No fue ni la «marea azul» pronosticada antes por los demócratas ni el «tremendo éxito» exagerado después por Donald Trump. Pero tampoco fue un empate, porque, si bien el partido del burro logró recuperar la Cámara de Representantes gracias, en parte, a un puñado de resultados individuales sorprendentes, y el del elefante retuvo y hasta aumentó su ventaja en el Senado, no quedó claro para nadie cuál puede ser el futuro con la vista puesta en las elecciones presidenciales de 2020.

Antes del martes pasado, Trump, que se sumó de lleno a la campaña electoral, anunciaba a los cuatros vientos que las elecciones de medio término representaban un plebiscito de su gestión. Sin embargo, como hace dos años cuando venció a Hillary Clinton en el colegio electoral, los republicanos recibieron menos votos populares que los demócratas.  En aquella ocasión, la exprimera dama obtuvo 61,3 millones (47,8%) contra los 60,5 millones (47,3%) de Trump.

Si se toman en cuenta los votos para los representantes en todos los estados del país, la semana pasada votaron 51,8 millones (51,3%) a los demócratas y 47,4 millones (47%) a los republicanos.

La oposición puede ostentar unos cuantos triunfos significativos pero que no mueven el amperímetro para una futura elección presidencial. Paradójicamente, esos batacazos permitieron elegir a representantes de minorías que tanto fastidian a Trump, quizás haya sido una manera de demostrar un voto castigo.

Alexandria Ocasio-Cortez, de madre puertorriqueña y que se describe a sí misma como una demócrata socialista, no sólo se posicionó como el rostro de la nueva generación de políticos demócratas. Con 29 años se convirtió en la mujer más joven en lograr un escaño en la Cámara de Representantes, tras obtener una clara victoria en la contienda por el Distrito 14 del estado de Nueva York. Los videos de su campaña se volvieron virales en Internet con frases como «se supone que las mujeres como yo no deben postularse para un cargo público» o «nací en un lugar donde tu código postal determina tu destino». Estudió Economía y Relaciones Internacionales en la Universidad de Boston, pero después de graduarse trabajó como camarera hasta hace sólo unos meses que decidió lanzar su candidatura.

Otras dos mujeres que hicieron historia son Rashida Tlaib y Ilhan Omar que se convirtieron en las primeras musulmanas en llegar a la Cámara de Representantes, algo impensado en un país que todavía recela de los árabes que toman un avión en sus aeropuertos. Tlaib, de 42 años, nació en la ciudad estadounidense Detroit, de padres palestinos. En 2008, se convirtió en la primera mujer de fe musulmana en obtener un asiento en el Congreso estatal de Michigan y ahora se ubicó en el Capitolio, logrando una amplia victoria para los demócratas.

Omar, de 36 años, nació en Somalia en un campo de refugiados. A sus 14 años emigró junto con su familia a Estados Unidos, huyendo de la guerra en su país. Postulada por el partido demócrata, en la elección de este martes obtuvo una clara victoria ante su rival republicano en Minnesota.

Jared Polis también hizo historia. El político de 43 años, miembro del Partido Demócrata, fue elegido como gobernador del estado de Colorado. Polis fue elegido en 2009 a la Cámara de Representantes como uno de los pocos miembros del Congreso abiertamente homosexual. Con su victoria, se convertirá en el primer político de la comunidad LGBT en ser gobernador de un estado en Estados Unidos.

Sharice Davids y Debra Haaland fueron otras dos mujeres en destacarse al ser las primeras mujeres de pueblos nativos de EE UU en ser elegidas para la Cámara Baja.Con una victoria sobre un rival republicano que buscaba la reelección, Davids obtuvo su victoria histórica en el estado de Kansas. La política de 38 años, que es miembro del grupo indígena Ho Chunk y de la comunidad LGBT, ganó en uno de los estados más conservadores de Estados Unidos. En un anuncio de campaña, se presentó como una mujer comprometida con la lucha por las minorías al ser una mujer indígena de la comunidad LGBT que fue criada por una madre soltera. Su victoria adquiere una mayor importancia, dado que venció al republicano en el cargo, Kevin Yoder, en uno de los estados más conservadores del país.

Debra Haaland, por su parte, logró el triunfo con el Partido Demócrata en un distrito de Nuevo México. La mujer de 57 años, miembro de la tribu Laguna Pueblo, fue la primera nativa estadounidense en presidir su partido en el estado del suroeste de Estados Unidos.

Mujeres latinas, musulmanes, nativas, gays y lesbianas, logros de enorme importancia para las minorías, pero que aún no proponen un liderazgo para el partido Demócrata, más allá del respetado Bernie Sanders, que es demasiado díscolo para ser ungido como líder por sus correligionarios. Tan es así que a falta de figuras el expresidente Barack Obama tuvo que ponerse la campaña al hombro, algo poco común para un exmandatario estadounidense.

Hay otros candidatos a senadores y gobernadores, que aunque perdieron, pueden vislumbrarse como figuras en ascenso. Uno es el aspirante demócrata al Senado, Beto O’Rourke, quien consiguió montar una competencia seria en Texas al republicano Ted Cruz, algo que hace unos años habría sido impensable. Incluso luego de su derrota, O’Rourke, un exmúsico punk, parece haber demostrado que Texas ya es un campo de batalla, no un coto exclusivo de los republicanos.

Otra es la candidata demócrata a la gobernación de Georgia, la afroestadounidense Stacey Abrams, quien rechazó la victoria autodeclarada del republicano Brian Kemp y advirtió que podría ir a la Justicia para garantizar que todos los votos sean contados correctamente. Según la campaña demócrata, hay al menos 20 mil votos sin contabilizar que podrían cambiar el resultado de la elección y hasta obligar a realizar una segunda vuelta electoral a principios de diciembre.

Quien sí logró que la Justicia lo apoye fue Andrew Gillium el candidato demócrata a gobernador por Florida. Este sábado se ordenó un recuento de votos, pues la diferencia entre los principales candidatos para ambos cargos son apenas de unos pocos miles de votos. Los resultados no oficiales ponían al candidato republicano, Ron DeSantis, apoyado por Donald Trump, por delante de Gillum, una de las caras nuevas más mediáticas del partido, a solamente 33.684 votos, el 0,41% de las más de 8,2 millones de papeletas. «