“Mejor que decir es hacer” esgrimió una vez Juan Perón en una de esas ingeniosas invectivas políticas a las que era afecto y que sabía destinadas a perdurar en la memoria colectiva.

Su segunda esposa, Eva María Duarte, fue la máxima expresión existencial de ese eslogan peronista. A partir de su hacer, en media docena de años partió en dos a la historia argentina. Desde la fundación que llevaba su nombre conmovió los cimientos de la ayuda social y enorgulleció el corazón de niñas/os, obreras/os, mujeres y anciana/os y como embajadora de su marido realizó un legendario viaje a Europa. Aunque si hablamos de decir, su encendida oratoria contra ese ente al que denominó oligarquía –al que atribuyó la causa de todos las injusticias y los males nacionales- tampoco tiene paralelos de radicalidad en la alocución política.

Es en relación a los feminismos y de las diversidades sexuales donde los dichos de Evita se separan de los hechos causando controversias sobre ese trecho cuyos ecos resuenan en el presente. “Si Evita viviera…” sería montonera, revolucionaria, tortillera o feminista, fueron algunos de los tantos destinos que le asignaron  quienes la imaginaron sobreviviendo al cáncer de útero que otros tantos ominosamente celebraron. Su prematura muerte a los 33 años la hicieron leit motiv de los sueños incumplidos, de las utopías propias de cada época histórica, del fin de las injusticias que constituyen la deuda histórica local.

Actualmente, quienes no imaginan una Eva feminista le contraponen sus dichos en La razón de mi vida –autobiografía que pudo no haber escrito pero si avaló- donde su entrega a Perón y el rol subalterno de la mujer corren a la misma velocidad que su diatriba contra ese movimiento ridículo compuesto por solteronas entradas en años, e irremediablemente feas al que caracteriza como feminismo. Más allá de que sus insultos tenían un destinatario concreto que eran Victoria Ocampo o Alicia Moreau, entre tantas enemigas ancestrales, en los hechos su contribución a las luchas de género es indiscutible. Su vida, tal como fue, cambió para siempre el destino de muchas mujeres y a partir de ella, la mujer fue pensada de distinta manera en el imaginario social y político latinoamericano. Sin proponérselo se rebeló contra las restricciones que le imponía la sociedad al quebrar la imagen que existía hasta entonces de una Primera Dama. Su misma relación con Perón fue subversiva  al punto  tal que puede ser caracterizada como el primer hecho justicialista mediante el cual una hija natural, pobre y actriz –considerada una prostituta en su época- asciende y se redime socialmente.  El amor se volvió un hecho político.

A su vez, aspectos de su obra social estaban dirigidos a las necesidades de la mujer. Los hogares de tránsito eran para madres con hijos y sin maridos; el Hogar de la Empleada para muchachas solteras; las mujeres eran exhortadas a trabajar con máquinas de coser para independizarse de los hombres. Aún más, se suele olvidar que en La razón de mi vida imagina avant la lettre el decreto presidencial 1602/9 de Cristina Kirchner, la llamada Asignación Universal por Hijo: “Pienso  que  habría  que  empezar  por  señalar  para cada mujer que se casa una asignación mensual desde el día de su matrimonio. Un sueldo que pague a las madres toda la nación y que provenga del ingreso de todos los que trabajan en el país, incluidas las mujeres Luego podrán añadirse a ese sueldo básico los aumentos por cada hijo…”.

Evita fue a la vez la impulsora de la promulgación de la ley 13.010 de voto femenino que cristalizó una larga lucha de las mujeres y del Partido Peronista Femenino que aseguró y aun  asegura que un porcentaje de las bancas parlamentarias sea ocupado por féminas.

Evita y los gays

Con respecto a las diversidades sexuales diferentes a la heteronormatividad, como buena hija de su época, Eva no se pronunció. Nuevamente los dichos suelen condenarla y  una de las anécdotas más famosas la ubican rechazando un pedido de ayuda desde la comisaría de su modisto Paco Jamandreu. Víctima con un amigo de una razzia policial homofóbica y tras llamarla a su teléfono privado Paquito habría tenido como respuesta un “jodánse por yiros” y un abrupto corte por parte de Evita.

Esas limitaciones no impidieron que Evita se convirtiese en ícono gay, lésbico, travesti y trans. Nuevamente los hechos estuvieron por encima de los dichos. Su vida que parece emular el mito de la Cenicienta de Disney, su historia de amor escandalosa y prohibida con Perón, su estilo pleno de vestidos exuberantes y exageradas joyas la asimilan a una drag, las fotografías rodeadas por obreros, atletas, deportistas y adolescentes en la plenitud de la concupiscencia alimentaron su elevación al cielo de diamantes de la comunidad LGTBIQ.  A eso se suma, su vida sexual anterior a conocer a Perón que se adivina libre y promiscua.

Cantada en la literatura por la pluma de María Elena Walsh, Copi o Néstor Perlongher, representada por artistas gay friendly como Madonna, Valeria Lynch o Paloma San Basilio, su imagen es recreada actualmente por gays, lesbianas, travestis y trans en las marchas del orgullo donde suele aparecer invariablemente. Es que  su vida parece recorrer el mismo camino que ellas: la injuria y la discriminación en EL pueblo natal, la huida a la ciudad, la construcción de otra identidad y la conformación de una comunidad de amigos marginados para resistir orgullosamente a las injusticias.

En ese sentido, Eva María Ibarguren y Francisco Vicente Jaumandreu nacieron el año de la Semana Trágica,  la primera represión masiva contra los obreros del siglo XX que incluyó el primer pogromo contra los judíos. Así, en 1919 llegaron al mundo  dos personajes mesiánicos que a su manera encarnaran sueños redentores de sectores sociales estigmatizados: las y los trabajadores, las mujeres y los gays.

Tanto Evita como Paquito nacieron en sendos caseríos de pueblos de la provincia de Buenos Aires, a una distancia de entre 250 y 350 km aproximadamente de la ciudad de Buenos Aires. Lo más probable es que Eva Perón haya nacido en Los Toldos aunque ella misma haya deslizado que nació en Junín. Paco Jamandreu nació en Mamaguita, una pequeña localidad rural del partido 25 de mayo.

Eva y Paco falsearon las fechas de sus nacimientos. Falsear la fecha de nacimiento es una estrategia como tantas de ser otro, de tener otra identidad, de ser objeto de la propia creación.  Eva adulteró su partida natal antes de casarse con Perón para figurar como hija legítima de Juan Duarte. Paco afirmaba haber nacido el 17 de octubre de 1925, una mezcla de afinidad política y coquetería. Ambos leían en sus pueblos la revista “Sintonía” y “Antena” y alimentaron así sus sueños de triunfar en el mundo del espectáculo. Con ese propósito huyeron del infierno pueblerino y una vez en Buenos Aires crearon sendos mundos a su medida con múltiples identidades: Eva Duarte, Eva Durante, María Eva Duarte de Perón, Eva Perón o Evita; Francisco Jaumandreu, Paco Jaumandreu, Frank Jamandreu, Paco Jamandre o Paquito.

Los que le recriminan a Evita el “jódanse por yiros” olvidan su afinidad con Paco y su  generosidad una vez en la cima del poder que la llevó a regalarle un auto y viajes a Europa. También olvidan el apoyo que le brindó al cantante español Miguel de Molina por quien se ocupó personalmente de facilitar los trámites de su reingreso al país tras la homofóbica deportación de la que fuera víctima por los funcionarios y la policía hija del golpe de Estado de 1943.

 Paquito y Miguel de Molina nunca olvidaron los favores recibidos ni abandonaron su afecto hacia Evita. De Molina participó de los festejos oficiales del día del trabajador de 1947, repartió  juguetes a hijos de obreros y cantó en la residencia presidencial para el matrimonio Perón, en las cuáles el General animado le pidió canciones de su repertorio tales como La otra.  

Según relata en sus memorias tituladas Botín de guerra, Miguel de Molina vio a Eva Perón por última vez en la oficina de la Fundación en septiembre de 1951. En esa ocasión ya desahuciada, Evita le habría dicho: “Miguel, no se olvide de lo que le dije una vez. Si yo no estoy, y usted sufre alguna injusticia, siempre habrá un peronista que lo ayude”. Según Paquito en La cabeza contra el suelo, cinco días antes de la muerte de Evita, fue llamado desde el Palacio Unzué y Perón le pidió que confeccionara unos diseños de vestidos para hacerle creer a su esposa que estaba a punto de realizar un largo viaje. El modisto trabajó toda la noche y los llevó al otro día a la ilustre enferma. Quizás se durmiera dulcemente con esa última ilusión que evocaba las fantasías juveniles de ambos.

(*) Adrián Melo es autor del libro Paco y Eva que tendrá su presentación virtual este domingo a las 19. Estará acompañado por Enzo Maqueira, Fabián Minelli, Viviana Surantini y Lucas Rozenmacher. El ID para sumarse al Zoom es 8243411324 y el acceso: aurelia20