Una vez terminada la elección norteamericana la gran pregunta para los latinoamericanos, o por lo menos para sus gobernantes, es qué significa en términos de la política para América Latina. ¿Va a ser mejor Biden que Trump? La respuesta implica bastante especulación, aunque ya hay muchas pistas sobre todo a partir de las declaraciones de los asesores de Biden para política exterior.

Biden, que suponemos será el nuevo presidente, se ha rodeado de diez asesores en política exterior, que probablemente integren el nuevo Departamento de Estado. Ellos son:

William Burns, especialista en el Cercano Oriente, que fue el segundo al mando de la política exterior de Obama. Hoy en día es el director del Carnegie Endowment for International Peace, organización que se encuentra detrás de toda la política exterior norteamericana desde 1910 hasta el día excepto durante la presidencia de Trump.

Wendy Sherman, subsecretaria de Asuntos Políticos bajo Obama, especialista en los acuerdos nucleares con Irán y Corea del Norte.

Tom Countryman, ex subsecretario de Estados para Asuntos de Seguridad Internacional de Obama, y presidente de la Asociación para Control de Armamentos.

Anthony Blinken, fue segundo del Asesor de Seguridad Nacional de Obama, y es cofundador y dueño de WestExec Advisors una empresa que se dedica a “facilitar” la negociación de contratos entre diversas corporaciones y el Pentágono.

Michele Flournoy, ex subsecretaria de Defensa para Asuntos Políticos, fue la principal arquitecta de la escalada de la guerra de Afganistán, y de las invasiones en Libia y en Siria. Trabaja con Blinken en , WestExec y tiene su propia compañía. Center for New American Security, que asesora al complejo militar industrial.

Nicholas Burns, ex embajador a la OTAN en el gobierno de George W. Bush. Es uno de los “halcones” más conocidos con relación a Rusia y China.

Avril Haines, abogada, es la desarrolló la doctrina legal que permitió el uso de los drones de Obama.

Samantha Power, Director de Derechos Humanos del Concejo de Seguridad Nacional de Obama, que apoyó las invasiones de Libia, a guerra de Yemen, y la política israelí en Gaza.

Jake Sullivan, antiguo asesor de Hillary Clinton para las guerras de Siria y Libia.

Susan Rice, Asesora de Seguridad Nacional de Obama, cuya propuesta es que Estados Unidos tome una postura aún más agresiva frente a Rusia y China.

Entre estos asesores no hay progresistas y tampoco moderados. Su eje central es revertir del deterioro de poderío mundial norteamericano enfrentando “con decisión” al “expansionismo ruso y chino”. Esto último es central para América Latina.

Durante cuatro años, tanto los problemas internos de Trump como su énfasis en China, y su esfuerzo por separar esta nación de Rusia, implicaron que prestó poca atención a América Latina. No podemos esperar que esto continúe en el nuevo gobierno. Es más, no importa lo que piense Biden, su política exterior la hará esta gente. En ese sentido podemos esperar una cantidad de iniciativas que refuercen la presencia norteamericana al sur de Tijuana.

Esto va a implicar una serie de problemas, sobre todo porque los países latinoamericanos han profundizado sus relaciones con China. Por ejemplo, en 2019 el 32% de las exportaciones chilenas, el 29% de las peruanas, el 28% de las brasileras, el 27% de las uruguayas, y el 10% de las argentinas fueron todas a China. Asimismo, China ya ha firmado varios acuerdos para invertir millones de dólares en el subcontinente; por ejemplo, en la compra del 49% de la empresa nacional que produce el litio de Bolivia, y 600 millones de dólares en la refinería petrolera de Dos Bocas en México. En contrapartida Estados Unidos ha comprometido 400 millones para desarrollar una “carretera de litio” entre Argentina, Bolivia y Chile. Una sola inversión china en México es 50% mayor. Ni hablar de acuerdos culturales y diplomáticos.

¿Qué hará Estados Unidos frente este aumento de la influencia de su rival en el continente? Biden ya dijo que desea “restaurar el orden liberal internacional”, o sea el poderío norteamericano. En el caso de América Latina esto significa que los gobernantes se deberán a enfrentar a un intervencionismo norteamericano cada vez mayor. Comerciar con China, o con Rusia, tendrá costos. Al mismo tiempo Estados Unidos no tiene la posibilidad, debido a su crisis económica causada por la pandemia, de ofrecerse como alternativa comercial. Por ende, como no puede ofrecer la “zanahoria” deberá recurrir cada vez más al “garrote”.