Gabriel Rolón representa un fenómeno cultural y popular poco frecuente. De la radio pasó ser uno de los escritores más exitosos de la industria editorial local. Ya sea con ensayos o ficción, sus incursiones en teatro o sus presentaciones vía streaming, el psicoanalista y comunicador convoca a propios y ajenos con reflexiones sobre –ni más ni menos que–la condición humana.

Su última propuesta es La pasión, un espectáculo vía streaming en el que reflexiona sobre el amor, la sexualidad, el miedo y la muerte. La propuesta acompaña el reciente lanzamiento del libro El duelo.

–Más allá de las temáticas que desarrollará, ¿con que estructura y elementos desarrollará «La pasión»?

–Estaré en el escenario rodeado de libros que me ayudan a pensar sobre los temas propuestos, el amor, la muerte, la soledad o el deseo, entre otros. Y además jugaré una de mis pasiones, quizás la más grande, la música. Por eso me acompañarán Nacho Abad en piano y Patricio Villarejo en violonchelo. Ellos irán amueblando con melodías los climas que se vayan generando a partir de mis palabra.

–La pasión es uno de los motores de la vida. Pero también se la utilizó como justificativos para la violencia. Desde el «crimen pasional» a la tan trillada «pasión por el fútbol». ¿Cuál sería el límite de una pasión sana?

–La pasión es una energía que desmesura cada una de nuestras emociones. Por eso es posible que cuando no puede manejársela genere actitudes extremas. A veces la pasión se juega del lado de la vida. En esos casos estimula y sostiene el deseo y es capaz de llevarnos a atravesar un camino que parecía imposible. Pero otras aparece como compañera del impulso de destrucción que todo ser humano lleva adentro, eso que los analistas llamamos pulsión de muerte. En esos casos es la agresividad la que se desmesura y las consecuencias suelen ser indeseadas. La persona tomada pasionalmente por ese costado pulsional lastima bajo la forma de los celos, la posesión o la violencia, por ejemplo, o se destruye cayendo en actitudes melancólicas o depresivas. Por ende, la pasión sana es aquella que nutre nuestros deseos. En todas las demás ocasiones deberíamos evitarla.

–El amor es otro de los motores de la vida, aunque por estos días también está en cuestión. ¿Considera que es necesario deconstruir el amor romántico?

–Hace muchos años escribí un libro: Encuentros (El lado B del amor). Si utilizamos la palabra que se ha puesto tan de moda, diría que todo ese texto es una enorme deconstrucción del amor idealizado. Elevar tanto al amor es negarse a ver las aristas negativas que puede tener. El amor es sólo un sentimiento y como tal recorre a una persona. Las personas sanas amarán de modo sano y las enfermas lo harán de modo patológico. Y mientras los amores saludables pueden ayudarnos a transitar mejor la vida, los otros son capaces de convertirla en un infierno. El amor es algo demasiado importante como para acercarse a él con una mirada ingenua.

–Todos los días vemos revistas con fotos «dibujadas» con Photoshop y multifiltros en las fotos de las redes sociales. ¿Estamos en el siglo XXI y como sociedad cada vez negamos más el paso del tiempo y por ende la muerte?

–El paso del tiempo es un tema complejo. Porque allá, adelante, está la muerte. Todos llevamos en mayor o menor medida la angustia existencial de sabernos mortales. Y a qué negar que la juventud se asocia a la vida. Por eso se quiere prolongarla. Además, comparto que esta cultura ha hecho de la imagen algo muy importante. ¿Quién no quiere verse joven y bello? Creo que todo lo que se haga por conservar un cuerpo sano y una imagen agradable es lícito. Siempre y cuando se haga por caminos nobles, como el ejercicio físico, por ejemplo o el cuidado personal. Pero cuando ese anhelo de juventud se desmesura, es decir, se apasiona demasiado, corremos el riesgo de caer en actitudes peligrosas tanto desde el punto de vista somático como psíquico. Como decían los griegos, nada en demasía. Parafraseando a Sor Juana diría que este tipo de cuidados son como la sal, dañan su falta y su sobra. No cuidarse no es signo de sanidad. Obsesionarse con el tema tampoco.


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(Foto: Prensa)

–¿La pandemia funciona como un duelo colectivo? Por un lado mucha gente pierde gente amada. Pero casi todos perdemos la presencia y el abrazo de los demás.

–La humanidad está en duelo. Todos hemos perdido algo. Seres queridos, trabajo, ahorros, sueños, abrazos o tiempo compartido. Es así y debemos aceptarlo. Pero que la humanidad entera esté en un proceso de pérdida no implica que podamos hacer un duelo colectivo. El duelo es un proceso solitario y personal. En una familia que han perdido un padre, por ejemplo, cada uno de sus miembros debe realizar su propio duelo. Son sus tiempos, sus recuerdos, su presente los que marcarán el pulso de este proceso doloroso y necesario. De todos modos, no puede negarse que el hecho de compartir el dolor es algo fundamental en esos momentos.

–¿Cómo vive la pandemia desde lo personal?

–Lo mejor que puedo. Trabajando, amando, apropiándome de mi espacio y de mi tiempo. Tratando de impedir esa confusión que nos hace preguntarnos si es lunes o martes, si es de día o de noche, porque cuando la psiquis se desorienta en tiempo y espacio la persona sufre. Y cuidando mucho mis momentos de placer. Porque sé que el placer es la única manera sana de bajar la ansiedad y evitar la angustia.

–Alguna vez usted dijo «Solo el que ama la vida, piensa en la muerte».

–Pensar en la muerte ayuda a amar la vida, porque es entender que no somos eternos, que no tenemos todo el tiempo del mundo para pedir perdón, para decir te amo, para jugarnos por nuestros deseos. La vida es nada más que tiempo y quien juega con nuestro tiempo juega con nuestra vida. Ni siquiera nosotros deberíamos darnos el derecho a jugar con nuestro tiempo. Y para valorar cada instante es necesario saber que puede ser el último. Nadie lo sabe. Lo único que sabemos es que en medio de todas las posibilidades que tenemos en la vida, la única de la que no podremos escapar es la muerte. Negarlo es absurdo. Tampoco se trata de pensar todo el tiempo que vamos a morirnos y transitar la vida deprimido o asustado por eso. No. La cuestión es saber que nuestro tiempo es finito y que es ahora y acá donde debemos jugar nuestro destino.

–¿Cuáles son su próximos planes?

–Da vértigo planificar en estos momentos. Hasta que todo termine son tiros en la noche. De todos modos conservo mis deseos. Quiero volver al teatro, escribir un nuevo libo, seguir trabajando con mis pacientes y, en cuanto pueda, recuperar el milagro cotidiano de ver y abrazar a los que amo.

La pasión. Viernes 27 de noviembre a las 22. Accesos por Plateanet.com