Prosigue la mala racha del concurso del 76o. Festival de Venecia con dos films decepcionantes que llegan del otro lado del planeta, el chino “Lan Xin Da Ju Yuan”, traducido aquí al inglés como “Saturday Fiction”, una banal película de espionaje dirigida por un epígono de la sexta generación, Lou Ye, y el australiano “Babyteeth”, debut en el largometraje de una estimada directora teatral y televisiva, Shannon Murphy, sobre el primer y último amor de una adolescente con cáncer terminal.

El film chino está inspirado en una conocida novela de Ying Hong y cuenta la historia de una famosa actriz que vuelve a Shanghai, después de un largo exilio en Hong Kong durante la ocupación japonesa de China.

Se supone que su vuelta a su ciudad natal se deba al deseo de lograr la liberación de parte japonesa de su ex marido o para reanudar una vieja relación sentimental con el director de la obra que deberá interpretar, pero en realidad su propósito es descubrir los planes de Tokio en vísperas de lo que será el ataque nipón a Pearl Harbor y el desencadenamiento de la guerra del Pacífico.

Una trama alambicada y poco creíble, con una fotografía en blanco y negro que privilegia las sombras y una Gong Li, poco adecuada y aun menos glamorosa de lo que su fama y belleza prometían, hacen de “Saturday Fiction” uno de los puntos más bajos del concurso.

No le fue en zaga “Babyteeth” que, inspirado en una pieza teatral de Rita Kalnejais adaptada por ella misma al cine, más que un melodrama a la Douglas Sirk como era dado esperar, es un melifluodrama autocomplaciente, dada la deliberada intención de la directora de recurrir a todos los golpes bajos del oficio para hacer reír y llorar al espectador.

Lo mejor del film es la interpretación de Essie Davis y Ben Mendelsohn, como los padres de la protagonista, dos profesionales capaces de llegar al resultado esperado con el mínimo de recursos mientras los jóvenes protagonistas, Eliza Scanlen y Toby Wallace, poco pueden hacer con sus personajes acartonados y previsibles.

Para encontrar algo mejor hay que ir a buscarlo en las secciones paralelas como “Eventos especiales”, dondeTsai Ming-liang ha presentado su obra maestra “Bu San” , mejor conocida como “Goodbye Dragon Inn” del 2003, agregándole una performance en vivo en el Teatro alle Tese del Arsenal de Venecia (donde se celebra la Bienal de Arte), centrado sobre el tema “Improvisaciones sobre la historia del cine”, confirmando que el maestro taiwanés ha abandonado definitivamente el cine para dedicarse a sí mismo como objeto de obra de arte.

También en “Horizontes”, sección paralela oficial que cuenta con jurado y premio propios, se distinguió “Metri Shisho Ni”, segundo largometraje de un joven cineasta de 30 años, Saeed Roustaee, un policial de ritmo frenético, personajes y ambiente muy bien dibujados y un reparto compuesto por profesionales, entre ellos Payman Maadi, ya admirado en dos films de Asghar Farhadi, “Una separación” y “Sobre Elly”, y Navid Mohmmadzadeh, premiado aquí mismo en Venecia por “La duda”, junto a verdaderos ladronzuelos y drogados.

El film nos hace ver la lucha contra el tráfico de droga en Irán y nos deja asistir a una escalofriante ejecución en masa, además de escenas con cientos de extras manejados por el director con un virtuosismo y un sentido del espectáculo extraordinarios.

Roustaee, que antes había dirigido solo tres cortos un documental, galardonados con un centenar de premios en todo el planeta, se consagra como un gran director destinado a proseguir su carrera si no en Hollywood, por lo menos en los centros cinematográficos más importantes.

Fuera de concurso se exhibió “Mosul”, debut como director del guionista Matthew Michael Carnahan, que se distinguiera con “Lions For Lambs” con Meryl Streep y Robert Redford, y cuenta sobre un grupo paramilitar que trata de acabar con lo que resta del movimiento terrorista islámico ISIS, combatiendo metro por metro por las calles de la más martirizada ciudad iraquí, que otrora fuera la segunda ciudad más importante de Irak, después de la capital Bagdad.

En aras de la veracidad y el realismo de la acción, Carnahan rodó su película en árabe y con actores locales, renunciando a buena parte de su posible valor comercial pero haciendo de “Mosul” un film creíble y de gran actualidad.