Si Juan Martín del Potro es “el hombre más amado del tenis” como lo sentenció The Wall Street Journal esta semana; si su historia de recuperación y perseverancia al mejor estilo de película de Hoolywood es un gancho efectivo con el público que lo vio campeón a los 20 años en la Arthur Ashe, ganándole a Roger Federer; si los argentinos –o algunos- se volvieron a enamorar de su derecha y su agresividad después de la medalla de plata en Río 2016; si a Del Potro le hubieran contado cómo sería su primera semana en el US Open hace un año atrás probablemente hubiera repetido de memoria aquello de que sólo quería volver a disfrutar en una cancha de tenis; y si en Río no le tembló la mano y se sintió vivo de nuevo, ayer en el Abierto de Estados Unidos Del Potro tuvo su merecida resurrección en el circuito. La única vuelta que le faltaba.

Porque hasta acá, Del Potro había vuelto a jugar al tenis, a ganarle a grandes jugadores, había regresado al equipo argentino de Copa Davis y hasta se había colgado una medalla olímpica otra vez. Pero para él –y para alejar ese fantasma de que lo que pasó en los Juegos se trató de una semana extraordinaria que no se repetiría- necesitaba consolidarse en el circuito y en un torneo grande. Y lo hizo justamente en el torneo que más quiere y en el que más lo aman. Y ante un jugador que nunca se da por vencido como David Ferrer: en tres sets, con su derecha intratable (tuvo 37 tiros ganadores), ganando mucho con su primer servicio (terminó con 81% de puntos ganados por su primer saque) y hasta resolviendo mejor en la red –tal vez una de las mejorías más claras que tiene su juego hoy- Del Potro se metió en la cuarta ronda del US Open, instancia a la que no llegaba en un Grand Slam desde la semifinal de Wimbledon 2013. Fue 7-6, 6-2 y 6-3 en la Louis Armstrong. Fue contundente para conseguir su triunfo número 335 en la ATP.

“Ante Ferrer nunca se sabe, menos mal que fue en tres sets”, dice y se ríe. “A (Dominic) Thiem (su próximo rival) le gané este año pero dependo mucho como esté yo ese día. Es un jugador con un gran futuro de los que van a ganar torneos grandes. Pero no tengo nada de perder, es todo para disfrutar, espero estar a la altura”, agrega. En Del Potro no sólo hay otra versión a la hora de jugar; también cambió su manera de expresarse ante los medios. Está suelto, habla de sus sentimientos, parece más maduro, más libre, más Juan Martín y menos Del Potro. “Me están pasando todas cosas importantes. Esto es impagable, no hay muchos jugadores en el circuito que puedan estar con la gente como estoy yo, eso vale mucho más que cualquier título, soy un elegido por recibir tanto apoyo.”

Delpo hasta se anima a declarar para la tribuna, juega con el cariño que recibe, lo devuelve ante los micrófonos. Es que es real: lo respetan, lo quieren, lo esperaban en Nueva York. Su última vez había sido hace tres años pero hoy –y eso que es número 142 del ranking y recibió una wild card para jugar- su remera amarillo fluor se agota en los puestos de venta. Es más, en la segunda ronda, esta semana, le ganó al estadounidense Steve Johnson (19) en la cancha principal y el público lejos de mostrarse disgustado por la derrota del local gritaba por Del Potro. Imágenes de popularidad que no son fáciles de lograr, menos estando tanto tiempo lejos del circuito.

Antes, en la primera ronda, Delpohabía derrotado al argentino Diego Schwartzman. Ahora irá ante el austríaco DominicThiem, número 10 del mundo con 22 años, pero el único partido entre ambos fue para Juan Martín: este año en el Master 1000 de Madrid (sobre polvo de ladrillo) lo venció 7-6 y 6-3 en la primera ronda. En Nueva York será probablemente otra historia. De pasar a los cuartos de final podría chocar frente a Stan Wawnrinka o a Nick Kyrgios. Hasta acá, en el último mes venció a Djokovic, Nadal y Ferrer, y le hizo un partidazo a Murray en la final olímpica. “¡Bienvenido de vuelta, Delpo!”, tituló el sitio del US Open esta semana después de la victoria en segunda ronda. Está a la vista, con la victoria de ayertuvo la última vuelta que le faltaba: meterse entre los mejores 16 de un Grand Slam. Ya estás, Delpo.