La tradición vaticana establece que los primeros viajes dentro y fuera de las fronteras italianas marcan la impronta de un nuevo Papa. A los cuatro meses de comenzar su pontificado, Jorge Mario Bergoglio visitó Lampedusa, la ciudad del sur de Italia a donde recalan los migrantes africanos y asiáticos que arriesgan sus vidas cruzando el Meditarráneo. Desde el día que visitó los galpones donde se hacinan los refugiados, Francisco privilegió su prédica a favor de esos pobres desahuciados cuando se dirige a los europeos. Días después, en julio de 2013, cruzó las fronteras para asistir a la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud que se celebró en Río. Se acercó a los fieles y realizó gestos simbólicos: visitó una favela así como a los drogadictos, presos y enfermos.

En los cinco años que lleva como la cabeza de la Iglesia católica, Bergoglio visitó Ecuador, Bolivia y Paraguay, donde pidió perdón por los crímenes contra los indígenas durante la conquista de América; Cuba, donde se entrevistó con Fidel y Raúl Castro; México, donde hizo hincapié en la pobreza y la exclusión; y Colombia, donde escuchó el testimonio de víctimas y victimarios del conflicto armado.

A partir de mañana y hasta el 21 les toca el turno a Chile y Perú, y nadie puede sorprenderse si dedica sus principales mensajes para abogar por los indígenas y los migrantes. Para lo primero, el mismo Papa pidió visitar la ciudad de Temuco. Desde la capital de La Araucanía, denunciará los abusos sufridos por la comunidad mapuche y almorzará con ocho representantes de esa etnia. Para los líderes indígenas será la ocasión para visibilizar la causa mapuche, fuertemente estigmatizada en gran parte del país, donde son frecuentes las acusaciones de «terrorismo», y temores de que el próximo gobierno del derechista Sebastián Piñera –que asume el 11 de marzo– radicalice el conflicto. Reducidos a cerca de 700 mil sobre una población total de 17 millones, los mapuches sufren niveles de pobreza superiores a los del resto de la población chilena, después de quedar reducidos a vivir en cerca del 5% de las tierras que les pertenecían hasta antes de la llegada de los colonizadores españoles. Agrupados en pequeñas comunidades, sin espacio para sembrar o criar animales, la mayoría debió renunciar a su medio de subsistencia histórico y migrar a las ciudades.

Chile se caracterizó siempre por ser netamente católico, aunque en los últimos tiempos se convirtió en la nación de la región que peor evalúa el papado de Bergoglio (ver aparte). Los motivos pueden encontrarse en la tibia reacción de Roma a los casos de pedofilia ligados a la Iglesia. El dato deja el campo libre a los sectores católicos ultraconservadores que siempre fueron poderosos en el país trasandino y quizás ahí, y no en los anarquistas como sostiene la policía, puede buscarse el origen de los últimos atentados (ver aparte). Estos sectores tampoco verán con buenos ojos cuando en Iquique, antes de partir hacia Perú, Francisco se reúna con dos víctimas de la dictadura militar de Augusto Pinochet, un gesto simbólico para recordar los años más negros de la historia chilena. El Papa tiene una fuerte relación con Chile, ya que hizo allí su noviciado como jesuita en la década de 1960. En Iquique, el tema central será la migración, que se profundizó en los últimos años con la llegada masiva de haitianos, colombianos, venezolanos y peruanos, entre otros. Otro de los motivos por el cual Francisco puede no ser bien recibido en Chile, y que también preocupa al gobierno saliente de Bachelet, se centra en que el Pontífice pueda hacer una alusión al conflicto bilateral entre Chile y Bolivia por la salida al mar para el país del altiplano, tras el pedido de «diálogo» que hizo al visitar La Paz en 2015. Más aun cuando en diciembre el Papa recibió a Evo Morales en el Vaticano. Los analistas del país trasandino consideran que el tema no será parte de los mensajes de Bergoglio, pero seguramente aparecerá en el encuentro de una hora que mantendrá con la mandataria.

La estadía en Perú se celebra en medio de una de las peores crisis políticas que atravesó ese país tras el indulto concedido a Alberto Fujimori, condenado a 25 años de prisión por corrupción y crímenes de lesa humanidad. En Puerto Maldonado, en lo profundo de la región amazónica peruana, área de pobreza y explotación, Francisco será recibido por unos 3500 representantes de los pueblos nativos, algunos procedentes de Bolivia y Brasil. El portavoz del Vaticano, Greg Burke, no descartó que se reúna también con familiares de víctimas de violaciones de los DD HH indignadas con el indulto a Fujimori.

Por otra parte, como no podía ser de otra manera, ocurre cada vez que Bergoglio pisa la región, Argentina, su país no es ajeno al viaje. En una infrecuente muestra de sinceridad, el vocero de la Conferencia Episcopal Argentina, Jorge Oesterheld, consideró «doloroso que pase por arriba nuestro y aterrice en otro lado. Nos cuesta a los argentinos digerir esto». En ese sentido, el vocero Burke fue algo enigmático: «Debemos pasar sobre la Argentina, por lo tanto debe enviar un mensaje y entonces será un telegrama interesante».

El fastidio que genera en algunos sectores que Francisco le haga pito catalán a su propio país habiendo volado tantas veces como Papa hacia este lado del Atlántico se potencia cuando trasciende que el miliante social Juan Grabois podría tener un encuentro personal con Bergoglio. Por lo pronto, se sabe que el dirigente de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular, junto con las organizaciones Barrios de Pie y la Corriente Clasista y Combativa, tendrán un lugar preferencial junto a otros 500 militantes que fletaron 15 micros para asistir a las actividades en Temuco. 

Atentados, panfletos y graffitis en Santiago, un particular recibimiento

El Papa Francisco enfrentará en Chile a un pueblo que es el menos afecto al pontífice en toda América Latina. Y lo recibe con atentados. Tres iglesias católicas fueron atacadas con artefactos explosivas el viernes en Santiago. También se encontraron panfletos y graffitis en contra de la visita. 

«Papa Francisco, las próximas bombas serán en tu sotana», se leía en un panfleto encontrado en la iglesia Santa Isabel de Hungría, donde ocurrió el primer ataque incendiario. La iglesia Emanuel de Recoleta también resultó con daños en sus puertas y ventanas, así como la parroquia Cristo Vencedor de la comuna de Peñalolén. Un cuarto artefacto, dejado en la iglesia Santuario de Cristo Pobre, en el centro de Santiago, no se activó.

«Por el papa 10 mil millones (de pesos) y los pobres nos morimos en las poblaciones», rezaba un graffiti en la fachada de esa iglesia.

Francisco llegará a un Chile donde el 59% de la población se declara católica –en constante caída– pero que vive una «secularización acelerada» desde que explotaron sonados casos de abusos sexuales de sacerdotes, según un estudio de la consultora Latinobarómetro, divulgado este viernes.

La valoración tanto del pontífice como de la iglesia Católica en Chile es la peor de América Latina. Mientras que en la región el promedio de valoración del Papa es de 6,8 (en una escala del 1 a 10) en Chile llega a 5,3, y sólo el 36% de los chilenos dice «confiar» en la institución, casi la mitad que en Latinoamérica (65%). «Chile es el país que más desconfía de la Iglesia», sostiene Marta Lagos, directora de Latinobarómetro, en rueda de prensa.

El punto de inflexión se dio en 2010, cuando estalló el llamado «caso Karadima» sobre los abusos sexuales que cometió el sacerdote Fernando Karadima, y de los que habría sido encubridor el obispo de la ciudad de Osorno (sur), Juan Barros, nombrado en el cargo por Francisco pese a la férrea oposición de feligreses y víctimas de abusos (ver aparte).

La Conferencia Episcopal chilena reconoció el viernes que en una carta enviada por Francisco en febrero o marzo de 2015 el pontífice expresó su preocupación y recomendó pedir la renuncia o darles un año sabático a tres obispos acusados de encubrir abusos, entre ellos Barros, pero el entonces representante del Vaticano lo impidió. «

Su pelea con el lado más oscuro de la Iglesia

La intervención del Vaticano a la congregación laica peruana Sodalicio de Vida Cristiana y las denuncias de abuso sexual por religiosos en Chile preceden la llegada del papa Francisco a estos países, donde encontrará a una Iglesia cuestionada por su permisividad con los sacerdotes pederastas.

La designación de un comisario apostólico en el Sodalicio busca acallar las recriminaciones que las víctimas hacen al Vaticano, al que cuestionan que siga protegiendo al fundador de esa congregación, el laico Luis Fernando Figari.

Pero «la medida puede reflejar un doble discurso del Vaticano», debido a que no expulsa a Figari, dice el periodista de investigación peruano Pedro Salinas, coautor del libro Mitad monjes, mitad soldados, que destapó el escándalo del Sodalicio en 2015. En Chile, el ambiente tampoco será un lecho de rosas para el pontífice argentino. Una ONG destacó esta semana que 80 religiosos están envueltos en casos de abusos sexuales en ese país sólo desde el 2000. 

En ninguno de los dos países Francisco tiene previsto recibir a las víctimas de abusos, una conducta que marcó sus visitas a México cuando se negó a reunirse con las víctimas del líder de la congregación Los Legionarios de Cristo, el sacerdote mexicano Marcial Maciel (fallecido en 2008). Al asumir el papado en marzo de 2013, Francisco anunció una política de tolerancia cero, instando a hacer públicos los casos. Un cambio respecto a su antecesor, Benedicto XVI (2005-2013), con quien la Iglesia empezó a dejar atrás el encubrimiento que caracterizó a Juan Pablo II (1978-2005).

El escándalo parece mayor en Chile, donde abarca a sacerdotes, diáconos y hasta una monja en una lista de casi 80 religiosos acusados de abusar de menores desde el año 2000, según una base de datos de la ONG estadounidense Bishop Accountability. «Lo publicamos antes de la visita de Francisco con la esperanza de que uno de sus acompañantes se lo haga notar y le haga tomar conciencia de que los obispos y líderes religiosos de Chile socavan su promesa de cero tolerancia», dice Ann Barrett-Doyle, codirectora de la ONG que desde 2003 publica archivos de abusadores de la Iglesia.

En Latinoamérica es local

El Papa Francisco, el pontífice 266° de la historia de la Iglesia, realizó 21 viajes, entre ellos cinco a América Latina, y visitó 31 países desde que fue elegido pontífice el 13 de marzo de 2013. 

Brasil. Fue su primer viaje al exterior (del 22 al 29 de julio de 2013), sólo cinco meses después de ser elegido, para asistir a la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud que se celebró en Río de Janeiro. Superó ampliamente la prueba de la popularidad, rompió en varias ocasiones el protocolo para acercarse a los fieles y realizó gestos simbólicos como visitar una favela así como a los drogadictos, presos y enfermos. 

Ecuador, Bolivia y Paraguay. Del 5 al 12 de julio de 2015, a los tres países más pobres de Sudámerica. Pidió perdón por los crímenes contra los indígenas durante la conquista de América y llamó a trabajar para garantizarles como un derecho sagrado las tres T: tierra, techo y trabajo. 

Cuba y EE UU. El 10° viaje, del 19 al 28 de septiembre de 2015. Tendió puentes entre ambos países. En La Habana se reunió por separado con Raúl y Fidel Castro. 

México. En su 12º viaje, del 12 al 18 de febrero de 2016, añadió una etapa de tres horas en el aeropuerto José Martí de La Habana para mantener un encuentro histórico con el patriarca ortodoxo ruso Kirill. En México tocó temas espinosos como corrupción, violencia, pobreza y exclusión. 

Colombia. En 2017, celebró un único viaje a América Latina, del 6 al 11 de septiembre, para llevar un mensaje de reconciliación y paz tras los históricos acuerdos con la guerrilla de las FARC. El Papa conmovió a los colombianos al presidir ante miles de personas en la ciudad de Villavicencio uno de los actos más emocionantes y desgarradores de su pontificado. 

Chile y Perú: Emprende su 22° viaje para abogar por los indígenas. Será el primer pontífice que visite el corazón de la Amazonía.