Un estudiante ingresó a la escuela secundaria Marshall County High School de la pequeña ciudad de Benton, en el condado de Marshall, de Kentucky, a la que solía concurrir, y abrió fuego hacia sus compañeros: mató a una chica y a un chico, ambos de 15 años, como él. Hirió a otros 14. Fue el martes último, sólo 24 horas después de que otro adolescente quedara malherido al ser alcanzado por un balazo en la cantina de su colegio en Texas. Un rato antes, un muchacho de 14 años caminaba por estacionamiento de una universidad en Nueva Orleans y fue baleado.

Los medios periodísticos de EE UU ya casi no le dan espacio a estas noticias. «Desde enero de 2013, hubo al menos 283 tiroteos escolares en todo el país, lo que equivale a uno semanal», asegura Everytown for Gun Safety, una organización que lucha contra la proliferación de armas. Para colmo, la tragedia en Kentucky revivió un arcaico debate: ¿se debería equipar a todas las escuelas con puertas de seguridad? ¿Es necesario armar a los maestros? Sectores del partido republicano lo avalan. Pero  la exlegisladora demócrata Gabrielle Giffords, gravemente herida en la cabeza en un acto en 2011, y activista por el control de armas, escribió en las redes sociales: «Sabemos cómo resolverlo. El Congreso puede proteger a los niños en sus aulas, en la cafetería y en el patio de recreo, pero para hacerlo deben fortalecer nuestras leyes de armas». La mayoría de congresistas demócratas abogan por endurecer las leyes, mientras que los republicanos, apoyados por la poderosa Asociación Nacional del Rifle,se opone, alegando que los ciudadanos pueden protegerse mejor con armas.

Con o sin legislación, la tendencia es creciente desde el año 2000. En el 70% de los casos, lo irreparable se comete en cinco minutos o menos, lo que relativiza la reacción de la policía. El 24,4% ocurre en ámbitos educativos. En la mayoría, los tiradores son estudiantes del establecimiento. 

Estados Unidos sufre constantemente tiroteos. En los últimos meses sufrió dos de los más sangrientos de su historia: en octubre pasado, un hombre abrió fuego desde un hotel de Las Vegas, matando a 58 personas e hiriendo a un centenar que disfrutaba de un festival de música country. En noviembre, otro asesinó a 26, incluido un recién nacido, en una iglesia de Texas.

Desde la masacre del 14 de diciembre de 2012, en la primaria Sandy Hook de Connecticut, donde murieron 20 niños de seis y siete años, aumentaron los procedimientos de alerta y los simulacros de capacitación a escolares para saber cómo reaccionar ante un individuo que dispara a ciegas. 

En septiembre de 2014 hubo otro episodio en Kentucky: un estudiante hirió de un disparo a otro en un pasillo del Fern Creek High School de Louisville. El martes, el gobernador, Matt Bevin concluyó: «Es una gran tragedia». El presidente Donald Trump, dejó pasar 36 horas para enviarle un tuit: «Estamos con usted». El atacante de Kentucky fue arrestado sin violencia, será acusado de asesinato y procesado como si fuera mayor de edad. La policía local hace poco había realizado un entrenamiento en esa escuela. Quizás eso  haya evitado un mayor número de muertos. «