@manualfieri

Con el paso del tiempo, Fidel Castro Ruz se convirtió en el más persistente e histórico rival de los gobiernos de Estados Unidos. Siempre mantuvo sus ideas no sólo con respecto a Washington, sino también su visión estratégica marxista sobre la política, economía, cultura, sociedad y las revoluciones en el mundo. Fue, sin dudas, uno de los referentes más importantes para la historia y la teoría del antiimperialismo. Y hoy, cuando cumple 90 años, puede decir que nunca se traicionó.

Nació en Birán, Mayarí, un pequeño pueblo del este del país, el 13 de agosto de 1926. Procedente de una familia de hacendados gallegos -Ángel Castro y Lina Ruz, ambos analfabetos y de origen humilde-, Fidel fue enviado a Santiago de Cuba a los seis años para estudiar en la capital, junto con su hermana Angelita y bajo el cuidado de su profesora en Birán.

En Santiago experimentó el hambre y en 1934 ingresó en un colegio lasaliano, donde se destacó como un incipiente deportista.

Estudió Derecho en la Universidad de La Habana, en la cual se doctoró en 1950 y donde se nutrió de lecturas y experiencias políticas. Allí formó parte de la Federación Estudiantil Universitaria y participó en actividades revolucionarias desde muy joven, como la sublevación contra la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo en Santo Domingo.

A partir de 1949 comenzó a militar en el Partido del Pueblo Cubano.Su agitada vida política se mezclaba con la personal: ese mismo año contrajo matrimonio con Mirta Díaz-Balart, una estudiante de filosofía de una acomodada familia habanera. Con ella tuvo su primer hijo, Fidel Félix Castro Díaz-Balart.

En 1952 denunció al dictador Batista ante un tribunal de urgencia por violar la Constitución. “Si existen tribunales, Batista debe ser castigado, y si Batista no es castigado: ¿cómo podrá después este tribunal juzgar a un ciudadano cualquiera por sedición o rebeldía contra este régimen ilegal producto de la traición impune?”, se preguntaba Fidel, en un aviso implícito de lo que sería su posterior insurrección. Efectivamente, los tribunales rechazaron la demanda. Ahí, influenciado por la lectura de Marx, Lenin y Martí, Castro entendió que se legitimaba la lucha armada como única vía posible para derrocar a la dictadura. Era la única salida.

Así fue que emprendió el asalto al Cuartel Moncada, que le valió una condena de 15 años de prisión –de los cuales se hicieron efectivos solo 22 meses- y el exilio a México. Desde allí inició una nueva etapa de su actividad revolucionaria contra la dictadura de Batista, que había entregado el país a manos de los intereses económicos estadounidenses.

El asalto al cuartel fue un fracaso militar, pero no político: dio gran popularidad a sus protagonistas, acrecentada durante el juicio que las autoridades cubanas emprendieron contra Fidel, en el que el abogado se defendió a sí mismo y aprovechó para pronunciar un extenso alegato político, conocido como “La Historia me absolverá”.

Desde México aprendió que su lucha tendría pocas posibilidades de triunfar en un medio urbano. Por eso, en su regreso a Cuba en 1956, apostó por crear una guerrilla rural, en la zona más apartada y montañosa del país: la Sierra Maestra, ubicada en el este de la isla. Allí desembarcó con sólo 80 hombres, el famoso “Grupo 26 de julio”, a bordo del yate Granma, nombre que años después tomaría el diario oficial del gobierno revolucionario.

Dos años más tarde, sus bases en la Sierra eran lo suficientemente sólidas y sus efectivos lo bastante nutridos como para llevar a cabo con éxito la ocupación de Santiago, en 1958.

Desde allí Fidel lanzó la ofensiva final que recorrió la isla de este a oeste. Los revolucionarios llegaron a contar con más de 800 combatientes con los que comenzaron la invasión a escala nacional, frente a los más de 70 mil soldados de Batista. Castro entró en La Habana en 1959, secundado por sus más estrechos colaboradores: el “Che” Guevara, Camilo Cienfuegos y su hermano Raúl. El temeroso dictador Batista huyó.

El triunfo militar puso a Fidel al frente del gobierno cubano, en el que acumuló los cargos de primer ministro y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. “Esta vez, por fortuna para Cuba, la revolución llegará de verdad al poder. No será como en el 1895, que vinieron los nortamericanos y se hicieron dueños de esto, que intervinieron a última hora y después ni siquiera dejaron entrar a Calixto García, que había peleado durante treinta años, no lo dejaron entrar en Santiago de Cuba. No será como en el `33, que cuando el pueblo empezó a creer que una revolución se estaba haciendo, vino el señor Batista, traicionó la revolución, se apoderó del poder e instauró una dictadura por once años. No será como en el `44, año en el que las multitudes se enardecieron creyendo que al fin el pueblo había llegado al poder y los que llegaron al poder fueron los ladrones. Ni ladrones, ni traidores, ni intervencionistas. Esta vez sí que es la revolución”, lanzó.

Sin preludios, empezó a hacer realidad los proyectos de cambio que habían suministrado la base social de la revolución: el más importante de todos, la reforma agraria, que expropiaba las grandes haciendas extranjeras para dar medios de vida a los campesinos pobres, en 1959. Confiscó todas las propiedades de más de 420 hectáreas de extensión. De forma simbólica, el primer terreno expropiado fue el de su propia familia.

Al año siguiente llegó la nacionalización de los bienes de compañías estadounidenses en Cuba. También juzgó en tribunales revolucionarios a militares y colaboradores de la dictadura. Las medidas fueron tan criticadas por la prensa internacional como defendidas por el pueblo cubano.El 21 de enero de 1959, más de un millón de personas salieron a la calle para dar su apoyo al nuevo gobierno.

Las decisiones de Fidel llevaron a un inevitable enfrentamiento con la Casa Blanca. En 1961 llamó a una revolución general contra el imperialismo en América Latina y se ganó el encono del presidente Eisenhower, que decidió romper las relaciones diplomáticas con Cuba y decretó un embargo comercial para ahogar la economía nacional y así forzar la retirada de Castro, ya que la isla dependía casi totalmente de sus exportaciones a Estados Unidos, fundamentalmente de azúcar. Ese mismo año, el sucesor de Eisenhower,  John F. Kennedy, no aflojó la presión, sino que la agudizó con la organización de un desembarco de exiliados cubanos armados en la bahía de Cochinos, que fue repelido por el ejército revolucionario.

Tras esa ofensiva, Fidel no retrocedió y dobló la apuesta. Proclamó el carácter marxista-leninista de la revolución y, a través de la “Segunda declaración de La Habana”, alineó a su gobierno con la política exterior de la URSS. Al mismo tiempo, eliminó a los funcionarios liberales con los que se había aliado al principio y unificó a los grupos políticos que apoyaban la revolución en un único Partido Unido de la Revolución Socialista. Cuba fue el primer Estado socialista de Latinoamérica.

Un nuevo choque con la Casa Blanca llegó en 1962, cuando Fidel permitió que la URSS instalara en suelo cubano rampas de lanzamiento de misiles con las que podían alcanzarse objetivos en Estados Unidos. Descubiertas por el espionaje americano, Kennedy reaccionó con un bloqueo naval a Cuba y la exigencia de retirada de las instalaciones. La llamada “Crisis de los Misiles” estuvo a punto de hacer estallar una guerra nuclear entre las dos superpotencias, que fue evitada a último momento con la retirada del armamento soviético, a cambio de que no hubiese nuevos intentos de invasión en la isla.

En 1965, el partido de la revolución pasó a llamarse Partido Comunista de Cuba. Fidel asumió como secretario general. Poco más de una década después, en 1976, también fue nombrado presidente del Consejo de Estado, cargo que mantendría hasta 2008.

De su mano, Cuba obtuvo logros sociales impensados para cualquier país de la región. De hecho, se convirtió en un modelo para el resto de las naciones en materias como Educación, Salud y Deportes.La tasa de alfabetismo alcanza hoy al 100% de los cubanos y el 95% de los chicos termina la escuela primaria. Todos los habitantes cuentan con acceso gratuito a la salud pública.

También emprendió una política redistributiva que favoreció a millones de cubanos que, en la época de Batista, vivían en la más profunda miseria. Según la CEPAL, sólo el 5% de la población está por debajo del nivel mínimo de consumo de energía alimentaria. El 95% de los cubanos cuenta con agua potable, a diferencia de lo que ocurre en otros países latinoamericanos, como Bolivia, donde sólo la mitad de la población accede a ese servicio.

Además, Fidel mantuvo una política exterior muy activa, basada en la lucha contra el imperialismo, con un papel destacado en el Movimiento de Países No Alineados y en la intervención militar cubana en África, en apoyo a los gobiernos de Angola y Etiopía.

Pese a su avanzada edad, Fidel siguió personalmente al frente del gobierno hasta el 31 de julio de 2006, fecha en la que delegó su cargo a Raúl Castro, mientras se recuperaba de una intervención quirúrgica intestinal. En 2008 lo haría en forma definitiva debido a problemas de salud.

Con numerosas victorias en su haber también sufrió pérdidas que lo conmovieron, como las muertes, en épocas distintas, de Ernesto “Che” Guevara y de Hugo Chávez. Hoy, el mundo entero, quienes lo odian y quienes lo idolatran, podrán discutir sobre sus virtudes y sus defectos, sus aciertos y sus errores. Pero nadie discute que Fidel Castro es uno de los personajes más interesantes e importantes de la historia del siglo XX.