“Tengo tres bicicletas, dice Floreal Zu clasificando el medio de transporte sobre el que recorrió gran parte del mundo. Una es la bicicleta plegable que meto en la valija cuando salgo de viaje. Otra es una bicicleta deportiva para dar paseos largos y disfrutar el paisaje los fines de semana. La tercera es la bicicleta de trámites, la que uso diariamente como otra gente usa el subte o el colectivo. Es la más vieja y oxidada, para tratar de evitar la tentación de los ladrones cuando la dejo en la calle, aunque la semana pasada me la robaron igual y tuve que comprarme otra, tan de vieja y oxidada como la anterior”.

En la bicicleta de viaje que lleva en la valija no solo se atrevió a cruzar Los Andes, sino que recorrió gran parte del mundo (unos 30 países) y se dejó deslumbrar  por Japón, “El primer país oriental que visité –dice- y que me deslumbró por sus fuertes contrastes, por ser tan distinto de la cultura occidental.”  De esa pasión por viajar en bicicleta nació también su libro anterior, de 2019, Bicicletas en foco.

No es casual que, tanto en Japón como en su libro anterior, la autora haya terminado con la reformulación de una famosa frase y haya puesto sobre el dibujo de una bicicleta hecho por ella misma “Hasta la bicicleta, siempre.” “Es que para mí –explica- la bicicleta representa la libertad.”

“El eje del libro –cuenta- es el asombro que me provocó viajar por primera vez a un país de Oriente, cuando tenía 46 años. El tratamiento que hago de las fotografías, tiene que ver con ese deslumbramiento. De hecho yo trabajo mucho con el lente al que se llama “ojo de pez”, que abarca mucho ángulo de visión y que distorsiona las perspectivas. Esto muestra la mirada de extrañeza del espectador porque todo está sobredimensionado o tiene dimensiones raras.”

En el libro hay, además dos fotos que tienen un tratamiento de color que es posterior y que recuerdan las antiguas postales japonesas de las que Zu es fanática. Se trata de fotografías en blanco y negro coloreadas luego con acuarela. “No sé qué antepasado mío viajó a Japón, pero en mi casa había muchas postales japonesas –explica- y a mí me interesa reflejar eso, mi vivencia más cabal sobre esas postales. No soy una fotógrafa documental. Intento reflejar el modo en que el paisaje repercute en mí. Libros turísticos y de historia de Japón hay miles. Yo tengo otra mirada, mi estilo de fotografía, mi propia forma de mirar la realidad.”

Fotógrafa, diseñadora gráfica y docente de la UBA en una materia relacionada con la imagen, la autora tiene todos los elementos para editar su propio libro de una manera independiente, sin depender de otro criterio editorial que no sea el suyo.  Por eso, en un momento de su vida, decidió encarar de forma integral sus propios proyectos artísticos. “Tengo –dice- todos los elementos profesionales que me permiten hacerlo. Sé de impresión, de diseño, de papeles y, en muchas oportunidades,  usé todo eso para hacer trabajo para otros. Por eso decidí autoeditarme, para no depender de nadie, para que nadie me marcara ninguna línea. La autoedición me da una libertad absoluta. Con mi primer libro, Bicicletas en foco, legué a un montón de librerías, pero Japón apareció en época de pandemia, en que la gente se acostumbró a comprar online y como haciendo la distribución en librerías me resultaba muy difícil hacer también el seguimiento decidí venderlo a través de mi página (www.floralzu.com), por supuesto, dependiendo de las plataformas de venta. Cuando alguien va a mi página, el último clic te lleva a una publicación de Mercado Libre. Y esto lo hago no porque esté en contra del canal tradicional de las librerías, sino porque me da la libertad de ponerle a un libro de fotografía un costo accesible. Yo no hago esto por plata, sino para llegar a la gente y no puedo llegar a ella si luego, por muchas cadenas que se van sumando el libro termina por resultar caro. Así como para otra gente es muy importante cambiar el auto,  para mí es muy importante hacer mis propios libros, porque es lo que amo. Además, no quiero perder el derecho de las fotos. Si el día de mañana quiero hacer otro libro y usar alguna foto  de los libros anteriores, quiero tener la libertad de hacerlo. No es porque esté en contra del sistema ni por tener una actitud de rebeldía, es simplemente que hago esto porque amo hacerlo. Por eso me interesa que mis fotos sean accesibles desde todo punto de vista, no solo desde el precio. No son fotografías herméticas, aunque me interesa mucho la estética, por eso quiero que las puedan disfrutar tanto quienes tienen un cultura visual –de hecho han aparecido en diversas publicaciones sobre fotografía- como quienes no la tienen. Por otro lado, me gusta que el formato sea chico, que no es lo tradicional en los libros de fotografía. Me encanta que la gente lo pueda llevar en la mochila o en la cartera y para lograr todas esas cosas tengo que tener libertad absoluta sobre lo que hago. No puedo negar que son lindos los libros de fotografía grandes, de tapa dura, pero son libros difíciles de leer en los tiempos que corren.”

Pero Zu no sólo ha reunido fotografías, también  ha escrito el texto del libro, que cuenta, además, con numerosos  videos y el back stage a los que se puede acceder a través de un lector de código QR, por lo que el libro se extiende mucho más allá de sus fronteras físicas.

Pese a que el viaje a Japón fue un punto de inflexión en la vida de esta fotógrafa inquieta y curiosa, no recurre a ningún mito romántico para explicar el lazo que la unió a ese país. En su libro dice: “Lo que para muchos es un viaje de culminación  de deseos, sueños o años de estudio, para mí fue un viaje iniciático al que llegué guiada por azares del destino…y de las ofertas aéreas. (…) No he estado ligada a la cultura japonesa, no soy de la generación que creció viendo animé, tan solo un poco de cine japonés de la mano de Akira Kurosawa, en mis años universitarios, visitas al Jardín Japonés aquí en Buenos Aires, haber leído algo de Mishima, aquello del país del sol naciente y muy poco más…Bien poco.”

Aunque el azar no tiene buena prensa y suele preferirse al destino como hacedor de los hechos más significativos de la vida, la mera casualidad puede llevarnos a descubrir mundos inesperados. Japón es producto de la mano misteriosa del azar, la curiosidad de una fotógrafa que descubre hasta en las alcantarillas japonesas objetos maravillosos dignos de ser mostrados y de la osadía  de ir pedaleando al encuentro de lo inesperado.