Con los músculos del tren inferior infectados de ácido láctico, el maratonista argentino Federico Bruno comenzó a sentir algunas molestias a los 30 kilómetros de su carrera. Menos de cinco después, con el físico estropeado, las piernas se le acalambraron y, de ahí hasta el final, tuvo que cambiar la marcha. Pudo haber abandonado, su cuerpo se lo pedía, pero siguió, completó los siete kilómetros que le quedaban hasta el Sambódromo, redondeó un tiempo de 2h40m05s en el maratón masculino de los Juegos de Río 2016 y se ubicó en el puesto 137 de los 140 participantes que llegaron hasta el final. Los últimos metros los corrió de costado, en un movimiento incómodo pero útil, con el aliento de Derlis Ramón Ayala, paraguayo que se le adelantó por apenas un lugar.

“Agradezco al paraguayo, que en tres kilómetros frenó y me hizo el aguante. Yo le decía que se fuera, que él estaba bien, pero me dijo que no, que íbamos a llegar juntos”, explicó Bruno, con más experiencia en el medio fondo, al final de la prueba. Bruno, que tiene 23 años y que nació en Concordia, Entre Ríos, siente que terminó la prueba «arrastrado como un viejo» y «dando lástima». Sobre los motivos de su insistencia, dijo: «Para ser olímpico tenía que terminar la prueba».

El paraguayo Ayala, que tuvo una pubalgia recientemente, también tuvo calambres y señaló que se ayudó con Bruno para motivarse mutuamente. «El objetivo era terminar. Fueron mis primeros Juegos Olímpicos y uno tiene que acabar sus primeros Juegos Olímpicos. La gente de Río nos apoyó mucho. Me encontré con Bruno, de Argentina, los dos veníamos acalambrados y nos acompañamos uno a otro en los últimos kilómetros», explicó el único paraguayo en el maratón masculino.

Argentina acudió con el equipo completo de tres competidores. El mejor del país fue Mariano Mastromarino (53º, 2h18m44s), mientras que Luis Ariel Molina fue 89º (2h23m55s).