“Nos interesa plantear un diálogo con la juventud, con los que quizás no van a leer un informe de 400 páginas ni van a estar atentos a un caso judicial, pero que tienen energía y un activismo distinto y súper interesante. Queremos transmitir lo que hacemos y aprender de ellos. Por eso fue pensado de manera anticíclica del contexto nacional y regional para mandar un mensaje hacia el futuro. Eso, además, nos conecta con nuestros fundadores. Porque desde la peor tragedia que fue perder a sus seres queridos pudieron pensar una organización que los sobreviva y que 40 años después esté presente y defendiendo los Derechos Humanos”, resume Gastón Chillier, su director ejecutivo.

Chillier define al CELS como “una organización de 65 personas con un equipo de trabajo de gente comprometida y muy atenta a la situación de la coyuntura cuyo promedio de edad ronda los 30 años”. Ese compromiso llevó a que una de sus integrantes, Myriam Selhi, fuera detenida a principios de semana por registrar el abuso policial en una manifestación frente al Consulado de Chile. Ese tipo de gestos es una muestra de lo que Emilio Mignone, uno de los fundadores del CELS, definía como “profesionalismo militante”. Chillier lo explica así: “como una combinación entre ser rigurosos en nuestro trabajo (informes, investigaciones, litigios o hasta en la vinculación del arte con el trabajo en derechos humanos) pero al mismo tiempo no ser tecnócratas”.

Chillier entró a la organización como voluntario a principios de los ’90 mientras terminaba sus estudios en la Facultad de Derecho y, desde adentro, pudo ver cómo se ampliaba su agenda. Un rápido repaso por la historia de la institución diría que “en los ’80 el trabajo consistió en contribuir a los juicios y apoyar a la CONADEP. En los ’90 se empezó a trabajar con las violaciones a los Derechos Humanos en democracia (fuerzas de seguridad, cárceles, derechos económicos, sociales y culturales, etc) y también para derribar el muro de impunidad de las leyes y los indultos. En los 2000 el CELS se incorporó al Frente Nacional contra la Pobreza (FRENAPO) y trabajó con las víctimas de la represión en ese estado de emergencia. Desde entonces trabajamos con la agenda de la protesta social y ahora incorporamos a la agenda de lesa humanidad la violencia de género y la responsabilidad de empresas en las violaciones de la dictadura, además de ampliar nuestro trabajo internacionalmente con alianzas con organizaciones al norte y al sur”, resume para Tiempo.

¿Cómo definís la situación de Derechos Humanos hoy?

-No hay ninguna duda de que en todos los niveles en derechos humanos hubo retrocesos. Hablamos desde la cuestión de seguridad, libertad de expresión, criminalización de la protesta o hasta el negacionismo en juicios de lesa humanidad. En algún punto tiene que ver con continuidades o deficiencias estructurales del legado de la transición democrática que en este último gobierno se potenciaron. El caso ejemplar es el de las fuerzas de seguridad. Desde el poder político se mandaron mensajes autoritarios y antidemocráticos que se cristalizaron en hechos como la desaparición de Santiago Maldonado o el asesinato de Rafael Nahuel. Pero también en el hecho de que el presidente reciba como un héroe al policía Chocobar que mató a una persona por la espalda. Hoy esa persona está procesada por homicidio, como los gendarmes que al principio del macrismo reprimieron en el Bajo Flores a los pibes de una murga.

-¿Y cuál pensás que debe ser la agenda de prioridades del nuevo gobierno?

-La agenda urgente es la de la pobreza y la desigualdad en la que estamos. En segundo nivel, el gobierno que se está yendo quiso cambiar la conversación y correr el lugar central que ocupan los valores democráticos y de Derechos Humanos en la sociedad desde la transición. Es muy claro eso en el discurso de la ministra de Seguridad Patricia Bullrich que incorpora a la agenda de amenazas la idea del terrorismo y persigue a cualquier tipo de reclamo social con esa impronta. Por eso creo que el gobierno que viene tiene que tomarse muy en serio las políticas de seguridad democrática. Los derechos humanos tienen que ser una política transversal en todas las cuestiones y hay que restablecer los valores democráticos manteniendo el mismo nivel de movilización social y demanda frente al próximo gobierno. Porque eso es algo que muchas organizaciones aprendimos. Lejos de desmovilizar, lo único que va a traer transformaciones estructurales va a ser la movilización y la demanda permanente. Eso explica también por qué este gobierno no pudo avanzar en muchas cosas.  «

Un festival como mensaje al futuro

El próximo domingo el Cels hará su debut en el mundo de los festivales con «Imparable», un encuentro por los Derechos Humanos con entrada gratuita en el Estadio Malvinas Argentinas. Entre las 14 y las 23 habrá charlas con representantes de unas 20 organizaciones, entre ellas Tiempo, que comparten el camino y el objetivo futuro. En simultáneo habrá bandas musicales como Mala Fama, La Delio Valdez o La Bomba de Tiempo, que prometen poner al público a bailar. «Cuando pensamos el festival lo hicimos viendo que muchas sociedades estaban optando por opciones autoritarias que construían sobre el miedo frente al fin del mundo binario. Entonces usamos la excusa de los 40 años para encontrarnos todos los que estamos de este lado frente a la misoginia, la xenofobia y el mundo del mercado», explica Chillier. Esta etapa de la organización también se relaciona con el desarrollo de una estrategia de profundizar su vínculo con el público. Para ello desarrollaron la Comunidad Cels que hoy cuenta con 4500 personas que contribuyen con unos 300 pesos por mes para garantizar su independencia.