Para muchos medios que hegemonizan el discurso internacional, se trató de una utopía que fracasó. O sugieren que fue el fin de un affaire amoroso: el de alimentar vagos con el dinero de la sociedad. Lo dicen con un tono de burla escondida en interpretaciones no siempre certeras de lo que significó el proyecto de Renta Básica Universal (RBU) que el año pasado puso en marcha Finlandia y que a fin de este dejará de existir.

«No fue exactamente una RBU -aclara Teivo Teivainen, profesor de Política Mundial en la Universidad de Helsinki y autor de varios libros sobre su especialidad- y tampoco es que se termina porque fracasó. Pasa que el Gobierno negó más fondos y una ampliación de los beneficiarios y se termina el plazo establecido para el experimento».

El sistema de Renta Básica Universal consiste esencialmente en un beneficio pensado para individuos sin otro tipo de ingreso y destinado a cubrir las necesidades básicas. Tiene por lo tanto un componente de solidaridad social. Al mismo tiempo es afín con la necesidad de mantener en funcionamiento a la economía mediante la inyección de dinero circulante Es hijo, por tanto, del Estado de Bienestar.

En el caso finlandés, la propuesta surgió de un gobierno conservador como el del primer ministro Juha Sipilä, del Partido de Centro (neoliberal) . Este millonario que llegó al gobierno en 2015 ya planteaba desde su campaña poner en vigencia la propuesta de RBU y al mismo tiempo ni bien tomó posesión comenzó con recortes presupuestarios en todo el sistema de seguridad social de Finlandia, uno de los más extendidos de Europa.

Los críticos percibieron que la RBU escondía un plan para otorgar ese beneficio en sustitución de otros que gozan los fineses como forma de economizar recursos estatales. Y que no era más que una concepción individualista de la «ayuda social».

Así fue que, como recuerda Teivanen, se eligió al azar a 2000 personas de un universo de 175.000 ciudadanos de entre 25 y 58 años, se les envió una carta en la que el explicaban que había sido ganador de un sorteo inusual, y pasaron a cobrar 560 euros al mes.

«El gobierno busca la forma de promover el empleo y motivar a los desempleados a ser más activos, simplificando al mismo tiempo las reglas burocráticas y evitando los efectos perversos del sistema de protección social, que alientan la pasividad», decía la misiva.

Pero siempre desde la burocracia estatal finesa, fue presentado como solo un experimento de dos años de duración en una primera etapa. Y la idea era ver cómo se comportaba la población seleccionada ante la posibilidad de recibir un pago como ese en un país como Finlandia.

El monto de la RBU no resulta suficiente para mantener una vida de lujos y placeres mundanos. De modo que se podía compensar el faltante para sus necesidades con algún trabajo extra sin perder el beneficio. Así lo planteó Olli Kangas, uno de diseñadores del experimento.

Pero este esquema dejó críticas por derecha y por izquierda. «Se les paga por no hacer nada», se apuraron a señalar muchos voceros del conservadorismo más rancio en varios distritos del mundo, moralistas cuando se trata de ese tipo de aportes para los menos favorecidos en la escala social.

«Las empresas pagan menos a una persona que tiene RBU porque saben que ya cuentan con un ingreso, y eso baja al escala salarial de todos los trabajadores», recuerda Teivanen que dijeron los sindicatos.

Desde algunos sectores progresistas le vieron algunas ventajas. Por ejemplo, una persona con un ingreso fijo logra un grado de libertad que le permite negociar mejor salario y condiciones, ya que no tiene por qué aceptar cualquier oferta laboral por pura desesperación.

«El caso es que es un experimento muy parcial, muy centralizado en un grupo mínimo al que, además, no le han dado tiempo a que muestre ventajas y desventajas», recalca Teivanen. Por otro lado, señala, «el gobierno no mostró mucho interés en que funcionara».

Esto al menos podría quedar bien en claro porque la decisión del premier se conoció luego de que agencia de seguridad social de Finlandia, Kela, pidió aumentar el presupuesto para iniciar en 2019 una segunda etapa, más extendida, del plan original.

«Dos años es un periodo muy corto para sacar grandes conclusiones de un experimento tan ambicioso. Deberíamos tener más tiempo y contar con más dinero para alcanzar resultados fiables», declaró Kangas a la televisión finesa.

La explicación desde la Kela fue diplomática: «El gobierno decidió encarar cambios para alejar el sistema de RBU». El ministro de Finanzas, en tanto, dijo que de ahora en más probarán con sistemas alternativos como el de crédito universal que en 2013 empezó a ensayarse en Gran Bretaña.

Se trata de un esquema de ingreso social que agrupa en una sola prestación varios beneficios que todavía permaneces del modelo de Estado de Bienestar, desde el subsidio por desempleo hasta ayudas para vivienda y para personas con pocos ingresos.

Este sistema es uno de los que desde el neoliberalismo se viene tratando de imponer a partir de las teorías del propio Milton Friedman, que en los años 70 del siglo pasado había propugnado un sistema de impuesto inverso o negativo. Esto es, un pago fijo para toda persona que tenga un ingreso por debajo de un mínimo establecido.

De acuerdo al Nobel de Economía estadounidense de 1976 -y cuyas teorías generales fueron puestas en marcha con el golpe pinochetista en Chile-, así se reducen costos en papeleos y trámites burocráticos.

La contrapartida es que también se termina con cualquier tipo de servicios sociales y de retenciones y aportes con fines sociales.

O, más sencillamente dicho, se termina con el concepto de solidaridad, que es el objetivo final de esa teoría.