Acosado por su propio fracaso, Mauricio Macri decidió atar su reelección a la única tabla que permite flotar en el mar revuelto de la política argentina: un peronista. 

La nominación de Miguel Pichetto como candidato a vice del presidente revela la magnitud del incendio electoral que acecha al macrismo. La sucesión de derrotas de Cambiemos en las provincias, la sangría de votos en los centros urbanos, las operaciones a cielo abierto de los socios radicales y las encuestas que todavía ubican al mandatario en una cómoda segunda posición fueron recortando la búsqueda del consorte presidencial. En ese estado de emergencia, el laboratorio de la Casa Rosada aceptó romper el vidrio y convocar a Pichetto, un peronista ortodoxo que tiene todo lo que el núcleo duro del macrismo desprecia: alcurnia justicialista, pasión por la rosca, lealtad con la corporación política, predilección por la protección de los recursos y la industria nacional.

¿Cómo será la amalgama entre el nuevo vice y la peronofobia que caracteriza al relato macrista? ¿Cómo se vinculará el recién llegado con socios fundadores de la alianza, como Elisa Carrió, quien en su momento lo acusó de “encubrir la corrupción”? ¿Cómo reaccionarán los radicales, que venían presionando por una “apertura” de la fórmula en beneficio propio?

Las respuestas a esos interrogantes están en camino. Carrió, como es usual, se desdijo de sus acusaciones y saludó la candidatura: “Agrega gobernabilidad”. El presidente, por su parte, anunció a su vice con una serie de tuits donde buscó dejar en claro que la incorporación no implica desvíos ideológicos ni estratégicos. “En las próximas elecciones decidiremos si queremos vivir en una república o volver a un autoritarismo populista” afirmó, ratificando la apuesta por la polarización que el propio Pichetto denostó como miembro de la fallida Alternativa Federal.

Cultor de la mano dura con tendencia al prejuicio xenófobo, Pichetto tiene afinidad de formas e ideas con los sectores más ideologizados del macrismo. Pero en el oficialismo se ilusionan con que su aporte a la fórmula no será doctrinario, sino práctico: creen que el senador -que hasta ahora presidía el bloque del peronismo en la Cámara Alta- tiene la llave para tejer acuerdos electorales con gobernadores del PJ que apoyan a Cristina más por marketing y disciplina que por convicción.

Una misión de Pichetto será conseguir gobernadores que jueguen a dos puntas en octubre, para garantizar que su fórmula llegue a balotaje. Bastaría que esos gobernadores levanten el pie de la campaña para que la cosecha de votos K se reduzca y Macri llegue al balotaje, creen en la Casa Rosada ¿Pichetto conseguirá que los gobernadores peronistas, con su elección local resulta, hagan campaña a reglamento? Ver para creer.

Otra misión es mostrarse como un garante de la gobernabilidad frente a los mercados y el establishment, proceso que comenzó con su sola nominación: los inversores financieros le dieron la bienvenida con un alza general de precios en títulos y acciones, y una caída en el riesgo país.

La apuesta de Macri rompe con varias tradiciones del PRO. Como casi nunca, el presidente desoyó los consejos de su Jefe de Gabinete, Marco Peña, y su asesor ecuatoriano, Jaime Durán Barba, quienes le advirtieron sobre los riesgos de tener a un ajeno -y para colmo, peronista- en el primer turno de la línea de sucesión. 

Con la nominación, Macri también corta una costumbre que en el macrismo tenía status de cábala: integrar la fórmula con una mujer. De hecho, Macri sólo compitió una vez acompañado por un candidato varón. Fue en 2003, junto a Horacio Rodríguez Larreta, en la elección para jefe de gobierno que perdió en balotaje. Desde entonces, el presidente tuvo compañeras mujeres en cada elección que ganó. Hasta ahora. La ruptura de la racha se da en un contexto particular: Macrí irá con una fórmula de varones, a contramano de la época, signada por las reivindicaciones feministas. En los próximos comicios, de hecho, debuta la paridad en la conformación de las listas legislativas. Así las cosas, la controvertida decisión de Macri permitirá testear el compromiso de la sociedad argentina con la lucha por la igualdad de género.