Resulta imposible pasarlo por alto. En las últimas décadas el Indio Solari conquistó una centralidad incuestionable en la cultura argentina. Por fuera del paño de los grandes emporios empresariales, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota construyeron su juego de mil rocanroles que devino en cultura de masas y en una mística única. Con su carrera solista Solari multiplicó el calibre de sus shows en vivo, que adquirieron despliegues federales inéditos alimentados de peregrinaciones masivas. Mientras prepara su quinto disco solista y avanza en su biografía con el escritor y periodista Marcelo Figueras, ya está en la calle Escenas del delito americano (Sudamericana), su primer libro y un paso más en la dimensión pública de su universo creativo.

Escenas del delito americano, como casi todo lo relacionado con el Indio, declina obviedades y propone un camino singular. No es un cuento, no es una novela y no es un cómic. Se trata de una historia apocalíptica contada a través de una prosa pujante y obsesiva, que se articula a partir de fragmentos de texto que se potencian y/o complementan con dibujos. El proyecto cuenta con el aporte del dibujante Serafín y la participación del guionista Matías Santellán. La historia revela desde los ojos de El Peregrino un futuro aterrador, poblado de una galería de sobrevivientes que incluye científicos locos, rebeldes, predicadores, máquinas, corporaciones y múltiples formas de entender la realidad. El libro también oficia de adelanto de la novela El delito americano, sueño en el que el Indio viene trabajando desde hace décadas y amenaza en hacerse realidad en un futuro no tan lejano. 

«Con El delito americano invito a un juego sintáctico y gramatical que oculta con ambigüedades –a eso me dedico– el objetivo de enfrentar al lector de un futuro atomizado y cruel, en el cual la ciencia ha dejado de robarle tiempo a la eternidad. Las palabras que lo describen flotan en libertad enfocando aquí y allá un mundo desarticulado y sin pretender la subversión ni el sabotaje del lenguaje reflexivo; más bien suspiran por esa posibilidad. Esta aventura psicotomimética forma parte de un cuerpo mayor que quizá mi pereza y un interés ajeno a mí me permita algún día sacar a la luz», revela el propio Solari desde la contratapa del libro.

La estructura de Escenas del delito americano también está influenciada por el espíritu lúdico al que hacía referencia Solari. La incertidumbre y la atmósfera lisérgica de un futuro que ya llegó, pero no se parece en nada al deseado, se alimenta de un relato que casi parece articulado en grageas y permite una lectura no lineal. Marcelo Figueras, en el prólogo del libro, cita referencias –William Burroughs, Macedonio Fernández– y agrega: «El relato de estas visiones no nos ahorra incertidumbres. Simplemente lanza al lector en medio de la acción, como náufrago que estrella su nave en un planeta desconocido. Aquí no existe la voz en off que en un documental lo explica todo, ni guía turístico que pasteurice el viaje mientras nos protege. Una vez arrojados a ese futuro hay que moverse rápido y estar atento, si es que se pretende sobrevivir. Cada personaje que aparece, cada rasgo da una tecnología ajena (y aquí hay mucho híbrido monstruoso entre lo biológico y la chatarra que lo cubre todo), obligan a responderse pronto la pregunta del millón: ¿Amigo, enemigo o…?»

En un futuro distópico, con guiños a su pasado y múltiples lecturas posibles, Solari invita a un infierno que no será encantador, pero difícilmente alguien quiera pasar por alto. «