Cementos Mexicanos, más conocida como CEMEX, es una de las mayores productora mundiales de cemento, con 97 millones de toneladas anuales, y opera en 50 países de América, Europa, Asia y África. En la Argentina está inscripta como proveedora de concreto premezclado desde sus tres bases en la Ciudad de Buenos Aires. Nacida en 1906, está identificada como una insignia de los mexicanos y se dice que solo dejó de producir durante un breve período durante Revolución.

A principios de mes dio alguna señal de que aquella vieja frase que se atribuye a Lenin, el líder de la Revolución Rusa, acerca de que los capitalistas se pelearían por vender la soga con la que se los habría de ahorcar, tenía su fundamento: se ofreció a entrar en la licitación para la construcción del muro entre México y Estados Unidos que pretende terminar de levantar el presidente Donald Trump.

Así lo dijo claramente el presidente de la compañía, Rogelio Zambrano, al diario Reforma. «Si pudiéramos cotizar estaríamos en la mejor disposición; no es momento todavía (pero) si alguien nos pide una cotización con gusto lo haremos», dijo Zambrano, y nadie de la empresa lo desmintió cuando lo consultaron de la agencia AFP.

Se entiende, Cemex es el mayor proveedor de cemento y concreto premezclado de Estados Unidos y el presupuesto estimado para la obra es de unos 21.600 millones de dólares. Eso tienta a cualquiera. Por tal razón es que la presidenta de la Comisiones de Relaciones Exteriores del Senado, Gabriela Cuevas, propuso que las empresas que participen en la construcción del muro deben ser rechazadas en todos los contratos a los que aspiren con el estado mexicano.

La senadora, destaca un cable de SputnikNovosti, presentó un petitorio ante la Cámara Alta que «exhorta a los Poderes de la Unión (el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial) y a los tres niveles de gobierno (federal, estadual y municipal) para que se abstengan de contratar o adjudicar bienes o servicios con las personas o empresas nacionales o internacionales que participen de manera directa o indirecta en la construcción del muro fronterizo entre México y Estados Unidos».

El documento agrega que «el muro no facilitará el intercambio comercial de más de un millón de dólares que cada minuto se realiza en la zona fronteriza», sino que esta destinado a todo lo contrario. El proyecto es completar con un paredón los 3200 kilómetros de frontera, de los que ya fueron construidos 1000 durante las gestiones de Barack Obama y de George W. Bush. De acuerdo al anuncio que oportunamente presentó el gobierno de Estados Unidos, las estructuras deberán ser de hormigón y de no menos de nueve metros de altura.

Más de 60 empresas hispanas mostraron su interés en participar de la obra, según un informe de Telesur. «Honestamente, para nosotros sería antes que nada un trabajo más de infraestructura y creador de empleos, algo que tanto necesitamos en Nuevo México», cita el diario El Universal a Mario Burgos, de la constructora Burgos Group. «Alguien tiene que hacerlo, trabajo es trabajo, sin importar las afiliaciones políticas», señaló a su turno Ricardo Díaz, de Halbert Construction, de El Cajón, San Diego, California. «