El Festival de San Sebastián, que año a año incluye cine de autor pero no tiene complejos en programar películas rabiosamente comerciales, este año inauguró su 67 edición con Blackbird, un drama puro y duro sobre la eutanasia, protagonizado por Susan Sarandon, Kate Winslet y Sam Neill, dirigido por Roger Michaell, que a fines de los noventa empezó a jugar en las grandes ligas gracias a Notting Hill.

Al festival, que se desarrollará hasta el sábado 28 de septiembre, le bastó apenas un día para tomar impulso, con la presentación de Seberg de Benedict Andrews con Kristen Stewart que con su presencia despertó un fervor inusitado de parte del público. También se vio Mientras dure la guerra de Alejandro Amenábar, sobre un episodio de la guerra civil española que tuvo al célebre escritor español Miguel de Unamuno como protagonista. También pudo verse Proxima, de la francesa Alice Winocour con Eva Green, que fue la primera estrella que pudo verse en esta hermosa ciudad vasca a orillas del Mar Cantábrico, mientras que el veterano Costa-Gavras (que recibirá el Premio Donostia a la trayectoria) exhibió Adults in the Room, un relato plano y sin vuelo sobre la asfixia económica ejercida por los organismos internacionales a Grecia.

Desde hace bastante tiempo el cine argentino juega casi de local en San Sebastián y este año no es la excepción, aunque este año la delegación nacional tiene menos presencia que en ediciones anteriores. Hoy se verá La odisea de los giles de Sebastián Borensztein es la única película argentina en la sección oficial pero fuera de concurso, aunque claro, Ricardo Darín encabeza el elenco y su presencia la hace insoslayable para el festival, que así capitaliza la popularidad del actor argentino, con asistencia perfecta en los últimos años.

Ayer fue bien recibida La leyenda de Don Julio: Corazón y hueso , en donde Alfred Olivieri, que vuelve a la sección Culinary Zinema después de presentar el año pasado Tegui: Un asunto de familia, esta vez aborda con un documental sobre la legendaria parrilla del barrio porteño de Palermo. También se exhibió a sala llena y dentro de la sección Zabaltegi, dedicada al cine que toma más riesgos, Blue Boy de Manuel Abramovich, una curiosa mirada sobre un grupo de trabajadores sexuales rumanos en Berlín.

Pero sin ninguna duda y más allá de la suerte que puedan tener el resto de los films argentinos en los diferentes secciones como Las buenas intenciones (Ana Garcia Blaya), De nuevo otra vez (Romina Paula), Los sonámbulos (Paula Hernández), Ficción privada (Andrés Di Tella) y Shakti (Martín Rejtman), sin duda la película que genera más expectativa es La ola verde (Que sea ley), de Juan Diego Solanas sobre la lucha por la legalización del aborto en Argentina. El documental tendrá su primera pasada el martes 24 y se prevé que al igual que en Cannes, la platea esté tapizada por los pañuelos verdes que simboliza la campaña por el aborto legal, seguro y gratuito.