El apodo de Napoleón le calza a la perfección: Marcelo Gallardo es el gran conquistador. Desde que dirigió su primer partido en River, hace poco más de dos años, el Muñeco fue ganando una tras otra las batallas sudamericanas que se pusieron en su camino, al punto de ganar, el último jueves, con la Recopa Sudamericana su quinto título internacional como entrenador, la misma cantidad que tenía River antes de su llegada.

El «Muñeeco, Muñeeco» que retumba en el Monumental ya parece una costumbre entre sus fieles, pero para el club es mucho más que un trofeo en una vitrina: es la búsqueda constante de un cambio de paradigma. River jugó 32 veces la Copa Libertadores y sólo en tres ocasiones la ganó. De ese tridente de festejos coperos, Gallardo participó en dos, una como jugador (1996) y otra como entrenador (2014). Tal como pasó con Carlos Bianchi cuando asumió Boca en 1998, el Muñeco está cambiando la historia de un club. Cuando el Virrey asumió, Boca tenía sólo siete títulos internacionales. Años después, el número se multiplicó. Y exactamente eso está pasando en River, que se reinventa torneo a torneo y que de la mano de Gallardo –que sólo conquistó títulos en el plano internacional– se convirtió en uno ganador, en uno que sabe jugar finales, que aparece en su máxima expresión en los encuentros decisivos, y que disfruta jugar torneos internacionales, germen vital de la nueva mentalidad que implementó en el club: con Gallardo en el banco, River cortó una racha de 17 años sin títulos fuera del país. En el último, vaya paradoja, también había estado él con la Supercopa de 1997.

«Ahora vamos por más», dijo Gallardo entre lágrimas el año pasado, después de conseguir ese título tan buscado llamado Libertadores, que se negaba en el club desde hacía 19 años. Y River consiguió más, con la particularidad de lograrlo con un equipo prácticamente nuevo, sin partidos de preparación, como en el resto de los éxitos. Fue un trofeo con una actuación más baja que la Sudamericana, la Libertadores, la Suruga Bank y la anterior Recopa ante San Lorenzo. Así y todo, a este River todavía le quedan resabios de aquel primer plantel que brilló por su juego y presión en la Sudamericana, pese a que de ese equipo campeón sólo quede Jonatan Maidana y Leonardo Ponzio, que fue titular sólo tras la lesión de Matías Kranevitter.  

De Merlo al principado de Mónaco y de River al mundo. Gallardo, admirador de Pep Guardiola, nacido el mismo día que el entrenador catalán, ya tiene su lugar asegurado en la historia de los grandes ídolos del club. Historia que él mismo está cambiando por sus logros como futbolista, por sus éxitos como entrenador y por ser parte del cambio de paradigma de un club al que ya le sientan bien las competencias internacionales.