Desde hace 68 años Berlín, la por entonces dividida capital alemana, es también una de las capitales del cine. El Festival Internacional de Cine de esta histórica ciudad, la tradicional Berlinale, tuvo su primera edición en 1951 y desde entonces ha crecido hasta convertirse en una de las citas ineludibles del calendario cinematográfico anual. Enorme y cargado de estrellas, su perfil es solo superado por el glamoroso (y elitista) Festival de Cannes, apenas tres años mayor, y compite cabeza a cabeza con la Bienale de Venecia por el segundo lugar del podio.

Competencia es la palabra clave para entender el vínculo entre estos tres festivales, que por un lado pujan por acaparar para sus programaciones la mayor cantidad de grandes títulos y estrellas de cine globales, pero que también se esfuerzan por fortalecer sus propias identidades. Por oposición a Cannes, siempre acusado de frívolo y elitista, la Berlinale se ha preocupado a lo largo de su historia por acrecentar un perfil de excelencia comparable al su par francés, pero mucho más político en sus contenidos e igualitario en el trato con los acreditados y con el público.

Si en el festival de la Riviera francesa se impone un sistema de castas que separan a la prensa en acreditados de primera, de segunda, de cuarta y un largo etcétera, en el festival alemán apenas se discrimina entre quienes realizarán una cobertura diaria y el resto. En cuanto al público, la Berlinale, a diferencia de Cannes, pone a disposición entradas para todas sus galas, incluidos los estrenos de las películas que participan de sus competencias, con precios que oscilan entre 4 y 15 euros, dependiendo de la película.

En cuanto a lo cinematográfico, a pesar de que sus directores se encargan de negarlo enfáticamente, la batalla por acaparar las mejores películas y las estrellas más reconocidas es abierta y declarada. Cuestionado por un grupo de destacados directores alemanes, quienes afirman que en sus últimas ediciones la Berlinale ha “perdido brillo”, este año el director del Festival, Dieter Kosslick, ha respondido nutriendo a la alfombra roja de nombres luminosos. La ex estrella adolescente Robert Pattinson, el siempre atribulado Joaquin Phoenix, la talentosa Isabelle Huppert, el ácido Bill Murray, Willem Dafoe, la belga Cecile de France, el mexicano Gael García Bernal, el hispano-alemán Daniel Brühl y el cantante británico Ed Sheeran serán algunos de los nombres que público y periodistas podrán ver de cerca durante el festival.

En cuanto a las películas, como se ha dicho, la Berlinale apuesta por una programación con un fuerte acento político, pero con un ojo puesto también en los grandes nombres. Entre estos se destaca el del original cineasta estadounidense Wes Anderson, quien tendrá el honor de abrir el festival con su nueva película, La isla de los perros. Se trata de un film que utiliza la tradicional técnica de la animación cuadro por cuadro para contar una disparatada historia futurista que transcurre en Japón, donde los perros se han convertido en una amenaza para los humanos y son confinados a vivir en la misma isla en donde se arroja la basura. Comedia entre sutil y naif en la que Anderson vuelve a hacer gala de un humor excéntrico, elegante y un poco irónico, La isla de los perros es una pequeña obra maestra artesanal que a su manera critica el carácter impiadoso y espurio del mundo adulto, volviendo a depositar todas sus esperanzas en la inocencia de la infancia… y de los perros. Una película que parece haber sido filmada pensando en aquella vieja frase que afirma: “mientras más conozco a los hombres, más quiero a mi perro”.

Dentro de la programación de esta 68° edición del Festival de Berlín se encuentran la nueva película de Gus Van Sant, Don’t Worry, He Won’t Get Far on Foot, protagonizado por Phoenix; el “western feminista” Damsel, con Pattinson y Mia Wasikowska; y Transit, último trabajo del alemán Christian Petzold. También se podrán ver 7 Days in Entebbe, del director brasileño José Padilla, conocido por películas como Tropa de Elite y la remake de Robocop, y Unsane, nuevo trabajo de Steven Soderbergh, quien hace algunos años había anunciado su retiro, pero parece que al final no.

Dentro de la parte más decididamente política de la programación se encuentran los documentales Viaje a los pueblos fumigados, del argentino Fernando Pino Solanas (ver nota aparte); Eldorado, del suizo Markus Imhoof, sobre el tema de los refugiados de dolorosa actualidad para Alemania y para todo el territorio de la comunidad europea. En tanto que el film Utoya 22.juli, del noruego Erik Poppe, recreará el horror de la masacre ocurrida en la ciudad de Oslo en 2011, en la que un hombre mató a 77 personas, la mayoría de ellos adolescentes, perpetrado por un fanático de ultraderecha.

En cuanto a la presencia latina, este año dos producciones de la región participarán de la Competencia Internacional. Se trata por un lado de la mexicana Museo, de Alfonso Ruizpalacios, que recrea el robo del Museo Nacional de Antropología realizado en 1985 por dos jóvenes de clase alta, protagonizada por García Bernal y Leonardo Ortizgris. Y por otro de la película paraguaya Las herederas, del debutante Marcelo Martinessi, que cuenta la historia decadente de dos mujeres de clase alta, que es la primera producción de origen paraguayo en competir por el Oso de Oro en Berlín.