«Perdí una Leica después de dos días de travesía a caballo con mi hijo», le comenta Pablo Cedrón al fotógrafo de Tiempo con el que intercambia pareceres sobre cámaras. «Y volví al año y medio y la encontramos. Había pasado el deshielo y el hielo, todo, y cuando abrimos el negativo estaba jodido al principio y al final, pero en el medio estaba intacto.»
La cabalgata no era turística, sino una cuestión laboral: en tiempos sin trabajo como actor, como enumera en un spot de promoción de su serie Romanos, de reciente estreno en Cine.ar (ex Odeón) y próximo en la señal ISAT, Cedrón trabajó en criaderos de chanchos, pozos para postes de alambrados en campos, demoliciones, bobinas, matracas, fue mozo, cocinero y guía del parque nacional Los Glaciares (donde ocurrió la anécdota de la Leica). 

«Romanos surge porque a mí siempre me gustó escribir cosas: hice unos cuantos guiones, y cuentos que nunca publiqué. Y luego porque tenía ganas de hacer algo no sólo desde el punto de vista de escribir sino también desde la actuación. Poder hacer distintos personajes, ya que en los distintos lugares donde a uno lo llaman no siempre se siente del todo contento. Yo por lo menos siento que me convocan para una parte muy acotada de mi profesión», revela Cedrón.

–¿Por qué? 

–Porque muchas veces te llaman para una novela, donde los personajes son chatos: el malo, el bueno, el que viene a vengarse; es muy limitado. Y además a uno lo encasillan mucho en ciertos personajes. También estaba lo que a mí me gustaba ver como espectador. Eso fue básicamente lo que me llevó a Romanos. 

–¿Cómo la definirías?

–Como una forma de erotismo que se paga, que es como municipal. Pensé que los personajes tenían que ser municipales, con sindicato, que a ellos les toque hacer eso en un ámbito que todos vemos por fuera del erotismo. Y surgió la idea de hacerlo en otro tiempo, no este, por eso pasó a transcurrir en el futuro. 

–Y tiene capas estéticas que permiten tonos narrativos alternantes. 

–Me gustaba eso. Lo sentía ingenuo. Y al mismo tiempo genuino. Porque, por ejemplo, nunca íbamos a poder hacer exteriores de verdad. 

–¿Por eso te llevó varios años hacer la serie? 

–No, más que nada por falta de dinero. Es que la hicimos con ahorros que teníamos Martín Lavini (que interpreta a un payaso) y yo. No eran muchos ahorros. No tuvimos subsidios ni nada. Tengo escritos como 40 y pico de capítulos. Y el formato responde a que por lo poco que podíamos grabar, iba a terminar siendo algo de 45 minutos, un piloto prácticamente, lo cual era más difícil para meterlo en algún lugar. Por eso armamos ocho capítulos de una duración más acotada como para que pudiera estar en diferentes espacios. Después, como el presupuesto no nos daba para hacer exteriores, aprovechamos las maquetas que yo tenía hechas con cajas de mis antidepresivos: tenía unas 20 casas. Entonces hicimos más usando otros materiales porque mis cajas no alcanzaban –sonríe– y así armamos como un pueblito.

Una realidad en expansión 

La respuesta que Romanos obtuvo en festivales nacionales e internacionales fue muy positiva. Algunas de ellos son mejor guión a Pablo Cedrón y mejor serie web en lengua extranjera en el Festival Internacional Web de Londres, mejor serie web y TV en el BIFF (Brasil), y tres premios en el Bawebest (Argentina), a mejor sonido, mejor arte y mejor actor de reparto, Marín Lavini. Por todo esto Romanos es una realidad que busca expandirse. Cedrón espera que la serie pueda llegar a una segunda e incluso una tercera temporada, ya que «estos romanos pueden trabajar de cualquier cosa. En esta temporada uso cosas del mismo sistema que me hacen ruido. Pero son muchas las cosas que me hacen ruido: cosas absurdas, crueles, que no entiendo. Yo de chico no entendía nada en la escuela, no entendía los mecanismos de vincularse de las personas».

–¿No entendías o te revelabas?

–No, no, no me revelaba nada. No entendía. Lo primero que no entendí fue la escuela: ¿por qué nos llamaban por apellido?, ¿qué era eso de las matemáticas? Tardé mucho, mucho en entender un poco. Y veía que los otros chicos estaban muchísimo más insertos que yo. Entonces, a veces usaba técnicas para no llamar la atención, como fingir que sabía: eso duraba muy poco en general. O fingir que había visto lo que ellos habían visto. Y ese desconocimiento creo que lo exageré y lo llevé a este mundo medio extraño que nosotros ponemos ahí, esa mezcla de Pompeya y Herculano, donde hay gente sufriendo que ni siquiera se da cuenta; cosas que a veces las veo yo y otras veces las siento yo. Todas esas cosas que un poco te pasan cuando dejás de estar desempleado. Aunque incluso cuando yo recuperaba el empleo sentía esas angustias porque muchas cosas me parecían crueles. Yo viví muchos años en Francia y nunca tuve papeles; y tuve grandes problemas para tener papeles. Me tocó el servicio militar acá estando allá, mi familia estaba muy comprometida con el tema político, y entonces la única manera de tener los papeles en regla allá era o bien tener una plata en el banco que justificara que estabas viviendo ahí o estar estudiando en la universidad. Y yo plata no tenía y en la universidad no podía entrar porque apenas si tenía la escuela primaria. Entonces eso tampoco hizo que me insertara del todo. No estaba insertado acá cuando me fui, y allá tampoco. Fueron muchos años de estar apartado del mundo en el que normalmente estaban los chicos de mi edad. 

–¿Y ahora te sentís insertado?

–No, eso no se me fue nunca, no se me fue nunca. Me siento insertado cada vez que tengo trabajo, me encariño con la gente pero después eso se corta y desaparece todo vínculo y vuelvo a ser esa persona un poco desorientada, esa persona que no se halla en ningún lado.

–¿Tus vínculos más cercanos cómo lo toman?

–Mi hijo tiene 26 años, pero él no sabía nada que yo estaba desorientado. En su ámbito me mostraba lo más presente posible y lo menos conflictivo para que él recibiera una seguridad, que es la que no tuve nunca: no tuve vínculo con mi papá y con mi vieja durante mucho tiempo.

–Si hiciéramos el ejercicio de ver el lado positivo de las cosas, podríamos decir que para un tiempo incierto como el actual estás más ducho.

–Sí, imaginate que yo he trabajado de todo. Sigo a veces, porque hay períodos en que no tengo laburo de actor y hago otras cosas. Entonces trabajo en herrería, carpintería, pintar piletas de natación. Exactamente como dice el spot. «

Todos los capítulos de la primera temporada de Romanos ya están disponibles en la plataforma Cine.ar (ex Odeón). En breve llegarán a la señal I-Sat.

La política, según los ojos de Cedrón

«El sistema es el sistema y muchas veces los que parecen estar enfrentados son parte complementaria de lo mismo. Sólo que uno hace del policía malo y otro del bueno. La otra cosa que sé también es que los gobiernos están llenos de ignorantes: sin excepción. Y yo me siento muy alejado de la política vista así. Conocí en su momento a los que estaban metidos en el quilombo, que eran más grandes que yo: salían a tirar tiros, a poner bombas; traté íntimamente a muchos y de algún modo los admiraba», revela Cedrón sobre su visión de la política de los ’70 a la actualidad. 

Pero sus recuerdos y reflexiones no quedan ahí: «Era chico y siempre me gustó la aventura, tratar de hacer algo por cambiar esto porque en mi casa siempre fue tema de charla que esto estaba mal. Pero con el tiempo empecé a ver que ellos no veían muy bien lo que venía detrás, ni a quién le estaban haciendo el juego. Y que por ahí atrás estaban bancando tanto a uno como a otro los mismos intereses que por ahí son los mismos que están hoy. Nosotros vemos una parte. Pero el sistema es tan perverso que todo lo agarra, lo aprovecha, lo usa, lo modifica. El otro día mi hijo me mandó una foto que decía Bob Marley, pero lo que estaba ahí era el Che Guevara. Hay gente que no sabe, lo ve como lo mismo: es uno de barba buena onda que nos va ayudar. Y yo no sé si el Che en vez de ayudarte no te fusilaba porque eras un lumpen. Eso hay que saberlo también.»