La fama es azarosa: a veces deja en la sombra a quien merece estar a plena luz y, otras, rescata a personajes del pasado y les otorga el reconocimiento que no tuvieron en su momento. El arquitecto Franciso Salamone pertenece, tal vez, a este segundo grupo. Una muestra fotográfica organizada por la Embajada Argentina en la Casa Argentina en Roma, “Salamone, la arquitectura audaz”, da a conocer la particular arquitectura de  “el Gaudí de las pampas”, nombre que aluda tal vez más a su capacidad de inventiva que a las características de sus construcciones. Mientras Gaudí es identificable por la voluptuosidad de sus líneas curvas, el empleo lúdico de los  colores y cierta exuberancia de la forma, Salamone se inclina por la línea recta poco complaciente y el monumentalismo.

Quizá una de las razones de la fama que alcanzó después de muerto se deba a ese contraste entre la verticalidad de sus construcciones y la despojada horizontalidad pampeana, a la monumentalidad de sus obras en medio de la nada, como si su concepción arquitectónica se desarrollara con independencia del entorno o como si lo tomara como sugerente fondo de una composición surrealista. Lo cierto es que, además de presentar las 30 fotografías donde figuran las principales construcciones del arquitecto, la agregada cultural en la capital italiana, Irma Rizzutti, y el curador de la muestra Lucas Gioja, según informa Télam respecto de la nota que podrá verse hasta el mes de marzo, “sugirieren un recorrido de tres días para conocer ´los caminos de Salamone´ y visitar sus obras más representativas en los diferentes pueblos y ciudades de la Provincia de Buenos Aires». 

Es decir que su arquitectura ha terminado por configurar una ruta turística del mismo modo que las estancias jesuíticas ¿Pero quién fue Francisco Salamone? Su biografía dice que nació en Sicilia, Italia, en 1897 y que murió en Buenos Aires, Argentina en 1959. En el período comprendido entre 1936 y 1940 construyó más de 60 edificios en 25 municipios bonaerenses, la mayoría de ellos bajo la gobernación de la Provincia de Buenos Aires de Manuel Fresco cuya gestión tuvo lugar precisamente entre esos años. En sus discursos Fresco solía expresar su admiración por Hitler y Mussolini, razón por la cual, la arquitectura monumental de Salamone fue tildada muchas veces de fascista.

Según puede leerse en francisco-salamone.blogspot.com.ar un espacio dedicado a la preservación del patrimonio arquitectónico, Salamone llegó a la Argentina con su padre, que era constructor. “Inició sus estudios en la Plata y la finalizó en la Universidad de Córdoba. En 1917 egresó con el título de Arquitecto e ingeniero. Trabó amistad el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Manuel Fresco, un conservador católico, admirador del monumentalismo arquitectónico en boga en los 30. Como un civilizador del siglo XX, recorrió la provincia con un tren donde llegaba hasta las letras gigantes de algunas sus obras pre- moldeadas. Fue haciendo municipalidades, delegaciones, mataderos, mobiliario de plazas (farolas, bancos, mástiles), portales de cementerios, cristos crucificados y mercados en pequeños pueblos y grandes ciudades bonaerenses, interpretando el pensamiento de Fresco sobre la participación del Estado en la organización, la religión y hasta el descanso eterno de la población…” 

“El interés y singularidad de su obra –se afirma desde el Centro de Investigaciones Territoriales y Ambientales Bonaerenses (CITAB) imposible de describir estilísticamente, reside en la combinación de art decó, futurismo, funcionalismo con escala monumental materializado en hormigón armado, material innovador para la época que le permitió concretar sus formas y conquistar alturas con sus torres. Usaba revoques lisos y blancos, utilizaba granito de canteras de la zona para los pisos, aberturas metálicas, metales cromados y opalinas para las luminarias.” 

 La ciudad de Azul, a 300 kilómetros de Buenos Aires, es un buen ejemplo de la impronta edilicia dejada por Salamone. Su enorme parque Sarmiento por el que circula un arroyo le da la bienvenida al visitante desde las enormes columnas que enmarcan su entrada sobre la calle Pellegrini y que fueron diseñadas por él. Su altura contrasta con la horizontalidad del dilatado parque. Las laterales tienen 38 metros de altura y la central, 35. A unas seis cuadras de allí está el centro de la ciudad que se caracteriza, como la mayor parte de las ciudades de la Provincia de Buenos Aires, por tener su punto central  en una plaza con una estatua ecuestre del general San Martín. Sin embargo, no se parece a otras plazas. Las baldosas colocadas en franjas quebradas por picos que alternan el blanco y el negro generan la sensación de que le piso no está quieto y pueden llegar a marear al transeúnte desprevenido. Incluso los bancos de cemento tiene la impronta de Salamone con sus líneas decididamente rectas, algunos de cuyos respaldos terminan en triángulo como ni siquiera pudiera prescindir de la recta y el monumentalismo en un objeto destinado al descanso. El particular efecto óptico del revestimiento del piso es la característica distintiva de este punto céntrico cuya concepción general no se aparta de la tradición.

El mismo efecto puede verse en la plaza central de Coronel Pringles y, posiblemente, también en otras. Muchas veces se ha subrayado la preferencia de Salamone por los lugares mortuorios. En Azul es posible comprobar que, en efecto, éste era un aspecto que le interesaba particularmente. Allí construyó el viejo matadero que hoy ya no se usa para la función para la que fue creado pero que es uno de los puntos a recorrer  si se quiere seguir la huella de Salamone. Dicho matadero es uno de los más grandes de todos los que construyó. 

Un capítulo aparte merece la entrada del cementerio diseñada por él y custodiada por un ángel monumental, el Ángel Vengador, de aspecto aterrador cuyo cuerpo ostenta aristas rígidas, líneas rectas que delimitan planos contundentes, lo que en Salamone es una marca de identidad. Ese ángel está rodeado por llamas que representan el fuego del infierno. 

La muestra que en este momento puede verse en Italia rescata, entre otras construcciones, el cementerio de Saldungaray y el matadero de Guaminí. La obra de Salamone no sólo interesa por la arquitectura en sí, sino también por el contexto desolado que la rodea, por el carácter casi prepotente de sus construcciones en espacios desiertos que en principio parecerían poco propicios para sus construcciones. Por esos espacios, como sucede en la ciudad de Azul, sólo unas décadas antes de que Salamone dejara su impronta, cabalgaron los últimos malones. 

Quizá por esta razón y por su particular gusto por la edificación ya relacionada con la muerte, la figura de Salamone tiene visos literarios. De hecho, Juan Forn le dedicó algunas contratapas que, ocultas tras la apariencia de periodismo informativo, tienen mucho de ficción literaria. 

Curiosamente, en Salliqueló, localidad ubicada en el Oeste de la Provincia de Buenos Aires, desde 2014 el matadero municipal que levantó fue reciclado como centro cultural, quizá una forma de no abandonar un espacio que ya no cumplía con la función para el que había sido creado. El edificio fue construido en 1936 y se lo utilizó como matadero hasta 1986. Hoy, cumple una función muy distinta. También ese hecho contribuye a enriquecer la figura de Salamone que se va convirtiendo en leyenda. 

Sobre él se han hecho diversos documentales y constituye la cita obligada para guiar a los turistas de los pueblos de la provincia de Buenos Aires donde puede verse su obra. Es más, son muchos los que se trasladan a esos pueblos con el solo propósito de ver la obra de Salamone. Mezcla de Art Decó y futurismo italiano, sus construcciones quiebran el horizonte rompiendo la monotonía del paisaje. En 2016, el Senado de la Provincia de Buenos Aires lo declaró Personalidad destacada de la Cultura (post mortem). 

Sin duda, Salamone le dio un sello creativo a la obra pública que hasta ese momento no tenía. ¿Es cierto que su monumentalidad respondía al filofascismo del gobernador Fresco? ¿O fue la propia creatividad de Salamone la que se impuso sobre los encargos del gobierno de la Provincia? Quizá la verdad esté a mitad de camino entre estas dos posibilidades e incluya muchos otros elementos de los que no tenemos conocimiento. Y ésta sí que es una respuesta “salamónica”.