La Fiesta del Cine que se está celebrando en Roma se confirma como una manifestación capaz de descubrir a los futuros candidatos al Oscar, a pesar de no ser considerado un festival de serie A (puede exhibir películas presentadas en otros certámenes).

Esto ha ocurrido no solo con “The Irishman”, presentado días atrás y que además de mejor film, dirección y guión, aspira a la estatuilla para su tres protagonistas masculinos (Robert De Niro, Al Pacino y Joe Pesci), sino también con “Waves” del norteamericano Trey Edward Shults y de “Judy” del inglés Rupert Goold, incorporados en el mismo día de programación.

“Waves”, en efecto, afronta el drama de una familia negra de elevada posición social y económica que se disgrega cuando el hijo mayor asesina a su novia blanca. Shults, autor también del guión original, no solo describe acertadamente las distintas psicologías de la familia sino que se atreve a cambiar de protagonista, bien entrada la segunda parte de sus dos horas y cuartas de film, manteniendo la coherencia narrativa y brindando el mejor de los finales posibles para una tragedia casi sin solución.

Y lo hace con un cuarteto extraordinarios de actores negros, vistos hasta ahora sobre todo en televisión, como Kelvin Harrison Jr., Taylor Russell, Sterling K. Brown y Renée Elise Goldsberry, que seguramente terminarán en la short list de candidatos a los Oscars, tanto de protagonistas como de reparto, lo que permitirá a la Academia de Hollywood rechazar el mote de “Oscar Oh so White” con la que se la criticaba por dar poco espacio a las minorías raciales y sexuales a la hora de entregar los premios.

Pero “Waves” es ante todo un film adulto que trata de problemas reales, pocas veces tocado por el cine de Hollywood, como el aborto, las relaciones prematrimoniales e interraciales y la necesidad de las minorías emergentes de encontrar su lugar en la sociedad, afirmando sus propios valores pero afrontando también el temor de perderlo, el todo firmado por un joven cineasta de 32 años a su tercer largometraje.

“Judy” está inspirado en un exitoso texto teatral londinense, “End of the Rainbow” de Peter Wilter sobre la serie de recitales que dio Judy Garland en Londres en 1968, seis meses antes de morir, adaptado por Tom Edge, un guionista y productor televisivo inglés que debuta en cine, y dirigido por un director de teatro, ópera y comedias musicales de 47 años, Rupert Goold, a su segundo largometraje.

Pero lo que hace más recordable al film es la interpretación de Renée Zellweger que no se limita a remedar los mohines y la manera de caminar y moverse en el escenario de la inolvidable intérprete de “El  mago de Oz”, sino también a darle su propia voz que, por supuesto no será la inigualable original (“nadie tiene ni tendrá jamás la voz de Judy” dijo en su época Mickey Rooney, su compañero de cartel en tantos films de la MGM cuando ambos eran adolescentes) pero es una auténtica recreación de los temas que hizo famosos (sobre todo “Over the Rainbow”).

Toda la fragilidad de una mujer que a los 47 años, minada por el alcohol, las drogas y la pérdida de sus hijos, intenta reconstruir una carrera, es interpretada magistralmente por Zellweger en el que es seguramente el papel de su vida. Y si esto no vale un Oscar…