Martiño Noriega recibe a Tiempo en su despacho del Palacio Rajoy, el edificio de más de dos siglos y medio que oficia de sede del ayuntamiento de Santiago de Compostela. Médico de profesión, una hija de casi cinco años y un niño de diez meses, es dirigente político por vocación y alcalde de la capital de la región de Galicia desde 2015 como parte de esa izquierda rupturista nacida al calor de las protestas de los indignados en 2011.

Con cierta melancolía, lamenta que divisiones internas hayan generado «un retroceso en la acumulación de fuerzas» para la construcción de un país más justo. Pero respira aliviado porque al menos se pudo frenar a la extrema derecha en las elecciones generales. En 15 días espera revalidar su cargo en las urnas, pero reconoce que enfrenta una alianza que no quiere que se repitan experiencias como la suya. «Como en Juego de Tronos, esta es la batalla final: no nos pueden permitir que continuemos.»

–¿Por qué?

–Hemos sido catalogados como intrusos. Hemos entrado en el gobierno de la capital de la región en cohabitación con el gobierno gallego (que es del PP), con una iglesia con un peso específico, una universidad cinco veces centenaria, y eso ha hecho saltar las alarmas. Hemos sufrido una guerra sin cuartel desde el minuto cero. Yo creo que algún día se estudiará en la facultades de periodismo cómo los poderes facticos, mediáticos, políticos, han operado en estos cuatro años. Y lo que les ha sorprendido es que bajando mucho a la calle, estando en los barrios, hablando con la gente, tenemos un espacio consolidado. Yo creo que a muchos les gustaría colgar mi cabeza como las que cuelgan los cazadores en las paredes de su vivienda. Porque hay la decisión tomada de que esto no puede volver a repetirse. Nos enfrentamos en un campo donde el árbitro está comprado y donde el arco de la cancha va cambiando continuamente y nosotros estamos en inferioridad, pero con cierto arrope popular. Nos enfrentamos a un exalcalde durante 13 años del socialismo, (Xosé Sánchez Bugallo) que forma parte de la tradición de la liga de veteranos del PSOE, que han comprado el marco ideológico a la derecha, con Felipe González y Alfonso Guerra.

–El establishment del PSOE…

– … que además puede convertirse en el voto útil de la derecha para recuperar Santiago como un mal menor ante «estos chicos de la izquierda rupturista». Hay como el mandato de que no podemos continuar.

–En ese sentido es fuerte la presión sobre lo que fue la estatización del servicio de grúas y estacionamiento.

–Hemos puesto nerviosos a poderes político mediáticos. ¿En torno a qué pivotan los intereses en una administración de una ciudad chica pero con una gran carga simbólica? Santiago tiene acceso a cuerpo diplomático, a cohabitación con el gobierno gallego, tiene agenda internacional, es un escaparate. Pero pivota en torno a una dependencia de los poderes mediáticos que nosotros en cierto modo hemos subvertido porque no la hemos respetado en temas como la publicidad institucional. Pivota en torno a las grandes contratas que operan en la ciudad como la limpieza, el agua y la ORA de movilidad (el ticket de estacionamiento) y la grúa. Nosotros hemos recuperado la grúa, la defensa jurídica del ayuntamiento, que dependía de grandes bufetes de abogados, y estamos en el debate para recuperar el servicio del agua porque el contrato acaba este año.

–¿Cuál fue la reacción?

–Hemos percibido la dependencia de los partidos tradicionales de esas contratas. No tengo ninguna duda de que la campaña de mucha gente va a ser financiada por las contratas, la nuestra no. Pero además buscamos la recuperación del desenvolvimiento urbanístico. Se está saliendo del período de recesión y hay una reactivación urbanística y la gente sabe que vamos por un modelo sostenible. Que si hay crecimiento de la ciudad tiene que ir dotado de equipamiento, de parámetros no especulativos. Ese es el grupo que está lanzando otras candidaturas para intentar recuperar lo que ellos entienden como «las cuestiones de orden» que no se pueden discutir.

–¿Por qué comenzaron por las grúas?

–Hubo un sentencia que anuló una concesión de anteriores gobiernos que fue irregular. Entonces vimos al posibilidad de recuperar el servicio. Teníamos el objetivo centrado en el servicio del agua porque teníamos la experiencia del ayuntamiento de Teo. Nuestro principio es que no tiene que haber un afán recaudatorio, entonces el número de retirada de vehículos ha disminuido mucho. No aumentamos ninguna zona de pago, sino zonas residenciales. Creemos que tiene que haber una zona de pago para provocar rotación de vehículos, pero eso debe ser conciliable con zonas residenciales para estacionamientos. Allá donde recuperamos servicios, hagamos políticas públicas, renunciemos al beneficio industrial y lo pongamos al servicio de la gente. Claro, nos dicen que la gestión directa no es competitiva. ¿Y por qué?

–También dicen que eso recorta ingresos.

–Hemos disminuido la deuda del ayuntamiento, que tiene un presupuesto de 100 millones de euros cada año. Cuando llegamos estaba en 47 millones de euros, casi un 50% del presupuesto. A diciembre del 18 la tenemos en 25, duplicando el gasto social y aumentado otras partidas. ¿Cómo hicimos? Priorizando las áreas que entendimos como sensibles, eliminando gastos superfluos, entre ellos el gasto de publicidad institucional. Pero sobre todo hemos hecho una política de captación de fondos europeos. Pero todo esto no es comunicado a la ciudad.

–¿Cómo hacen que la gente se entere de esto, si los medios son hostiles?

–Hemos activado mecanismos como los presupuestos participativos por barrios, y activamos los ao vivo, por las que el conjunto del gobierno va por los barrios una vez al mes y se sienta a dar cuentas en actos públicos. Hemos bajado a pisar la calle todo el rato, por necesidad. Nosotros hemos intentado combatir en un hábitat muy adverso. Y creo que eso nos permite mantenernos en el partido. Ha sido muy duro y creo que se han pasado de frenada. Cuando tú ves una cámara de la tevé gallega (la que maneja el gobierno regional) en el ayuntamiento no es para informar sobre algo positivo. Por eso la sensación es que incluso si ganamos el partido no nos van a dejar ganar el campeonato.

–¿De qué manera?

–Tengo la sensación de que nos van a intentar tumbar electoralmente o bien a posteriori.

–¿Con estas estatizaciones, por ejemplo, como hicieron en Bogotá con Gustavo Petro?

–Sí sí, yo creo que este precedente no puede seguir, porque hemos entrado en cuestiones totémicas. Pero es lo único divertido, lo que merece la pena. El servicio de ORA y grúa lo tenemos recurrido por un abogado a título individual. Que te ataquen mediáticamente cuatro años provoca desgaste. A mí se me ha hecho un traje bastante injusto y soy consciente de eso. Pero si estamos aquí en el tiempo que nos toca es para vivir un espacio de incomodidad. Yo asumo el coste de todo esto, porque si me sintiera bien tratado por los grupos mediáticos y por los poderes fácticos, pensaría que estoy haciendo algo mal. Hay que asumir ese espacio de incomodidad para ocupar el lugar correcto. «