“Qué hubiera pasado si…?” La pregunta interesa no sólo a los partidarios de la historia contrafáctica, sino también a los escritores de ficción. “¿Dónde están, qué lugar ocupan en nuestras vidas los sucesos que podrían haber ocurrido y no ocurrieron? Gabriela Saidón contesta a este interrogante con una novela, La reina. El gran sueño de Manuel Belgrano. Como se sabe, Belgrano fue partidario de que, independizadas de España las tierras americanas del Sur, fueran gobernadas por una monarquía incaica. La historia nos dice que su proyecto fracasó. Saidón nos cuenta otra historia: Belgrano eligió y preparó a una descendiente de incas, Nuna, para que ejerciera el reinado. Esta adolescente de 15 años era descendiente de la pareja real que conformaron Micaela Bastidas y Tupac Amaru, ambos salvajemente asesinados por los españoles. Belgrano va a buscarla al convento donde está recluida junto con su madre, Irenea, y su hermana Shiamara. La novela abarca parte de su vida en el convento, la salida de él en un rapto fraguado que su madre había consensuado, su preparación para ser soberana y el día de la ceremonia en que asume su reinado. Luego, otra vez el silencio acerca de la suerte del hipotético reinado de Nuna. En ese proceso de preparación la futura reina y Belgrano sienten una atracción recíproca que nunca se concreta en un acercamiento físico. Ella es una adolescente virgen y él un hombre enfermo en las postrimerías de su vida. A diferencia de los héroes del Billiken, el Belgrano de Saidón no es de bronce, siente el aguijón del deseo y, al mismo tiempo, las miserias de su cuerpo asediado por la enfermedad.

¿Cómo surgió esta historia hipotética o contrafáctica?

-En la novela me pregunto qué habría pasado si el proyecto de Belgrano hubiera prosperado y la elegida hubiera sido una mujer. Había una razón para elegir un rey porque había un hombre de carne y hueso que era Juan Bautista, hermano de Tupac Amaru, quien había sido asesinado en la rebelión de 1781 junto con su mujer, Micaela Bastidas. La propuesta se frustró porque no fue aceptada por el Congreso de Tucumán. A Juan Bautista lo trajeron desde África, desde la cárcel de Ceuta donde estaba. Ya era un hombre de 79 años y eso dificultaba pensar en una descendencia de esa estirpe, que –hay que decirlo- era una estirpe noble.

-¿Por qué  una mujer?

-Esa reina es contrafáctica, tiene que ver con la ficción pero también pudo tener una posibilidad real. El viaje que hice al Cusco me hizo preguntarme si no pudo haber una descendiente de esa «estirpe maldita» de los reyes incas. Estos reyes no tuvieron mujeres reinas, aunque las coyas eran bastante poderosas, incluso dirigían ejércitos. En el viaje me encontré con la posibilidad de que una descendiente de Tupac Amaru y Micaela Bastidas, más precisamente una nieta, hubiera nacido y hubiera sido escondida en un convento.

¿Nuna pudo haber sido esa nieta?

-En realidad no se sabe si sobrevivió o no, si fue una niña o un niño porque en ese momento había bebés que nacían en un beaterio y eran horriblemente descartados cuando eran hijos de una infidelidad, de prostitutas o de esa «estirpe maldita”. Yo elegí la posibilidad de que ese bebé fuera una niña que sobrevivió y que pudo haber sido elegida para gobernar.

...

En tu novela se juegan cuestiones de género y también un erotismo que no suele ser registrado en la historia.

-Las cuestiones de género, el deseo y lo erótico no suelen estar en la historia, pero sí en las novelas románticas aunque tratadas desde el amor trágico. En mi novela, en cambio, hay una atracción de un hombre grande que es un general, pero que no se nombra.

-Pero se sabe que es Juan Manuel Belgrano

-Eso fue algo intencional

-¿Y cuál fue el objetivo?

-Sabemos que Belgrano tenía debilidad por las adolescentes. Lo mismo pasaba con San Martín. Pero en ese momento eso no era considerado como pedofilia ni como estupro. Digamos que las adolescentes les gustaban a la mayoría de los hombres, no solo a los próceres. En el momento en que en la novela Belgrano entra en contacto con esa niña tiene 48 años y está muy enfermo, en una situación casi terminal. Ya pasaron sus victorias y derrotas como militar, como abogado, como escritor. Si decimos que San Martín es el padre de la Patria, podemos decir que Belgrano es el tío. En la novela se calienta con esta adolescente mestiza de 15 años que tiene para él, un general porteño, el atractivo de lo exótico. Ella, por su parte, se asusta con lo que le pasa con su propio deseo hacia un hombre grande. No tiene padre, no sabe quién es, aunque se insinúa que puede haber sido un primo de Belgrano. En la realidad, el primo de Belgrano era Castelli y se sabe que Castelli tuvo que ver con el proyecto monárquico de Belgrano. Esos guiños no están explicitados en la novela. El Belgrano de la novela se me empezó a alejar bastante del real. En ese momento decidí hablar de él como “el general” atendiendo a cierta tradición de la novela histórica latinoamericana como El general en su laberinto. Además, que sea un general en misión secreta pone más en foco la misión que el personaje. Por otro lado, si bien él nunca pensó en una reina, igual que otros patriotas sí pensó en la princesa Carlota Joaquina, la infanta que estaba e Brasil, como posible regente para América Latina. Además, creo que fue uno de los pocos generales de su época que tuvo en su Ejército del Norte a dos mujeres muy importantes, Juana Azurduy y Remedios del Valle, que fue una capitana negra. Puede decirse que Belgrano tuvo un costado feminista antes de tiempo. Él valoraba la capacidad de conducción y la valentía de las mujeres, méritos generalmente asociados a los hombres. Las historias de estas mujeres él se las cuenta a Nuna como una forma de sublimar el sexo. Nuna lo desea y, al mismo tiempo, lo evade porque es virgen y le da miedo. Ella entonces comienza a convertirse en una especie de Schrezade.

-Nuna narra para evitar el sexo, no la muerte.

-En Las mil y una noches no están tan separadas una cosa de la otra, Scherezada narra para evitar las dos cosas porque el sultán lo que hacía era matar a las mujeres después de pasar la primera noche con ellas. Aunque, la historia de Las mil y una noches tiene un final feliz, casados y con hijos. Ella logra establecer un vínculo sexual reproductivo. En este caso sí Nuna evita el sexo.

-¿Es cierto que Las mil y una  noches era un libro prohibido en estas latitudes?

-No, esa fue una forma de hablar de los libros prohibidos porque hubo mucho. Luego de la muerte de Tupac Amaru, el libro que estaba prohibido era el del Inca Garcilaso de la Vega porque ensalzaba las virtudes de los gobernantes Incas y los españoles no querían que prevaleciera la ética de los Incas y por eso prohibieron ese tipo de discurso. La prohibición de libros, de vestimentas, de símbolos incluso de costumbres en el Cusco, luego de la revolución de 1781, es equiparables a los de la mal llamada Revolución Libertadora del 55 en Argentina.  

No sé si fue tu intención, pero a Belgrano lo llamás siempre “el general” y en la Argentina cuando se dice “el general“ todo el mundo sabe que se habla de Perón.

-Sí, tal cual. Además, Perón también tuvo una historia con una adolescente de 16 años, Nelly Rivas. Muchos peronistas no lo reconocen, pero está probado que existió. Los generales argentinos siempre tuvieron debilidad por las adolescentes y Perón no fue la excepción. Me encantó algo que pasó el 20 de junio de 2019 cuando Cristina encabezó un acto del Día de la Bandera. Ella dijo que hubiese sido amante de Belgrano, lo que yo traduje como “yo a Belgrano le hubiera dado”, cosa que ella no podía decir por su investidura. También dijo que Belgrano nunca se había casado, pero había tenido amantes, lo cual es verdad. También es verdad que con sus amantes tuvo dos hijos, Manuela y Pedro, a quien después crió Rosas. Florencia Canale lo cuenta en Amores prohibidos. Justamente lo que tuvo Belgrano fueron amores prohibidos. Los padres de esas chicas de clase alta no se coparon con la figura de Belgrano para marido y él mismo reconoció, como El Che, que ponía la política por encima del matrimonio y los hijos. Me gustó la actitud de Cristina de rescatar otro aspecto de la figura de Belgrano que es la de sex symbol.

-La novela te llevó mucho tiempo de investigación.

-Sí, viajé a Cusco y a Lima y les hice entrevistas a especialistas muy enfocados en el tema de la rebelión de Tupac Amaru y en temas que me interesaban para la novela, historiadores e historiadoras, antropólogos y antropólogas, escritores y escritoras. Ellos me pasaron bibliografía, fui a bibliotecas, estuve también en un seminario en Lima,  fui a museos y monasterios. Estos funcionaban como bancos, las monjas que los administraban eran financistas. También escuché conferencias sobre historia contrafáctica porque me apasionó esa corriente.

 -¿Y el proceso de escritura?

-Sufrí mucho (risas). Tenía mucho material de entrevistas y de lecturas que tuve que ir procesando. En la escritura hubo un esquema inicial que se fue reformulando. La idea inicial que era preguntarme qué habría pasado si el proyecto de Belgrano hubiera funcionado, terminó siendo una novela más chiquita, con un período de tiempo más acotado que es el de la preparación de Nuna para ser reina. Más allá de las lecturas, todo el tiempo tuve en la cabeza la versión de María Antonieta de Sofía Coppola, la idea de la reina adolescente. 

–En tu novela aparece un esclavo gay. Supongo que si aún hay gente que tiene prejuicios con esos temas, en el momento en que se sitúa la acción de la novela, la homosexualidad debía ser algo innombrable.

–Sí, el esclavo es Baltasar. Supongo que esas cosas no se contaban. En la novela es algo que comparte con la cocinera, Gloria, que, como él, también es negra.

–¿Por qué lo pusiste en esta historia?

–Me pareció bien situarlo en esa casa donde convive gente muy disímil y marcar de ese modo una apertura que el general que no se nombra podía llegar a tener respecto de estos temas. De Belgrano suele decirse que era gay y en un momento Felipe Pigna se puso a «limpiar» su imagen para liberarlo de esa «acusación». Por supuesto, esto lo digo entre miles de comillas. Él dijo que no lo era, que no se había casado, pero había tenido amantes. Lo digo porque creo que hay algo en la sexualidad de Belgrano a lo que se le presta atención.

–¿Y qué fue lo que más te fascinó de tu viaje de investigación para esta novela?

–Además del Cusco, que es algo increíble, que algunos académicos se involucraran mucho en la ficción, que me dijeran que tenía que pasar tal cosa o tal otra. Me decían, por ejemplo, cosas como  “matalo a Bolívar” o “a tu reina la vas a encontrar en tal lugar”. Se involucraban como si la historia estuviera viva.

–¿Y a qué crees que respondía ese entusiasmo por participar de la trama de tu no novela?

Me parece que actuaban de ese modo porque para las personas que viven estudiando el pasado, la historia es parte de su presente.


Presente, pasado y ficción

–En tu novela aparece un esclavo gay. Supongo que si aún hay gente que tiene prejuicios con esos temas, en el momento en que se sitúa la acción de la novela, la homosexualidad debía ser algo innombrable.

–Sí, el esclavo es Baltasar. Supongo que esas cosas no se contaban. En la novela es algo que comparte con la cocinera, Gloria, que, como él, también es negra.

–¿Por qué lo pusiste en esta historia?

–Me pareció bien situarlo en esa casa donde convive gente muy disímil y marcar de ese modo una apertura que el general que no se nombra podía llegar a tener respecto de estos temas. De Belgrano suele decirse que era gay y en un momento Felipe Pigna se puso a «limpiar» su imagen para liberarlo de esa «acusación». Por supuesto, esto lo digo entre miles de comillas. Él dijo que no lo era, que no se había casado, pero había tenido amantes. Lo digo porque creo que hay algo en la sexualidad de Belgrano a lo que se le presta atención.

–¿Y qué fue lo que más te fascinó de tu viaje de investigación para esta novela?

–Además del Cusco, que es algo increíble, que algunos académicos se involucraran mucho en la ficción, que me dijeran que tenía que pasar tal cosa o tal otra. Me decían, por ejemplo, cosas como  “matalo a Bolívar” o “a tu reina la vas a encontrar en tal lugar”. Se involucraban como si la historia estuviera viva.

–¿Y a qué crees que respondía ese entusiasmo por participar de la trama de tu no novela?

Me parece que actuaban de ese modo porque para las personas que viven estudiando el pasado, la historia es parte de su presente.

Presente, pasado y ficción

–En tu novela aparece un esclavo gay. Supongo que si aún hay gente que tiene prejuicios con esos temas, en el momento en que se sitúa la acción de la novela, la homosexualidad debía ser algo innombrable. 

–Sí, el esclavo es Baltasar. Supongo que esas cosas no se contaban. En la novela es algo que comparte con la cocinera, Gloria, que, como él, también es negra. 

–¿Por qué lo pusiste en esta historia?

–Me pareció bien situarlo en esa casa donde convive gente muy disímil y marcar de ese modo una apertura que el general que no se nombra podía llegar a tener respecto de estos temas. De Belgrano suele decirse que era gay y en un momento Felipe Pigna se puso a «limpiar» su imagen para liberarlo de esa «acusación». Por supuesto, esto lo digo entre miles de comillas. Él dijo que no lo era, que no se había casado, pero había tenido amantes. Lo digo porque creo que hay algo en la sexualidad de Belgrano a lo que se le presta atención.

–¿Y qué fue lo que más te fascinó de tu viaje de investigación para esta novela?

–Además del Cusco, que es algo increíble, que algunos académicos se involucraran mucho en la ficción, que me dijeran que tenía que pasar tal cosa o tal otra. Me decían, por ejemplo, cosas como  “matalo a Bolívar” o “a tu reina la vas a encontrar en tal lugar”. Se involucraban como si la historia estuviera viva.

–¿Y a qué crees que respondía ese entusiasmo por participar de la trama de tu no novela? 

Me parece que actuaban de ese modo porque para las personas que viven estudiando el pasado, la historia es parte de su presente.