Durante las jornadas realizadas por FUSA el doctor Leonel Briozzo, ex subsecretario del Ministerio de Salud Pública de Uruguay, identificó los logros obtenidos por este país luego de la sanción de la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo en 2012. “Disminuyeron la mortalidad materna –Uruguay está segunda, en la estadística americana, entre los países con menor índice de muertes maternas, por debajo de Canadá-; la morbilidad materna; la mortalidad infantil; la prevalencia de aborto; el embarazo no deseado y el tabú social”, señaló el especialista. Las mujeres “tienen el poder de decidir con información calificada”, destacó el médico.

Uruguay tuvo un plan de reducción de riesgos y daños que de algún modo facilitó la llegada de la ley que permitió asesoramiento y la posibilidad de recetar medicamentos. Desde el momento de su aprobación, los legisladores dieron un plazo de 20 días para implementarlo y se peleó por el aborto medicamentoso, de ese modo también se redujo la objeción de conciencia.

Las mujeres reciben asesoramiento, tienen cinco días de reflexión y luego pueden volver al profesional. Según Briozzo, entre 6 y 8% deciden continuar el embarazo mientras que con el modelo de reducción de daños había un 20%.

“Con todos estos datos, es muy difícil estar en contra de la legalización. Cuando yo digo que disminuye el riesgo la muerte, la enfermedad de la mujeres, la mortalidad infantil, el número de abortos y de embarazos no deseados, estoy hablando de muchos beneficios que sólo los prejuicios religiosos pueden impedir. Pero como decía Einstein, romper un prejuicio es más difícil que romper un átomo entonces hay que trabajar mucho”, comenta a Tiempo Argentino, Leonel Briozzo.

En ese sentido, y a pesar de la negativa natural de la iglesia, en 2004 los funcionarios lograron un discutir el tema. “Tuvimos ese año una reunión importantísima con la Conferencia Episcopal que fue muy positiva porque nos dimos cuenta que todos queríamos disminuir el número de abortos. Y que para eso había que basarse en el derecho y no en la imposición. Hoy lo demostramos, somos de los países que tienen menos abortos y eso avala nuestra política”, explica.

Entre los cambios culturales más importantes para el médico fue que los abortos salieron de la crónica roja del diario y pasaron a la crónica sanitaria.

-¿Cuál fue el camino hasta llegar a la legalización?

-Antes de la reducción de daño, en el sistema sanitario no había nada. Había una conducta antiética basada en el paternalismo médico y en la violación de los más básicos criterios de la autonomía de la mujer, porque se las denunciaba. Llegué a ver como residente entrar pacientes para intervenir quirúrgicamente por aborto séptico esposadas a la camilla como si fueran delincuentes que se iban a escapar. La revolución en el sistema sanitario planteó un nuevo esquema de abordaje de esto que era no por el derecho a decidir si no por el derecho a la atención en salud, que es muy distinto. En todo el primer período de iniciativa, allá 2008 y 2009 no hablábamos del derecho de decidir si no el de atención de salud. Los movimientos feministas hablaban de eso y lo respetamos, es más yo creo firmemente en eso, pero desde el ámbito profesional de la salud desarrollamos este derecho y fue muy efectivo plantearlo así. De ese modo, se cambió la concepción social de que el embarazo no deseado y el aborto son hechos sanitarios que tienen que ser enfocados sanitariamente para su disminución.

-¿Qué debates se abrieron entre los médicos?

-Hubo una interpretación general de que era una buena intención la que se tenía pero que no iba a prosperar. Pero cuando vimos que sí se podía implementar la reducción de riesgos y daños, que sí se podía implementar la despenalización, hubo un pequeño pero influyente sector jerárquico de la especialidad que estuvo fuertemente en contra por motivos religiosos. Haciendo uso de falacias, mentiras y hasta de terrorismo con respecto a este tema. Pero hubo un sector más grande que se lo puso al hombro a tema para llevarlo adelante y en ese grupo radica el éxito de la política que hemos tenido. Yo tengo 51 años de mi generación para arriba hay una postura muy conservadora, pero para bajo los jóvenes médicas y médicos apoyan esto en la diaria y sobre sus hombros se basa el éxito de esta política.

-¿Cuál es el trabajo que se desarrolla en materia de educación sexual?

-Desde el programa de la izquierda del Frente Amplio, siempre planteamos el tema de educación sexual. Ya en el gobierno de Jorge Valle habíamos empezado a progresar en esto dentro del ministerio de salud y de cultura pero de una manera muy tenue. Nosotros ya lo planteamos fuertemente. Tuvo, naturalmente, gran resistencia de la Iglesia y de los sectores conservadores tanto de derecha como de izquierda. Hubo varios conservadores que estuvieron en contra de la educación sexual, hoy tenemos una ley de educación que incluye la educación sexual de manera obligatoria en ámbitos públicos como privados y con diferentes dispositivos. Pero es un trabajo que hay que llevar día a día. Hay tres tres temas a los que la alianza conservadora internacional quiere oponerse firmemente en esta agenda, uno es el aborto, otro la diversidad sexual y la homosexualidad en particular, y la educación sexual. De los tres la educación sexual es el tema más importante para ellos porque la educación es fundamental. Porque donde se puede moldear la posibilidad de que ese individuo cuando ejerza su sexualidad lo haga de manera placentera, responsable y libre, hace que alguien sea independiente, ya sea mujer u hombre. Y alguien independiente es menos moldeable y eso no le gusta a las religiones ni a los dogmas.