Entre las veintisiete mil tumbas loteadas sobre el cementerio Novodévichi, el más famoso de Moscú, está la de Aleksandra Kollontai. Su figura de piedra se asienta sobre una especie de sillón macizo, un homenaje a la memoria de una marxista feminista, dirigente del Partido Bolchevique, que trabajó para la revolución de 1917 con el mandato de liberar a la mujer y abrir el camino para terminar con la desigualdad de género. Que el territorio del Mundial 2018 haya sido el primero sobre el que se declaró el aborto legal y gratuito -un derecho centenario contra el que hoy conspiran sectores del poder ruso encabezados por la Iglesia Ortodoxa- se explica con la labor de Kollontai en los años que siguieron al octubre rojo.

Rusia 2018 empezará un día después de que en la Cámara de Diputados se vote el proyecto por la legalización del aborto en la Argentina. Los Mundiales están hechos de partidos de fútbol pero también pueden servir para armar un mapa social. Hasta la semana 24 en Inglaterra (desde 1967), hasta la semana 12 en Francia (desde 1975), Uruguay, Suiza, Alemania y España (desde 2010), hasta la semana 10 en Portugal (desde 2007), hasta la semana 18 en Suecia (desde 1974) y todavía en lucha en la Argentina. Los datos fueron recopilados por el Mundial de la Igualdad (se pueden leer en la cuenta @igualdata), una iniciativa de Economía Feminista para promover en estos días mundialeros una agenda de género.

Pero en ningún caso, el derecho a la interrupción voluntaria llega desde tan lejos como en la ex Unión Soviética, capital de la pelota durante un mes. “Antes del proceso revolucionario, las mujeres no sólo estaban desprotegidas, sino que había sobre ellas un importante nivel de represión”, explica Ivana Brighenti, responsable de la cátedra de género y clase Alcira De la Peña del Centro de Estudio y Formación Maxista (CEFMA) Héctor Agosti. “Fue con la revolución de 1917, más específicamente en 1920, donde se legaliza el aborto a instancias de un trabajo hecho por Kollontai”, agrega.

Kollontai integraba el Comité Central del Partido Bolchevique. Un trabajo de Ana Laura Lareo rescata que Kollontai nació en San Petersburgo en 1872, hija de familia burguesa con inclinaciones liberales. Y que después de casarse con un primo –un ingeniero pobre- y tener un hijo junto a él, decidió irse a estudiar a Suiza. Conoció a Rosa Luxemburgo y se integró al movimiento de mujeres socialistas. Entró al Partido Obrero Socialdemócrata Ruso en 1899, hasta que 16 años después se volcó a la facción bolchevique, donde conformó una relación de confianza política con Lenin. “Los trabajadores no se dieron cuenta inmediatamente de que en este mundo de falta de derechos y de explotación, la mujer está oprimida no sólo como trabajadora, sino también como madre, mujer”, escribió en 1913. “Las mujeres –decía Kollontai- pueden llegar a ser verdaderamente libres e iguales sólo en un mundo organizado mediante nuevas líneas sociales y productivas”.

Con la revolución de octubre, Kollontai asumió como Comisaria del Pueblo para la Asistencia Pública. A partir de ahí, se aprobó el derecho al aborto, el igual acceso a las profesiones, la misma remuneración por empleo que los varones, se terminó con el matrimonio religioso y con el derecho de propiedad de los maridos sobre las esposas; se socializó el trabajo doméstico, se extinguió la familia patriarcal tradicional, se determinó la libre unión de parejas, se despenaliza la homosexualidad, se prohibió el despido a las mujeres embarazadas, se crearon comedores y lavanderías comunitarias, se establecieron licencias pagas y un seguro de maternidad. “El aborto –dice Brighenti- era uno más de los derechos que se estaban reclamando. Y fue a partir del trabajo de Kollontai que se establecen esas conquistas”.

Lenin definió al aborto como un derecho básico. Fue durante su gobierno que se instauró la legalidad. “La Revolución de Octubre cumplió honradamente su palabra en lo que respecta a la mujer. El nuevo régimen no se contentó con darle los mismos derechos jurídicos y políticos que al hombre, sino que hizo -lo que es mucho más— todo lo que podía y, en todo caso, infinitamente más que cualquier otro régimen para darle realmente acceso a todos los dominios culturales y económicos”, escribió León Trotsky en La Revolución Traicionada. Pero el recorrido del aborto legal entró en los laberintos de la Unión Soviética. Stalin lo limitó en 1936 prohibiéndolo sólo para los casos en los que estaba en riesgo la vida de la madre. Nikita Jruschov lo restableció en 1955. Los críticos agitan el dato de que los abortos llegaron a superar los nacimientos. Pero a ese combo hay agregarle las guerras, la emancipación de la mujer, incorporada al mundo del trabajo y a la educación formal, y la falta de un programa educativo que Lenin quiso instaurar antes morir.

“Con la disolución de la Unión Soviética desde algunos sectores de poder se comenzó a reclamar por el fin del derecho. Son manifestaciones, pero no han podido avanzar”, explica Brighenti. Es acaso la contracara del debate que hoy cruza a la sociedad argentina, a las mujeres que luchan por ser las que decidan sobre sus cuerpos. Mientras en Rusia se despierta un Mundial, en la Argentina se juega otro partido. Y también se juega sobre el verde, como el pasto de las canchas.