Mientras se difunde el pánico en Europa por la extensión de la epidemia de coronavirus, que en Italia ha motivado el cierre excepcional de museos y teatros, incluyendo el mayor coliseo lírico del mundo, la Scala de Milán, Alemania parece estar exenta de esta histeria colectiva y las proyecciones del 70º Festival de Berlín prosiguen normalmente con la habitual aglomeración de público y prensa internacionales.

En este marco se pudo asistir al estreno mundial, en la flamante sección paralela oficial “Encuentros”, del film argentino Isabella, nuevo capítulo del proyecto que está llevando a cabo desde hace diez años Matías Piñeiro, centrado en personajes femeninos shakesperianos.

“Encuentros” es la nueva sección competitiva creada por el nuevo director artístico de la Berlinale, Carlo Chatrian, destinada a hacer encontrar en el programa noveles directores y veteranos, en este caso un joven cineasta de 37 años, Piñeiro, y un maestro veterano como Alexander Kluge, exactamente medio siglo mayor que él, con “Orphea”, que serán recompensados con placas al mejor film, mejor director y un gran premio especial del jurado.

La Isabella en cuestión es la protagonista de Medida por medida pero el film cuenta en cambio la frustración de una actriz que cada vez se ve soplar el papel por una misma colega, que casualmente es la novia de su hermano, de quien ella depende económicamente.

Protagonizado por María Villar y Agustina Muñoz, el film parece inspirarse en ese cine de la nueva ola francesa primigenia, sobre todo la de los films de Jacques Rivette, donde una pieza teatral y su ensayo era el eje en torno al cual se movía la trama. 

Pero Piñeiro, autor también del guión original, concentra su atención en la figura de Mariel (Villar) y en las continuas frustraciones típicas del oficio de actor. También juega con el tiempo, yendo y viniendo temporalmente y dando como única pista al espectador el estado de gravidez de la protagonista, antes, durante y después, manejando todo con una cierta elegancia, ayudado por la calidez de sus dos actrices principales.

Este año la presencia alemana en el concurso ha sido sustanciosa (tres films sobre 18) pero no de igual nivel, pasando desde la revisión del mito de Ondina, en “Undine” de Christian Petzold, que unánimemente es considerada la mayor candidata a los Osos de oro y plata, a la de un clásico de la literatura alemana como “Berlin Alexanderplatz”, libremente adaptada de la novela de Alfred Döblin por el director de origen afgano Burhan Qurbani, abucheada en la proyección para la prensa y retratando una entrañable relación entre mellizos en Schwesterlein (Hermanita) de Stéphanie Chuat y Véronique Reymond.

Ondina es un personaje de la mitología nórdica que paga con la vida enamorarse de un mortal pero Petzold, autor también del guión original, da un vuelco a la historia al darle la posibilidad de un nuevo amor pero sin quitarle el trágico final.

Con Undine, Petzold reencuentra al dúo protagónico de su anterior film, Transit, Paula Beer y Franz Rogowski, y confecciona un maravilloso film que se entronca con el mejor romanticismo alemán.

Lo mismo no puede decirse de Berlin Alexanderplatz, donde una modernización de la historia de Franz Biberkopf, transformado en emigrado africano ilegal (Welket Bungué), se alarga en más de tres horas y con un diálogo enfático y agobiador que arruina uno que otro momento de invención visual.

A mitad de camino entre dos extremos, la entrañable relación entre dos mellizos, uno enfermo terminal de cáncer, la otra madre de familia que deja todo para acudir a su hermano, realzada por una excelente interpretación de Nina Hoss y Lars Eldinger.