Sin pretenderlo, Romina Durante lleva en su sangre las huellas de un Estado presente y las secuelas de uno ausente. A pesar de lo que ciertos medios quisieron imponer días atrás, criminalizando a un nene de 11 años y estigmatizando a la organización social –el MTE– que lo contenía, el caso de Romina reivindica la militancia en organizaciones comprometidas con las problemáticas de los más vulnerables.

En su DNI figura Ramona, pero ella prefiere llamarse Romina porque “es más piola”, dice con una sonrisa pícara esta joven de 26 años que cuando llegó al mundo ya sabía que no iba a ser fácil. En su casa de Laferrere no sobraba nada. Eran cinco hermanos y después de ella llegaron siete más, todos de los mismos padres: Norma Racanelli y Rodolfo Durante.

Los problemas de adicciones y la violencia familiar estaban a la orden del día. Por eso, los chicos eran llevados intermitentemente a diferentes institutos de la región. Romina y sus once hermanos llegaron a conocer decenas de hogares de La Plata, City Bell, Villa Elisa e Ituzaingó, entre otros.

“Mi vieja le decía a los jueces que nos iba a pasar a buscar cuando la situación mejorara. La casa que teníamos, donde estaba el taller de mi papá, se inundaba siempre”, cuenta Romina, y recuerda: “Iba pasando de hogar en hogar hasta que a los 16 años me escapé y volví a Laferrere”.

Según pudo reconstruir, en 2005, sus siete hermanos menores estaban en un solo sitio: el Hogar Infantil Bethel, de City Bell. Meses después, quedaban sólo cinco: una preadolescente de 14 años, un niño de seis, dos gemelas de cuatro y un bebé de meses. Romina asegura que con su madre iban a ver a los chicos periódicamente hasta que en 2011 quisieron revincular a toda la familia, pero la justicia les fue adversa: los padres habían perdido la patria potestad de los cuatro más chicos.

La familia había sido desmembrada. “Mi vieja estuvo dos meses encadenada en el Congreso queriendo saber dónde estaban mis hermanos. Nadie le dio bola y su salud desmejoró. Ahí me pasó la posta a mí y yo me quedé en Capital”, explica la joven, quien con 19 años deambuló por las calles de Buenos Aires. Pasaba las noches en 9 de Julio y Avenida de Mayo junto al padre de su primer hijo, hoy de cuatro años.

Tenía asistencia estatal, pero sus problemas se pronunciaban. “Cobraba el subsidio habitacional y lo gastábamos en droga. Al principio lo usábamos y dormíamos en un hotel, pero después preferíamos dormir en la calle y comprar más paco”, señala.

En noviembre de 2012 falleció Norma y un año después, Rodolfo. Antes de morir, la madre alcanzó a decirle a Romina que sus cuatro hermanos habían sido adoptados por una psicóloga y un director de teatro, sin mayores detalles. Mientras, los hermanos mayores lograban sobreponerse.

“Entré en un pozo. Cuando estaba lúcida, esperaba a la salida de los teatros y al que me parecía director le preguntaba por mis hermanos”, indica Romina, cuyo destino iba dar otro giro: conoció a Claudia Enrich, con quien forjó una amistad. Ella es referente de Ciudad Sin Techo, una organización vinculada a Madres de Plaza de Mayo que trabaja con personas en situación de calle.

Con la ayuda de Claudia y su voluntad, logró dejar las drogas y encontrar a sus hermanos, aunque aún no tuvo contacto con ellos. “Se comunicó conmigo la mujer que los adoptó. Primero me cayó muy mal, porque mi madre se murió con ese dolor adentro, pero después entendí que era lo mejor. Todavía no les dijo que los estoy buscando pero me mostró fotos y me contó que están bien”, se emociona.

Sus otros hermanos menores siguieron caminos diferentes: tras escaparse de los hogares, una de las chicas, hoy de 20, está detenida; otro de 19 anda por las calles de Constitución y tendría causas por robo. Otra joven, de 21, es la única que permanece institucionalizada en el hospital psiquiátrico de Melchor Romero, debido a que tiene un retraso madurativo. Fue violada y tuvo un bebé. Se lo sacaron. «

Con víctimas

Romina vive con sus dos hijos, uno de cuatro años y otro de seis meses, en un hotel de Flores, tras un acuerdo con la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia. Cada 15 días la visitan trabajadoras sociales. Hoy es una de las referentes de Ciudad Sin Techo, acompaña a víctimas de violencia de género en situación de calle, tal como lo fue ella. Estudia para ser manicura y costurera.