Lo dijo el director de Tiempo en la conferencia de prensa de ayer, tras la agresión contra la redacción. "Logramos sacar y defender el diario", señaló el presidente de la cooperativa. La patota de Mariano Martínez Rojas irrumpió en un edificio sobre el que no tiene contrato ni relación formal, para destrozar archivos de administración y los sistemas informáticos.
El reloj de una de las computadoras que logró sobrevivir al ataque
marca las 9:30, y la redacción es una capa de voces aún incrédulas por
lo que sucedió en todas estas horas. Él (por Mariano Martínez Rojas)
dirigió al grupo de tareas. Era impresionante verlo cómo charlaba con
ellos (los policías), cómo se relacionaban, enfatiza Randy Stagnaro,
editor de Economía y secretario de la cooperativa Por Más Tiempo, a una
radio que lo entrevista. Puede ser Continental, Vorterix, o tal vez
alguna de las otras cientos que se comunicaron cruzando la General Paz,
desde Mendoza y Tucumán hasta Radio del Sur de Venezuela. Se termina la
nota y baja apresurado al primer piso, donde arranca la conferencia de
prensa. Ese espacio en el que supo proyectarse días atrás un documental
sobre Leonardo Favio como actividad de Espacio Tiempo, ahora está
atiborrado por medio centenar de periodistas. En la conferencia, el
director del diario, Gustavo Cirelli, es contundente: La gravedad de
esto es que se trata de un ataque sin precedentes a la libertad de
expresión.
El presidente de la cooperativa, Javier Borelli,
advierte que se está logrando sacar el diario a la calle y
defendiéndolo de los que nos quieren sacar. Su discurso enumera un
glosario de impunidad que comenzó el tridente
Szpolski-Garfunkel-Richarte, y continuó Martínez Rojas, sin haber
probado jamás la compra de la empresa. Algo debe quedar en claro ante
los demás periodistas: no fue un desalojo a los integrantes de Tiempo
Argentino. Fue una usurpación de patovicas liderados por Martínez Rojas
con un supuesto aval incomprobable porque no tiene contrato de alquiler
alguno. Son los trabajadores quienes permanecen cada día y noche en el
lugar, para ser garantes de las herramientas de trabajo, ante el
vaciamiento y huida de los dueños. Algo que está asentado en un acta
oficial en el Ministerio de Trabajo de hace meses, antes incluso de que
se conformara la cooperativa.
Fue la tercera vez que Martínez Rojas
intentó ingresar por la fuerza al edificio. Borelli explica que los 20
patoteros tuvieron un objetivo planificado: que el diario deje de salir.
Por eso atacaron la oficina de administración de la cooperativa, y
fueron directo a la de Sistemas. Destruir los servidores, quitar los
cables de las conexiones. Silenciar. En las negociaciones entre las
partes y el subcomisario, Borelli, Stagnaro y Cirelli fueron amenazados
por Martínez Rojas, a tal punto que el oficial debió decirle al supuesto
empresario: Pará la mano, flaco. El Consejo de Administración de Por
Más Tiempo acota ante las cámaras: Exigimos que el Estado nos garantice
nuestra seguridad. No sólo nuestra fuente de trabajo sino que también
nuestra integridad está en riesgo.
Una colega de la televisión pregunta si se comunicó alguien del
gobierno. Casi diez horas del conflicto y ningún funcionario se hace
presente. Ni siquiera hubo detenidos, y la Policía Federal terminó
escoltando a los usurpadores. Sentí indignación, también me sorprendió
la impunidad. Los policías siendo testigos en vez de actuar. Quien
habla es Valeria Sampedro, movilera de TN. Lo que llaman la grieta no
existe en la redacción de Amenábar 23 devastada por un huracán de
violencia. Valeria grafica la ausencia de autoridades: cuando fue el
incendio en Canal 13 meses atrás, que al instante se supo no era
intencional, la ministra de Seguridad Patricia Bullrich se apersonó en
el lugar rápidamente. Ahora espero que se apersone también acá, si no
queda evidenciada su sobreactuación, porque acá sí hubo negligencia.
Diego
Pietrafesa es movilero de Telefé, también lector socio de Tiempo. Sabe
de esta lucha porque la acompañó desde un primer instante. Por eso
cuando se enteró de la usurpación, mientras ojeaba Twitter en el baño,
no dudó, y partió con su auto a la madrugada. En mis 26 años de
periodista, jamás vi un ataque tan impune y violento ante la pasividad
policial. Hay que decirlo sin rodeos: si era otro medio, o si eran
manteros, no dudaban un minuto hasta en tirar ácido si era necesario.
Pasadas las 11, Diego seguirá ahí, cubriendo la noticia, entrevistando a
la vecina que fue la primera en alertar a la policía sobre un grupo de
matones que llegaban con un cerrajero, sospechosamente, en plena
noche. Nadie actuó. Natalia Concina, redactora de información general de
Télam, se pregunta cómo la fiscal no pide la detención de ninguno de
los usurpadores y teme que empiecen a naturalizarse prácticas que
creíamos que no volverían a suceder.
Cuando aún los matones
estaban dentro y los trabajadores bajo la lluvia, fueron llegando los
fotógrafos de diferentes medios. El de LaVaca dispara el flash al techo
de una vecina, por donde escaparon un par de los secuaces de MR, que
jamás serán buscados por los agentes. Otro que se acercó cuando la
oscuridad reinaba, fue Iván Schargrodsky. Un rato antes habían
entrevistado en su programa de C5N a la ex presidenta Cristina Fernández
de Kirchner. Ahora estaba frente a la policía reclamándole por la
usurpación de un vaciador tan cómplice como el anterior, Szpolski. Como
tantos otros, Iván aprovechó las redes sociales para informar:
Indispensable que alguna autoridad política se haga presente. No lo
hará ninguna; pero la conferencia termina con un mantra de advertencia,
cantado por todos los presentes. Tiempo Argentino, de los trabajadores,
y al que no le gusta, se jode, se jode