mí es el máximo referente que tenemos. No sólo como jugador sino como persona. Nos enseña todo. Que lo diga él es algo que me llena de orgullo. Es una inspiración para todos y él lo sabe, porque se pone en el papel de enseñarnos día a día. Es el más profesional, el que más recupera, el que más pases da.

–¿Cómo es ser arquero?

–Yo siempre fui arquero. Es una responsabilidad. Nosotros somos los que convivimos con el error en el fútbol, estamos a dos centímetros de la línea y si la pelota pasa es gol. Cada vez que me hacen un gol siempre pienso qué pude haber hecho para atajarlo. Es un puesto que te requiere mucha cabeza, tenés que estar preparado. Si cometiste un error, no te podés quedar con una pelota en 90 minutos, hay que seguir.