No cabe duda que el triunfo de Donald Trump cambia el mapa político de todo el mundo y hace abrir más paraguas que ante un diluvio. La mejor prueba de eso es que los ministros de Relaciones Exteriores de los países miembros de la Unión Europea (UE) se reunirán mañana en Bruselas, con la victoria del magnate en las elecciones estadounidenses como temas excluyente.

El desembarco, el 20 de enero próximo, del republicano en la Casa Blanca provocó incertidumbre y especulaciones sobre cómo continuará la relación entre la UE y Estados Unidos, hasta ahora considerada estratégica por ambos, en materia de seguridad y defensa, pero también en el plano económico.
A sólo diez semanas de tomar el mando de la superpotencia mundial, aliados y enemigos de Washington buscan pistas en su agenda. Durante esta semana, varios líderes europeos se mostraron preocupados por la posibilidad de que Trump cumpla lo que prometió en campaña, durante la que apostó por el proteccionismo y se declaró contrario al acuerdo de París sobre cambio climático.

Nadie duda que Trump buscará imponer a los europeos sus condiciones en las negociaciones sobre el Tratado Transatlántico (TTIP).

En razón de ello, la alta representante de la UE para la Política Exterior, Federica Mogherini, convocó a los jefes diplomáticos a una reunión que estará precedida por una cena durante esta noche, con la intención de debatir con los Estados el nuevo ciclo de relaciones bilaterales.

Fuentes comunitarias dijeron que Mogherini espera viajar «muy pronto» a EE UU para reunirse con Trump, aunque no hay precisiones sobre en qué fecha podría producirse el encuentro ni si sería antes o después de la toma de posesión.

Las fuentes indicaron que la UE espera ahora «ver cuál es la posición del gobierno» y «no tener que modificar su posición en las relaciones», ya que EE UU sigue siendo su socio principal. «Ahora hay que esperar porque no sabemos cuál va a ser el camino de la nueva Administración. Hay diferencias entre una campaña y la posición de un gobierno electo», añadieron.

Mientras tanto, los líderes europeos tienen varios puntos en los que pensar. La presidencia de Trump será aparentemente mucho más escéptica sobre el libre comercio que tanto impulsó la administración Obama en los últimos ocho años. El presidente electo cree que poderosos exportadores como China están robando empleos y capital a los estadounidenses. Trump podría llevar una dura negociación del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) y alegar que China ha incurrido en manipulación monetaria.

«Quiero ser impredecible», dijo Trump al insistir en que los electores debían apoyar –como finalmente lo hicieron– su peculiar estilo. Y fue más allá al decir que siendo impredecible se puede hacer más, al resaltar la experiencia que tiene en negociaciones de propiedades y marcas de lujo.

Expertos incluyen al novicio presidente electo en la corriente política aislacionista, uno de los ciclos de la política exterior estadounidense desde el siglo XIX. «Con Trump en la Casa Blanca, la política exterior de Estados Unidos debería desviarse netamente de lo que vimos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. O hacerse cada vez más caótica e incoherente. Dos opciones aterradoras», advirtió Matteo Garavoglia, investigador de la Brookings Institution.

Su colega Thomas Wright, también de Brookings, teme que «Estados Unidos abandone su papel de líder del orden internacional» occidental. Y si ese «orden se hunde, nadie sabe donde terminará y las condiciones estarán dadas probablemente para una guerra mayor». «