Brasilia

La Cámara de Diputados de Brasil destituyó a Eduardo Cunha, arquitecto del impeachment de la presidenta de izquierda Dilma Rousseff, por ocultar cuentas bancarias en Suiza, en una nueva página de la crisis política que golpea al gigante sudamericano.

El plenario, con un quorum de 470 diputados, decidió poner fin a su mandato por 450 votos a favor, 10 en contra y 9 abstenciones (el presidente no votó), al cabo de una sesión intensa en la que el propio Cunha asumió personalmente su defensa, replicando el gesto de Rousseff en las sesiones finales de su juicio político.

«Declaro la pérdida del mandato del diputado Eduardo Cunha por conducta incompatible con el mandato parlamentario», señaló el fallo leído en el recinto.

La sentencia lo inhabilitó para postularse o ejercer cargos públicos por ocho años, a diferencia de Rousseff que conservó sus derechos políticos. Como su castigo entra en vigencia a partir del fin del actual periodo legislativo, la prohibición se extenderá por más de 10 años.

Ultraconservador, evangélico y fino conocedor de los laberintos reglamentarios del Congreso, Cunha fue acusado ante el Consejo de Ética de la cámara de ocultar cuentas bancarias en Suiza.

Enfrenta además causas ante el Supremo tribunal federal (STF) por corrupción pasiva, lavado de dinero, ocultamiento de cuentas en el extranjero abastecidas con dinero ilegal de Petrobras, abuso de poder y realización de maniobras para obstaculizar investigaciones, entre otras.

Durante su alegato, criticó a Rousseff y al Partido de los Trabajadores (PT, izquierda) y durante largos pasajes encarnó al político calculador y dominante de los días en que presidía la Cámara. No obstante, por momentos se le quebró la voz. «No mentí, no hay cuenta, ¿dónde está la prueba? No hay prueba (…) No me juzguen por lo que dice la opinión pública», pidió.

«Es el precio que estoy pagando para que Brasil quede libre del PT. Me están cobrando el precio del impeachment que acepté y que nadie más estaba en condiciones de hacer en ese momento», dijo tras recordar a sus colegas que al menos 160 de ellos también enfrentan investigaciones judiciales.

Función final

Rousseff acusó a Cunha y a su vicepresidente Michel Temer, que la reemplazó tras ser destituida, de haber llevado a cabo un «golpe de Estado» parlamentario. Los dos pertenecen al partido de centro derecha PMDB, que durante muchos años fue el principal aliado del PT.

Cunha ganó la presidencia de la Cámara en 2015 y se convirtió en el tercero en la línea de sucesión de la jefatura de Estado. Irritado por acusaciones de que había cobrado al menos cinco millones de dólares en sobornos para facilitar negocios en Petrobras, le declaró la guerra al gobierno convencido de que era un embate impulsado por el PT.

Amo y señor de la Cámara Baja, el 2 de diciembre del 2015 autorizó un pedido de impeachment contra Rousseff por maquillar las cuentas públicas, acusación que el 31 de agosto terminó segando el mandato de la primera mujer en presidir Brasil y el ciclo de más de 13 años del PT en el poder, primero con Lula da Silva (2003-2010) y luego con su heredera política.

Para la exmandataria, Cunha acogió el pedido de impeachment para vengarse porque el gobierno no lo apoyó para evitar el proceso que le abrió la Comisión de Ética.

Estrella

La estrella de Cunha empezó a apagarse cuando el STF lo suspendió en mayo por una larga lista de cargos tras una denuncia de la Procuraduría General que afirmaba que no poseía «las condiciones personales mínimas» para ejercer el cargo.

En la noche del lunes, de traje azul oscuro y corbata amarilla, este político conocido como «el Frank Underwood brasileño» -en referencia al maquiavélico protagonista de la serie «House of Cards»- se alejó de su estilo meticuloso y aferrado a los vericuetos reglamentarios para dar un discurso salpicado de referencias religiosas, en el que solicitó a sus pares que voten en favor de su inocencia.

Sobrevivió políticamente apenas dos semanas a Rousseff, su acérrima enemiga.

En su discurso, afirmó que, cualquiera fuese la decisión sobre su futuro, nadie le quitará «el placer de que ese gobierno criminal se fuera».

Como en cada mención que hizo contra Rousseff, sus palabras fueron acompañadas por algunos aplausos. Lo cual no obstó que al final hubiese sido abandonado incluso por muchos de sus compañeros del PMDB, que optaron por su destitución.

Afuera del recinto, en la sala principal de la Cámara, un pequeño grupo de manifestantes cantaba «¡Fora Cunha!».