Si no tenemos vacuna, es inimaginable que vayan miles de personas a la Costa». La frase del ministro de Salud bonaerense, Daniel Gollan, no es polémica ni controvertida, apenas comunica una evidencia: la pandemia no cede; por el contrario, se extiende. ¿Realmente alguien puede «imaginar» las vacaciones en este contexto? El periodismo corporativo, el que celebra con el puño cerrado el aumento de los contagios e invita a tomar dióxido de cloro en vivo, también presentó como polémica la decisión del gobierno nacional de modificar la definición de caso positivo, incluyendo a convivientes y contactos estrechos de las personas diagnosticadas. «El gobierno va a testear menos», dijeron. En realidad, va a testear mejor, no menos, y va a ganar tiempo en la cadena de contagios, yendo a buscar directamente a los contactos de los contactos.

Es un hecho que el negacionismo anticuarentena, azuzado por esos medios, hizo mella en el gobierno. Las curvas de contagios de las últimas semanas ponen de manifiesto que ha habido un fuerte relajamiento de las medidas de aislamiento, y que la imprudencia y el desdén profundizan el drama. Y que ya no hay marcha atrás. Lo admiten los propios funcionarios del oficialismo, que deben hacer malabares entre el discurso complaciente respecto del «hartazgo de la gente» y la creciente ocupación de camas de terapia intensiva.

El acuerdo por la deuda le dio un respiro al gobierno nacional en medio de la peor debacle sanitaria y socioeconómica global, pero sus fortalezas y sus debilidades en el manejo de la pandemia siguen a la vista. Es incuestionable que en el haber están la ominosa cifra de muertes evitadas (Brasil llegó ayer a las 100 mil), el tiempo ganado para sumar camas, respiradores y alternativas terapéuticas, los aportes de la ciencia argentina. Pero esos logros se esfumarán si el pico no llega.

No hay, por el momento, indicadores fehacientes que permitan vislumbrar esa salida. No sólo por los rebrotes en países que ya habían atravesado lo peor. Aquí, en provincias donde prácticamente no había nuevos casos, ahora la situación se desmadra.

El virus entró decididamente en la fase de transmisión comunitaria. Es decir, el infectado no sabe quién lo contagió. Es el escenario más sombrío para la contención de la pandemia. Dos meses atrás ocurría en el AMBA, en Chaco, en Córdoba Capital, Trelew y tres ciudades rionegrinas. Ahora ocurre en 12 provincias. En Jujuy, ya hay circulación comunitaria de Covid-19 en San Salvador y en otros tres departamentos: El Carmen, Ledesma y San Pedro. La Pampa registra casos en los que no se puede determinar cómo se produjo el contagio en Santa Rosa, Catriló y Macachín. Neuquén, en la Capital, Cutral có, Plaza Huincul, Plottier y Centenario. Y así.

La pandemia no pasó. Por el contrario, se expande. Para algunos puede ser motivo de festejo. Para todos, es una tragedia que no cesa.