Quizá no haya mejor manera de escribir una novela que hacerlo a contrapelo de lo que suele entenderse por novela. Esto es, precisamente, lo que hace el santafesino Francisco Bitar en La preparación de la aventura amorosa, editada recientemente por Tusquets. Suele decirse, que un escritor escribe para  averiguar qué es lo que quiere escribir. Si nos atenemos a la última novela de Bitar, ese deseo de averiguar se cumple sobradamente y de distintas formas. En efecto, el autor indaga cómo se puede escribir una novela sin respetar los cánones del género, cómo es posible narrar haciendo caso omiso de las imposiciones de la narración, cómo atreverse a escribir un texto que no se encastra dócilmente en ningún molde genérico y, finalmente, tematiza esa averiguación a través de su personaje, Cerro, quien indaga qué es el amor en un contrapunto entre el presente y el pasado que lo conduce a los amores de su infancia y de su adolescencia. En un momento en que la palabra deconstrucción se repite con insistencia en campos alejados de la literatura, Bitar hace una deconstrucción de las certezas literarias impuestas para lograr una escritura que sea más una pregunta inquietante que una respuesta tranquilizadora.

La preparación de la aventura amorosa se presenta como una novela pero yo la definiría más bien como un “ensayo encarnado”. ¿Estás de acuerdo con esta definición?

-Me parece buenísima. Estoy de acuerdo por varias razones. Venía bastante harto de la novela entendida en un sentido convencional con la trama, los personajes, la idea de conflicto, desarrollo y demás. Si nos ponemos por fuera de esas características y consideramos la novela como un género abierto, La preparación de la aventura amorosa  creo que podría ser considerada una novela. Como decía Mario Levrero cualquier cosa que se ponga entre tapa y contratapa puede ser considerada una novela. Creo que lo que decía Levrero hay que tomarlo en un sentido positivo, afirmativo. Vamos hacia eso que no sabemos qué es, que se puede meter entre tapa y contratapa y que se puede considerar una novela.

-¿Y por qué entonces aceptás la definición de “ensayo encanado”?

-Porque creo que con el agotamiento de la ficción fue ganando terreno en mí el ensayo que siempre leí con pasión. Entre lo que era mi formación como narrador y mi pasión por el ensayo hay préstamos que terminan copando La preparación de la aventura amorosa. Por eso me parece buena la definición de “ensayo encarnado”, porque todos los cuestionamientos a la novela convencional –sin convención no hay género- los vengo haciendo hace un par de años. De hecho, en 2019 fui a Capital a dar un curso sobre la tercera forma que es la forma en que en el final de su vida Barthes le adjudicaba a Proust, en la que vendrían a conjugarse el ensayo y la novela y cuyo resultado es En busca del tiempo perdido.

Justamente iba a decirte que mientras leía tu texto me acordé mucho de Fragmentos de un discurso amoroso, donde Barthes marca las figuras del amor que son universales. En tu libro yo vería lo contrario, es decir, una memoria amorosa que es particular. No hablás de figuras abstractas, sino de recuerdos propios.

-Es cierto que los procedimientos son distintos, porque Barthes es un crítico, aunque decir esto es decir poco de Barthes. Como no me sucede con ningún otro, es el escritor al que vuelvo constantemente. Lo que trata de hacer La preparación de la aventura amorosa es encontrar en esos episodios que se narran un saber respecto del amor. Las figuras barthesianas del discurso amoroso abonan esa posibilidad, aparecen como dispositivos del amor. Al personaje de La preparación de la aventura amorosa le cuesta encontrar un saber definitivo sobre el amor. Los episodios son la búsqueda de un saber sobre el amor que siempre termina fallando.

-Es que todos tenemos una idea del amor que viene del cine y de la literatura. El amor es una especie de figura mítica que parece decepcionante cuando se la aplica a la realidad.

-Totalmente. Tratar de desmantelar el canon del amor es pensar el amor como un ejercicio mitológico, es tratar de establecer cuáles son las convenciones que al personaje de la novela no le sirven y por eso busca su propia versión del amor. Es intentar convivir con otro semejante que quizá tenga su propia versión del amor y que esa otra versión no se convierta en una visión obligatoria.

¿Cuál creés que es la incidencia del amor respecto de los otros elementos que constituyen una vida? ¿Lo ves como una felicidad por fin alcanzada?

-La verdad es que no entiendo qué es primero, cómo se produce el giro afectivo, si es desde la vida hacia el amor o es a la inversa. Lo que sí me parece es que cuando vuelve a aparecer la pregunta sobre el amor es porque la vida está cambiando. Es posible que esto sea lo que le pase al personaje de la novela. Cuando en la superficie de su vida aparece un quiebre, es cuando surge la pregunta sobre el amor, cuando empieza a ser sensible a la presencia de otras mujeres. Creo que no hay un cambio en la vida que no suponga una nueva versión del amor que incluso nos ponga en el brete de enamorarnos, cosa que no pasa muy a menudo, como no se dan tampoco a menudo grandes cambios en la vida.

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En la novela parece que en la adolescencia y en la juventud el amor hace un recorrido propio. En la madurez, en cambio, parece que el desgaste del amor es algo inexorable y común a todos.

-Sí, creo que hay algo drástico en el planteo de la novela en lo que hace a la trayectoria del amor matrimonial. Esto lo retomo en otro volumen donde me refiero a la posibilidad de que el  matrimonio siga hablando, siga reproduciéndose  a sí mismo con alegría. Como el final de la novela es abierto, no sabemos si el personaje termina la relación o intenta probar otras cosas.

Según entiendo, esta novela es la primera de una serie de cinco que vos pensás trabajar a partir de tu propia biografía. Cuando uno dice biografía parece que va a hablar de cosas “ciertas”. ¿La biografía no es también ficción?

-Sí. Lo que pretendo es poner la escritura no como mera constatación de hechos del pasado, sino que en esa escritura se construya un saber sobre esos hechos. Lo que hace la escritura allí es tener una incidencia performática respecto de lo que ocurrió en el pasado. Me interesa despegar la escritura de la biografía que para mí también es una convención. De esta manera, la biografía que se hace para devolver una imagen del biografiado, se transforma en libros de los que La preparación de la aventura amorosa vendría a formar una especie de constelación. Y esta me parece una diferencia sustancial en el sentido en que en las biografías lo que se hace es tomar la escritura como una mera herramienta del relato de hechos tal cual han sido.

-Claro, la biografía es una construcción que cristaliza el pasado. Pero, no sé si acordás en esto, el pasado está en perpetua construcción.

-Exactamente. El pasado es algo que nunca termina de pasar, está siempre en movimiento. Los textos que tengo previstos tengo que escribirlos y esto significa que no sé a dónde me pueden llevar, qué puede resultar de la escritura. Escribir para saber qué sabe uno del amor supone una aventura al contrario de los textos que lo que hacen es tomar un modelo y reproducirlo.

¿Cuestionás entonces la biografía como género de «la verdad»?

-Sí, me interesa más la posibilidad de ver la vida como obra. Me interesa que, en determinado momento, la forma que se ha alcanzado a partir de la experimentación con el lenguaje pueda dar cuenta de la vida que se lleva. Yo creía antes que la vida como obra necesariamente tenía que ir hacia una vida de artista.

-¿Ya no pensás lo mismo?

-No, la idea del artista loco, que lleva una vida muy tensa con su entorno, que tiene dificultades para trabajar y para construir una familia es una visión idealizada y muy exigente. Si bien esas cosas me pasan, yo no quiero terminar con mi familia y llevar una vida de extravío. El giro que le encontré a eso es que la forma vaya hacia la vida. Y me parece que eso está pasando con estas novelas que lo que hacen es dar cuenta de una vida, pero muy lejos del prototipo de lo que puede llegar a ser la vida del artista.

También hay mucho de mito en el concepto de artista. Se piensa que es más sensible o que tiene un desajuste más marcado con la sociedad que, por ejemplo, un empleado administrativo.

-Sí, creo que es un arte conciliar el hecho de llevar una vida convencional, es decir no querer quedarme sin trabajo y disfrutar de la familia y, al mismo tiempo, sospechar de eso, padecerlo y poder hacer algo con eso. Creo que el artista es quien asume ese lugar y hace algo con eso que pierde al asumirlo.

-Creo que ya tenés algún libro de la serie en marcha. ¿Por dónde va?

-El que estoy terminando es sobre la amistad. Pero como la escritura decide sola, por su cuenta, termina siendo una reflexión sobre la familia. En cierta forma es una defensa de la familia que es una unidad social que está muy bastardeada. Todo el mundo le pega y creo que hoy la familia está pasando por una penuria grave. El libro sobre la amistad, por la propia dinámica de la escritura, que es imprevisible, termina abordando el tema de la familia. El volumen se llama La emancipación de la familia.

¿Cómo fue escribir La preparación de la aventura amorosa?

-Escribí algunos pasajes hasta conformar una especie de guión breve y entonces se me ocurrió que podía incorporar los amores de infancia, los amores “formadores”. Me basé en mi propia experiencia y entonces no solo se me abrió la novela, se me abrió toda la serie.   

La palabra “preparación” que se encuentra en el título mismo de la novela, parece sugerir que para vivir un amor, una gran aventura amorosa, es necesario entrenarse afectivamente antes, que el amor no surge de la espontaneidad, sino, precisamente, de una gimnasia previa.
Como un jugador de fútbol o un atleta, el amante requiere de una rutina de gimnasia amorosa que sea capaz de llevarlo al éxito.
«En el título de la novela hay algo de oxímoron -dice al respecto el autor-. Preparación y aventura parecen dos cosas contrapuestas, dos elementos a los que les resulta totalmente imposible convivir en un mismo sintagma. También hay algo de lo obsesivo que consiste en preguntarse cómo va a ser el próximo amor, en pensar a partir del propio pasado cómo será esa escena que aún no se vivió. Pero toda esa preparación para la aventura finalmente fracasa, porque la aventura hace lo que quiere con Cerro. En toda la novela hay una especie de habla interna, de fantasía que se hace el personaje que, al final, termina siendo errada respecto de lo que ocurre en la realidad, cosa que suele suceder a menudo: lo que ocurre realmente es bastante distinto de lo que imaginamos, de lo que fantaseamos.»


Un entrenamiento afectivo

La palabra “preparación” que se encuentra en el título mismo de la novela, parece sugerir que para vivir un  amor, una gran aventura amorosa, es necesario entrenarse afectivamente antes, que el amor no surge de la espontaneidad, sino, precisamente, de una gimnasia previa.

 Como un jugador de fútbol o un atleta, el amante requiere de una rutina de gimnasia amorosa que sea capaz de llevarlo al éxito.

«En el título de la novela hay algo de oxímoron -dice al respecto el autor-. Preparación y aventura parecen dos cosas contrapuestas, dos elementos a los que les resulta totalmente imposible convivir en un mismo sintagma. También hay algo de lo obsesivo que consiste en preguntarse cómo va a ser el próximo amor, en pensar a partir del propio pasado cómo será esa escena que aún no se vivió. Pero toda esa preparación para la aventura finalmente fracasa, porque la aventura hace lo que quiere con Cerro. En toda la novela hay una especie de habla interna, de fantasía que se hace el personaje que, al final, termina siendo errada respecto de lo que ocurre en la realidad, cosa que suele suceder a menudo: lo que ocurre realmente es bastante distinto de lo que imaginamos, de lo que fantaseamos.»