Charly García definió hace muchos años que para estar acá, en la Argentina, había que irse muy lejos. Algo así le sucedió a la obra Freno de mano, que recibió su consagración en la Península Ibérica (España y Portugal, en ese orden) y recién este viernes se estrenará en nuestro país. Una obra que precisamente viene muy a cuento del pasado y presente de la Argentina: en tono de comedia trágica relata parte de los avatares a los que se encuentra sometido el argentino promedio de todos los géneros, para sobrevivir a las recurrentes crisis a la que es sometido en su tierra. Protagonizada por María José Gabin y Esteban Prol, con puesta y dirección de Rubén Pires, Freno de mano indaga sobre los límites que la mayorías de la Argentina (porque sus minorías aparecen casi siempre a resguardo) lleva en su ser como una marca de agua.

–¿Qué los engancha a españoles y portugueses de estas situaciones locales?

–La supervivencia del argentino –dice casi sin dudar Prol–. Hay algo de eso que les fascina. Tenemos una manera de seguir adelante, de seguir manifestándonos contra eso que nos hace tanto daño; y peleamos por nuestros derechos de una manera que ellos quizás no están acostumbrados. Y la obra habla de cuál es el límite, hasta dónde no se resienten todos los vínculos, todo lo que uno hace, hasta dónde se puede llegar para seguir adelante. Te caés, te volvés a levantar; ¿qué te motiva, qué te da fuerza para seguir? En un momento decís: tiro la toalla, es imposible. Parece que el ADN argentino impone seguir siempre adelante.

La característica efímera del teatro permite –y exige– un aprendizaje constante del objeto con el que se trabaja, acostumbra sondear aspectos relacionados con la subjetividad que suelen escaparse a otro tipo de reflexiones, en especial las relacionadas con la academia, la ciencia y el considerado arte más erudito. En ese sentido, el teatro guarda una cercanía poco frecuente en otras artes con las vivencias cotidianas. «El humor te sana y te salva en un momento de tanta crisis, tanto dolor», aporta Prol sobre el tono y el “color” de la obra.

–También facilita la empatía.

–Claro. Por ahí a vos te puede ir mejor pero sabés que hay otro peor y otro mucho peor, y eso te vuelve más la mirada para ayudar. Porque estas situaciones te ponen al borde de lo ilegal todo el tiempo. En lo moral, en lo que podés hacer con vos, con el otro, ¿cuál es el límite? Hoy en día nos planteamos qué es lo que pasa cuando tenés un padre que tiene dos o tres trabajos, la madre también, más el colegio, la logística familiar; ¿dónde está la unión? ¿Los domingos al mediodía con unas pastas, ese ratito? Con tal de poder seguir subsistiendo hacemos un montón de cosas para vivir y mantener a la familia. Y cada vez se hace más difícil. Creo que contarlo desde el humor, el grotesco hace que aparezca la risa. No tonta, es inteligente: más vale que nos una lo poquito que tenemos y que sea como ese motor para seguir. Pareciera que no hay plan B y lo vas improvisando en cada momento. Se hace cuesta arriba todo el tiempo.

El actor que se formó con el gran Hugo Midón y saltó a la fama con su participación en Montaña rusa cree que su profesión tiene un rol social. «Lo único malo es la gente que queda en el camino. Uno siempre trata de dar esperanzas, de que la gente que venga a ver la obra y diga: ‘valió la pena haber compartido este momento’. La frase, ‘mal de muchos consuelo de tontos’, en realidad es: mal de muchos consuelo de todos; no sé por qué llegó a Argentina y se transformó. Porque te juntás y ves que a todos nos pasa lo mismo, cuando uno cree que tiene todos los problemas juntos, y solo. Si los compartís, aliviana. Y por ahí el otro tiene otra actitud y te contagia. El de la obra es un lugar muy doloroso, muy extremo; estos personajes con tal de salir adelante están al borde de la ley. Bah, no, están fuera de la ley. Yo en un momento me transformo en un testigo falso y digo: ‘la verdad no da dinero’. Y es como las noticias, no importa la verdad, lo que importa es la noticia; necesitás que el título venda. Que se genere debate. La verdad dejala para hablarla con los amigos. Estas dos personas de la obra se amaron muchísimo, y duele que estén en esas circunstancias. Por eso Freno de mano: hay que proponer un límite, más no se puede. Pero siempre hay algo nuevo, y siempre hay una salida. Creo que la hay, por más que sea todo muy hostil, siempre y cuando no te traiciones. Porque un día te levantás a la mañana y decís: ‘¿Yo quién era?’. Te alienaste y ahí cómo volvés a conectar.  «

Una fe más allá de lo religioso

«Tengo mi propio ritual –puntualiza sobre su previa antes de cada función–: antes de salir al escenario doy toda una vuelta, puedo orar, pedir, me concentro. No soy religioso, soy creyente. Llamemos al dios de todos, la vida si querés. No creo en una túnica con barba. Pero hago el ritual del rezo: pido, oro. Creo mucho en lo que hago, por eso trata de dar lo mejor. Igual me equivoco, claro. Pero para mí es lo mejor que te puede pasar: es la única manera que descubrí de aprender. Hay que enseñar a los  hijos a ser tolerantes a la frustración. La vida es un poco borrador: uno planifica una cosa y sale otra. Si querés que Dios se ría contale tus planes. Yo quiero… y de repente te pasó el tsunami y decís: qué pasó. No me lo imaginé. Bienvenido sea. Como dice mi tía: una patada en el culo es un paso adelante. Por eso para el 2019 creo que hay que tener en cuenta esa frase que aprendí de la película Tierra de nadie (2001): el pesimista dice que las cosas van a ir mal; el optimista sabe que van a ir mal y se prepara para eso».

FRENO DE MANO

De Víctor Winer. Dirección: Rubén Pires. Protagonizada
por Esteban Prol y María José Gabin. Jueves y viernes
a las 21; sábado y domingo, a las 20:30. Teatro La Comedia, Rodríguez Peña 1062.